El problema es que los líderes y partidos populistas, si bien aceptan a grandes rasgos las reglas del juego democrático, tienen una retórica que tensiona con el componente pluralista de la democracia.
El avance de la ultraderecha en los comicios europeos no sólo resuena en la región sino que puede llegar a ser un motor de radicalización de las derechas tradicionales de América Latina.
Arce busca distanciarse del estilo populista de Morales con una estrategia de escasa aparición en los medios, proyectando una imagen ejecutiva y de trabajo.
Los populistas son populares por lo que es necesario, más que nunca, escucharlos y tomarlos con seriedad, antes de que este tipo de liderazgos sean más apreciados y populares que la propia democracia.
El post-populismo está determinado por la tensión de mantener el proyecto político y por el lento e inminente alejamiento del líder operado por liderazgos secundarios que compiten por ocupar el centro.
La religión se ha vuelto un instrumento para reconquistar la fe de los votantes, fusionándose con el populismo para santificar la política y transformar la relación entre ciudadanía y líderes.