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¿Cómo debe lidiar América Latina frente al caos de Trump?

Más que redefinir su estrategia de negociación, la región necesita equilibrar el poder relativo y elevar el costo de un incumplimiento para Estados Unidos. Por eso es fundamental que los países con TLC —e idealmente todos— coordinen su respuesta.

En su último número, la revista The Economist describió la política comercial de Trump como “La era del caos” (The Age of Chaos). En realidad, Estados Unidos ha venido girando en contra del libre comercio desde 2017, con el inicio de la primera administración Trump, que elevó aranceles a China de forma unilateral y se retiró del Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés). Cabe recordar que la entonces candidata demócrata, Hillary Clinton, también se oponía a dicho acuerdo. Posteriormente, la administración Biden mantuvo esa postura y sus asesores sostuvieron que el libre comercio no había beneficiado a Estados Unidos: perjudicó a los trabajadores y favoreció a su principal rival geopolítico.

Con Trump II, sin embargo, los cambios han sido aún más drásticos. La política comercial de Estados Unidos se ha vuelto mucho más caótica e impredecible. Caótica porque contradice el orden internacional: Trump no tiene interés en respetar compromisos internacionales o instituciones multilaterales. Impredecible porque no queda claro si sus decisiones responden al déficit comercial, a la rivalidad con China, o a otros motivos; ni se sabe cómo se calculan los aranceles adicionales.

Pero hay una novedad aún más preocupante: Estados Unidos ha decidido olvidarse de sus aliados. Ya desde la era Obama era evidente la intención de desplazar a China en el ámbito comercial, mediante iniciativas como el TPP, que buscaba establecer reglas antes de que lo hiciera el gigante asiático. Biden, por su parte, lanzó el Indo-Pacific Economic Framework for Prosperity (IPEF) y el American Partnership for Economic Prosperity (APEP), con el objetivo de construir una nueva política comercial enfocada en la prosperidad, pero con la intención también de apartar a China. Estas iniciativas aseguraban que Estados Unidos no dejaría a sus aliados de lado. Sin embargo, Trump II ha roto con esa premisa. El caos de los aranceles ha ha afectado a Canadá, la Unión Europea, el Reino Unido, Australia, sus principales aliados.

En América Latina, muchos países se han visto afectados por los aranceles, incluso aquellos con tratados de libre comercio (TLC) vigentes con Estados Unidos. En Sudamérica: Chile, Colombia y Perú; en Centroamérica y el Caribe: Costa Rica, Guatemala, Honduras, El Salvador, República Dominicana, Panamá y Nicaragua. En Norteamérica, por supuesto, México. Biden intentó incluir a varios de estos países en el APEP y explorar otras formas de promover comercio e inversiones. Trump, en cambio, ha ignorado completamente estos esfuerzos e impuesto aranceles de manera unilateral.

¿Qué deberían hacer estos países y el resto de las economías latinoamericanas ante este escenario?

Por las declaraciones de Trump y sus funcionarios, parece que Estados Unidos espera que los países acudan a ofrecerle algo más, adicional a lo ya pactado en los TLC y consolidado en la OMC. Ese «algo más» no es menor. Lo ya negociado incluye rebajas arancelarias, normas sobre propiedad intelectual, servicios, restricciones a la transferencia tecnológica y protección a las inversiones.

Sin embargo, las economías latinoamericanas deberían resistirse a ceder rápidamente a estas presiones. Por supuesto, es útil mantener conversaciones bilaterales para entender mejor la postura de la potencia del norte, pero ofrecer concesiones aceleradamente puede ser un error por al menos tres razones: primero, porque Trump no actúa conforme al Estado de Derecho, sino según la ley del más fuerte, donde el poder impone su voluntad sin garantías de cumplimiento; segundo, porque quienes han negociado acuerdos comerciales no necesariamente tienen la capacidad de evaluar las implicancias geopolíticas y estratégicas involucradas, que van mucho más allá de lo comercial; y tercero, porque muchos países están enfrentando desafíos similares y podrían beneficiarse más de una respuesta coordinada.

En Latinoamérica son varios los países que tienen TLC con Estados Unidos. Algunos se han agrupado en la Alianza del Pacifico y todos mantuvieron reuniones en el marco de APEC. Salvo el caso de México, por su integración con Estados Unidos, ninguno está en una posición especial. Todos, sin embargo, comparten un objetivo común: que se respete lo pactado y que la región sea reconocida por su peso comercial y estratégico.

Más que redefinir su estrategia de negociación, la región necesita equilibrar el poder relativo y elevar el costo de un incumplimiento para Estados Unidos. Por eso es fundamental que los países con TLC —e idealmente todos— coordinen su respuesta. Lo mismo deben hacer los representantes del sector privado, no solo para reforzar la posición de sus delegaciones, sino también para movilizar sus redes y aliados comerciales dentro de Estados Unidos.

En un entorno caótico, como una jungla, ganan los más fuertes. Especialmente si los débiles actúan por separado. Los países latinoamericanos con TLC tienen espacios para negociar en bloque: la Alianza del Pacífico es uno, APEP es otro, donde también participan Uruguay y Ecuador.La pauta ya la están marcando los países del Sudeste asiático que, si bien han mantenido diálogos bilaterales, también han coordinado respuestas y políticas a través de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático). Esta estrategia regional, aunque más costosa en el corto plazo, puede ser la mejor a mediano y largo plazo. Especialmente si, como afirma The Economist, hemos entrado en una era del caos.

En un entorno caótico, como una jungla, ganan los más fuertes. Especialmente si los débiles actúan por separado. Los países latinoamericanos con TLC tienen espacios para negociar en bloque: la Alianza del Pacífico es uno, APEP es otro, donde también participan Uruguay y Ecuador.La pauta ya la están marcando los países del Sudeste asiático que, si bien han mantenido diálogos bilaterales, también han coordinado respuestas y políticas a través de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático). Esta estrategia regional, aunque más costosa en el corto plazo, puede ser la mejor a mediano y largo plazo. Especialmente si, como afirma The Economist, hemos entrado en una era del caos.

Autor

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Profesor de Derecho Económico da Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso. Doctor por la London School of Economics and Political Science. Ha dictado cursos en Durham University y en el Institute for Global Law and Policy, Harvard Law School.

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