El desafío permanente de El Niño
El Niño, caracterizado por el calentamiento del océano Pacífico tropical, plantea un desafío recurrente pero impredecible para América Central y el Caribe. Este fenómeno climático global altera significativamente los patrones climáticos regionales y causa perturbaciones en varios sectores. Durante los años de El Niño, las temporadas de lluvias regulares pueden debilitarse, lo que lleva a sequías prolongadas que agotan los recursos hídricos y la producción agrícola. Por otro lado, también puede dar lugar a lluvias que causan inundaciones y erosión del suelo que dañan los cultivos y la infraestructura. Estos cambios drásticos también complican la planificación a largo plazo y los esfuerzos de sostenibilidad para las comunidades agrícolas.
La frecuencia y la gravedad de los eventos de El Niño pueden estar aumentando debido al cambio climático, en particular el aumento de las temperaturas superficiales del mar. Esto exacerba la vulnerabilidad de los sistemas socioambientales que ya enfrentan problemas como la escasez de agua. La capacidad de pronosticar estos eventos y sus posibles consecuencias sigue siendo limitada, lo que dificulta que los gobiernos y los agricultores se preparen adecuadamente. Esta incertidumbre subraya la importancia de implementar estrategias que puedan adaptarse a las circunstancias cambiantes y, al mismo tiempo, salvaguardar el bienestar y la seguridad alimentaria de la población.
Los efectos económicos y sociales de El Niño son significativos y extensos. En las zonas agrícolas, los patrones climáticos impredecibles pueden provocar pérdidas de cosechas que afecten los ingresos de los agricultores y provoquen un aumento de los precios de los alimentos a nivel local. Este aumento de precios afecta desproporcionadamente a las personas que destinan una parte considerable de sus ingresos a gastos de alimentación, lo que empeora la inseguridad alimentaria y la pobreza.
Además de la agricultura, las repercusiones de El Niño pueden extenderse a otros sectores con implicaciones para la disponibilidad de agua para hogares e industrias, como el sector energético, donde la producción de energía hidroeléctrica puede verse obstaculizada por la disminución de las precipitaciones. Por ejemplo, en Panamá, la disminución de los niveles de agua en la cuenca del Canal de Panamá durante los períodos secos puede limitar el flujo de tráfico marítimo, lo que afecta directamente a una fuente de ingresos para el país y desencadena disrupciones en el comercio mundial.
Los efectos secundarios son igualmente graves. La inseguridad alimentaria puede generar problemas de desnutrición en niños, con efectos duraderos en la salud y el crecimiento. Además, hacer frente a fenómenos meteorológicos cada vez más severos puede tener efectos en las comunidades. La educación puede verse afectada, ya que las familias priorizan las necesidades de supervivencia por sobre las ventajas a largo plazo, como la escolarización, lo que afecta aún más las oportunidades económicas.
Los impactos socioeconómicos ponen de relieve la necesidad apremiante de estrategias que aborden las consecuencias a corto y largo plazo de El Niño. Es necesario que exista cooperación entre sectores y fronteras para reforzar la resiliencia y proteger a las comunidades vulnerables.
Respuestas políticas actuales y sus desafíos
En Barbados, a pesar de la implementación de iniciativas de capacitación para agricultores sobre prácticas climáticas, aún se requiere una implementación extensiva a mayor escala, junto con la integración en políticas de gestión de los recursos hídricos. Se debe hacer hincapié en mejorar la infraestructura para almacenar agua de manera eficiente durante períodos de excedentes y distribuirla de manera eficaz durante las sequías.
La respuesta de Jamaica a El Niño implica la promoción de cultivos de sequía y métodos de riego eficientes, como el de goteo. Sin embargo, el establecimiento de una política a largo plazo sigue siendo un obstáculo. Los esfuerzos deben concentrarse en desarrollar infraestructura que no sólo aborde El Niño, sino que también mitigue los impactos más amplios del cambio climático.
Panamá ha enfrentado sequías severas que han afectado a su sector agrícola, así como al funcionamiento del Canal de Panamá, que es vital para el comercio mundial. En respuesta, el gobierno trabaja para mejorar la gestión de los recursos hídricos y mejorar los métodos para hacer frente a las condiciones climáticas cambiantes. A pesar de estas iniciativas, todavía existe la necesidad de estrategias que combinen la adaptación climática con la planificación económica para garantizar la sostenibilidad y la resiliencia.
En Trinidad y Tobago, el sector energético ha sido el foco principal de este estado de dos islas, y esto se ha combinado con la importancia decreciente de la agricultura y su contribución al producto interno bruto (PIB). Esto resalta la necesidad de un enfoque renovado que priorice la sostenibilidad y la resiliencia climática en previsión de la ocurrencia de El Niño, especialmente dentro del sector agrícola.
Los graves impactos de El Niño en América Central y el Caribe exigen un enfoque unificado que vaya más allá de las acciones nacionales individuales. Este enfoque debe ser multifacético y concentrarse en reforzar la resiliencia, mejorar la gestión de los recursos hídricos y mejorar la preparación y las capacidades de respuesta ante desastres.
Este enfoque debe incluir la integración de la adaptación climática en las estrategias. Al crear directrices regionales que adopten técnicas agrícolas climáticamente inteligentes, como variedades de cultivos resistentes a la sequía y métodos avanzados de riego, la región puede soportar mejor los patrones climáticos impredecibles.
Recomendaciones para un sector agrícola más resiliente:
Para mantener la productividad agrícola, es necesario invertir en infraestructura resiliente al clima. Esto puede incluir defensas mejoradas contra inundaciones, mejoras en los sistemas de recolección de agua de lluvia y el desarrollo de redes de transporte para garantizar el movimiento eficiente de los productos agrícolas. Además, mejorar la capacidad de los sistemas de gestión del agua para almacenar y distribuir el agua de manera eficiente será crucial durante los períodos de escasez.
Una plataforma de intercambio de datos puede ayudar a una mejor preparación para los eventos de El Niño. Esta plataforma debería compartir datos en tiempo real sobre patrones climáticos, rendimientos de cultivos y niveles de agua entre países. El aprovechamiento de tecnologías como imágenes satelitales e inteligencia artificial puede mejorar significativamente la precisión de los pronósticos meteorológicos y la planificación agrícola. La cooperación debería extenderse más allá de las agencias gubernamentales para incluir a las organizaciones no gubernamentales, donantes internacionales, la sociedad civil, comunidades científicas y el sector privado.
Los gobiernos de toda la región deben entablar un diálogo y colaborar, dejando de lado las diferencias para abordar las amenazas ambientales y económicas comunes. Los encargados de formular políticas deberían facilitar un entorno para compartir recursos, intercambiar conocimientos y realizar iniciativas transfronterizas destinadas a abordar los impactos de El Niño.
Además, entidades como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo desempeñan un papel en la oferta de asistencia financiera. Estas organizaciones pueden impulsar proyectos e iniciativas a gran escala que van desde la financiación de estudios climáticos hasta la facilitación de la adopción de tecnologías.
Es esencial involucrar a las comunidades en el centro de los planes de preparación para El Niño. El empoderamiento de los agricultores y los grupos comunitarios mediante la educación, la capacitación y los recursos para la implementación de métodos agrícolas garantizará la resiliencia de las bases. Las campañas de divulgación pública pueden crear conciencia entre las poblaciones sobre El Niño y sus impactos, alentando los esfuerzos de preparación dirigidos por la comunidad.
Finalmente, el sector privado, que comprende las empresas agroindustriales y tecnológicas, puede introducir innovaciones en semillas, herramientas agrícolas y prácticas de conservación del agua. Esta colaboración puede asegurar inversiones para la investigación de tecnologías que mejoren la resiliencia a las fluctuaciones climáticas.
Conclusión
Si bien El Niño presenta desafíos, también ofrece una oportunidad para mejorar la resiliencia a través de la innovación y la colaboración. Al adoptar un enfoque basado en la evidencia, América Central y el Caribe pueden mitigar los impactos negativos de El Niño y avanzar hacia un futuro más sostenible para la agricultura regional.
Las políticas deben ser flexibles, inclusivas y sólidas para adaptarse al cambio climático y a los cambios económicos en nuestra región.
*Chaya La Pierre y Zuhelen Padilla-Barrera son coautoras de este texto
Autor
Doctora en Gestión Agropecuaria. STeP Fellow del Instituto interamericano para la Investigación del Cambio Global, IAI. Investigadora de SENACYT-Panamá.
Doctora en Geografía por la Universidad de las Indias Occidentales (Jamaica). Actualmente es becaria de STeP en el IAI y forma parte de la junta directiva de Jamaican Women in Coffee (JAWiC), la sección nacional de la IWCA.
Licenciada en geografía y gestión ambiental. Becaria del Programa de Mejora de la Resiliencia Climática de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica – Centro de Gestión de Recursos y Estudios Ambientales.