Este año 2025 podrá estar marcado por la exposición de prácticas necropolíticas en el ámbito de las migraciones. No es que estas prácticas no existieran hasta ahora, pero me refiero a la ampliación generada por la mediatización o la circulación de hechos que eran conocidos y debatidos por quienes, directa o indirectamente, viven, acompañan o estudian la movilidad: la criminalización de las migraciones es hoy, más que nunca, un hecho irremediable. En ese sentido, destaco dos noticias:
La primera noticia se titula: “Eduardo Bolsonaro propone que migrantes de Brasil sean encarcelados en El Salvador” (The Intercept Brasil, 16 de mayo de 2025).
Al título le sigue este texto: “Eduardo Bolsonaro, del PL de São Paulo, publicó en su canal de YouTube un video que revela negociaciones con aliados de Donald Trump para exportar a migrantes brasileños detenidos en Estados Unidos —supuestamente vinculados a facciones criminales— a la megaprisión de El Salvador”.
La sugerencia del diputado sigue la línea de Donald Trump. En Estados Unidos, ser migrante, con o sin documentos, convierte a una persona en susceptible de ser capturada, encarcelada, deportada y privada de libertad sin ningún proceso legal y, por lo tanto, sin que se haya comprobado ningún delito —ya sean hombres, mujeres o niños.
El veredicto puede emitirse y confirmarse si las personas en cuestión son hombres, negros o mestizos, provenientes de países pobres del Sur Global. Como prueba irrefutable los tatuajes, un signo asociado a la pertinencia a facciones criminales.
Si bien la forma en que se difunde la propuesta genera indignación, también tiene el potencial de atraer a sectores conservadores ya que se trataría de personas “supuestamente vinculadas a facciones criminales” a pesar de que ocurre sin procedimiento jurídico que garantice el derecho a una defensa.
La segunda notícia se titula: “El Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. Estudia un posible reality show en el que inmigrantes compitan por la ciudadanía estadounidense” (O Globo, 17 de mayo de 2025). Y atención al subtítulo: “La propuesta ya había sido discutida anteriormente con los gobiernos de Obama y Biden”.
Aunque fue negado inmediatamente después, la noticia deja al descubierto que la lógica de los reality shows se extiende a toda la sociedad a través de la práctica de la gamificación, es decir, la aplicación de las reglas de los juegos a toda experiencia de vida, y la idea de competitividad seguida del mérito que justifica la implementación de una nueva racionalidad: la neoliberal. Es decir, para ser sujeto de derechos, hay que merecerlos.
La lógica del reality show ya había sido señalada por nuestras investigaciones sobre el fenómeno del emprendimiento presentado como una solución de inclusión sociolaboral para migrantes recién llegados a Brasil y con necesidades urgentes de generar ingresos. Estos programes de formación se ofrecieron en São Paulo mediante una alianza entre una ONG, ACNUR (ONU) y grandes empresas tecnológicas como Google, Uber y Meta, lo cual pone de manifiesto otra característica del mundo laboral: la plataformización.
La práctica de confinar, retener y encarcelar migrantes tiene su punto de partida en la invasión norteamericana en Afganistán, en 2001, según señala Michel Agier en el texto “Refugiados ante el nuevo orden mundial”. El autor señala el establecimiento de un patrón entre expulsión/acogida y la asociación entre guerra y respuesta humanitaria. Así, para comprender el dispositivo humanitario mundial, se necesitan tres elementos: la existencia simultánea de guerras (como la de Sudán y Ucrania), violencias colectivas (¿el genocidio de la población palestina?) y disturbios y terrores (Haití y la República Democrática del Congo) que conducen a las poblaciones civiles a la muerte o al desplazamiento.
Tenemos que agregar a esta lista las microexpulsiones cotidianas de poblaciones vulnerables, ya sea por desastres climáticos y ambientales —como el desastre por la rotura de presas en Minas Gerais— o por la violencia que sufren las poblaciones indígenas que se ven imposibilitadas de vivir en sus territorios, entre las cuales destacamos la diáspora Warao.
Frente a este escenario, se presenta como solución la intervención humanitaria misma, cuyo modelo instaura el control y el cuidado: el principio de care, cure and control se aplica en los campos de refugiados, que son dispositivos policiales/militares, alimentarios y sanitarios y, sobre todo, situados en los márgenes, alejados de los centros urbanos, siendo la Operación Acogida, realizada en Roraima, el principal ejemplo en Brasil.
Se estima que más de 140.000 venezolanos han pasado por este programa, siendo alojados en 1.068 municipios distribuidos en las cinco regiones brasileñas (OIM, 2024). En la ciudad fronteriza de Pacaraima y en Boa Vista, ambas en el estado de Roraima, la Operación aún mantiene varias instalaciones, además de los refugios, como alojamientos transitorios, puestos de recepción e identificación, y de interiorización y selección. Se trata de una operación cívico-militar, en la que la presencia del Ejército es crucial, tanto para el mantenimiento de estas instalaciones como para la interiorización de los venezolanos.
Aunque los refugios de la Operación Acogida no sean campos de refugiados stricto sensu, pueden establecerse ciertas aproximaciones con estos espacios: ambos están construidos bajo la marca de la urgencia y provisionalidad, gestionados al margen del Estado y más cerca de la administración del tercer sector, que utiliza bases de datos internacionales como el Sistema Primes del ACNUR. Una de las principales características de estos complejos es la recolección, a partir del uso de tecnologías de mapeo, de datos personales y físicos de los migrantes, denominada por especialistas como “conjunto biométrico”, en una sinergia de tecnología, medios y movilidad humana establecida a nivel global.
La Operación Acogida fue objeto de una serie de reportajes realizados en 2024 por la Agencia Pública en colaboración con nuestras investigaciones. En ellos, se rompe el silencio tanto de los migrantes atendidos como de los trabajadores humanitarios que participaron en la Operación. Entre las denuncias destacamos desde violencia de género hasta la presencia de facciones criminales dentro y alrededor de los refugios. Sin embargo, estas denuncias siguen sin recibir respuesta ni del gobierno federal ni de las agencias humanitarias. Y la Operación se sigue presentando como un símbolo de éxito de las políticas públicas, sustentada en la producción de informes y estadísticas cuantitativas, donde no hay espacio para ningún otro dato que refleje los relatos y las experiencias de quienes viven y trabajan allí.
Por último, destacamos la idea central sobre el retorno de la relación de enemistad a una escala global, desarrollada por Achille Mbembe, conocido por el concepto de necropolítica, en el ensayo Políticas de la enemistad (2020). En este ensayo el autor, basándose en el análisis de las formas de vida generadas en la Franja de Gaza, en Palestina, sostiene que en el origen de todo campo siempre hay un proyecto de división de los seres humanos. Y concluye que, al restringir las oportunidades de encuentro y contacto, se produce la maximización de la distancia -los retenidos no son vistos- y la banalización de la indiferencia.
Silenciar y banalizar: dos componentes esenciales de la histórica relación de poder instaurada por la colonización, destinada en la actualidad a clasificar vidas de personas migrantes como útiles o inútiles, y, por lo tanto, susceptibles de vivir en la precariedad o de morir, simplemente.