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Cuando lo trágico tapa lo urgente

La temperatura global aumentará ―supuestamente― para entre los años 2030 y 2052 ese grado y medio que tiene como referencia la era preindustrial y que marcaría una línea roja para la sostenibilidad del planeta.

Así lo afirma el último informe de expertos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (PICC), en el que se especifica que, de no actuar de forma inmediata, las consecuencias no solo resultan catastróficas, sino irreversibles. Sin embargo, si la ventana de oportunidad se está cerrando para la humanidad, las acciones de los líderes no hacen más que acelerar la debacle. Pocos días antes de que se emitiera el informe, Rusia comenzó la invasión a Ucrania, lo que es un conflicto en gran medida signado por la geopolítica del petróleo y que implicará un retroceso de los avances a corto plazo.

No resulta claro, no obstante, en qué medida la guerra afectará a la transición energética. Recordemos que Rusia provee más del 40% del gas que utiliza Europa, lo cual habla de la magnitud del conflicto. De seguro, la actitud adoptada por Vladímir Putin, si bien implica un gran impulso para la industria petrolera a corto plazo, debido a la necesidad de suplir el vacío de hidrocarburos rusos tras las sanciones, a mediano y largo plazo acelerará los planes de la transición verde que lleva adelante Bruselas. 

Según Frans Timmermans, comisionado europeo para el Pacto Verde, la UE puede incrementar las importaciones de gas licuado, avanzar con la generación limpia y reducir la demanda con medidas de eficiencia. Algunos especialistas concuerdan con tal visión optimista, aun cuando reconocen el desfasaje temporal a corto plazo.

Lamentablemente, el conflicto también ha generado un aumento en el precio de los fósiles, a todas luces exorbitante, pero que ha beneficiado extraordinariamente a la industria. Estos precios inducen a continuar con las tareas de exploración, lo que retarda el cumplimiento de las metas de emisiones netas cero recientemente comprometidas. El conflicto generó también un desplome en el mercado de permisos de emisión europeo.

Más allá de las ganancias extraordinarias, a ambos lados del Atlántico surgen reclamos en pos de gravar dichas rentas. Greenpeace milita activamente por su imposición, visión que es compartida por el líder laborista Keir Starmer (Gran Bretaña) y la senadora del Partido Demócrata, Elizabeth Warren (EE. UU.).

Sin embargo, cuanto más rápido se intente salir de la oferta rusa, mayor será el incremento que se observe en emisiones, y mayor el aumento en los costos económicos, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA). En tal sentido, la posibilidad de gravar las rentas extraordinarias permite al Estado apropiarse de las divisas y destinarlas a financiar la transición, tanto como para subvencionar los consumos de los hogares y empresas. Para la UE, ello permitiría, a su vez, reducir la dependencia del gas ruso. 

Avanzar con la transición es un hecho político y, tal como plantea Christian Lindner, ministro de Finanzas de Alemania, “la energía limpia es la energía de la libertad”. De hecho, casi la mitad de la humanidad es vulnerable al cambio climático. De continuar el esquema actual y de agravarse la crisis climática, los costos de mantener la seguridad y la salud de la población resultarán prohibitivos. 

Pero los impactos no terminarán afectando a todos por igual, ya que algunas regiones son más indefensas, y ciertos sectores de la población estarán más expuestos. La vulnerabilidad esconde la profunda desigualdad que caracteriza a nuestras sociedades.

El informe del PICC, del cual participaron unos 270 científicos de 67 países, reconoce la interdependencia del clima, los ecosistemas y su biodiversidad, así como la sociedad, adoptando, a su vez, una visión integradora que considera al hombre y su interrelación con la naturaleza. De continuar el incremento en la temperatura promedio, numerosas partes del planeta se volverán inhabitables y la adaptación no solo devendrá más costosa; puede que se torne inviable. De hecho, si la temperatura promedio se sigue incrementando, el 8% de las tierras actualmente productivas no resultarán aptas para cultivo, lo que pondrá a la seguridad alimentaria en el tope de la agenda.  

Asimismo, el informe destaca, y como bien lo demuestra el contexto actual, que el cambio climático es un problema político cuya solución requiere de una mirada justa y solidaria. Y es político, cuando observamos que el costo de la inacción resulta más caro que iniciar la transición. Esto ha sido históricamente destacado por la comunidad científica y ahora comienza a ganar adeptos entre los hacedores de política. 

Lamentablemente, quienes más tienen no están dispuestos a ceder y, en definitiva, se retrasa la transición. Si sigue la tendencia actual, no solo se producirán más muertes o aumentará el hambre, tal como lo resalta el informe; también se amplificará el nivel de conflictividad. 

Aquellos que en la región apuestan por los fósiles deberían tener una mirada estratégica del conflicto y observar las consecuencias a largo plazo que este puede generar. Tomar decisiones de inversión con base en los precios actuales puede servir de poco, la transición habrá seguido avanzando y la demanda internacional perderá dinamismo para cuando los proyectos en carpeta finalmente maduren. Ello no implica desconocer las posibilidades que surgen en lo inmediato, pero sí evitar que lo trágico no tape lo urgente. 

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Investigador Asociado del Centro de Estudios de Estado y Sociedad - CEDES (Buenos Aires). Autor de “Latin America Global Insertion, Energy Transition, and Sustainable Development", Cambridge University Press, 2020.

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