En un escenario global marcado por el ascenso de la extrema derecha conservadora, valores y creencias antagónicas dividen profundamente a las sociedades democráticas. Términos como feminismo, LGBTQIA+, clima, afrodescendientes y pueblos indígenas pueden influir en las elecciones, especialmente en tiempos de fuerte polarización. La campaña de Kamala Harris ilustró bien esta dinámica: aunque defendió cuestiones feministas, como el derecho al aborto, Harris evitó usar el término feminismo. Su estrategia fue clara: priorizar expresiones como los derechos humanos, la justicia social y la igualdad civil para llegar también a los votantes que no se identifican con el movimiento feminista.
El acto de nombrar una agenda va mucho más allá de una formalidad política, es una acción estratégica fundamental. No es casualidad que los estudios sobre la formación de la agenda converjan en un punto crucial: para que un tema gane relevancia en la agenda, su presentación debe ser cuidadosamente preparada para asegurar su aceptación por parte del público objetivo. La elección de las palabras y la estrategia de comunicación pueden determinar qué temas ganan visibilidad y cuáles quedan al margen o se excluyen deliberadamente del debate público.
La experiencia norteamericana no fue aislada. En 2022, Suecia sorprendió a todos al eliminar el término feminista de su política exterior, precisamente el país que, en 2014, había sido el primero en adoptar oficialmente una Política Exterior Feminista (PPF). Tobias Billström, entonces ministro de Asuntos Exteriores sueco, justificó la decisión afirmando que “las etiquetas tienden a oscurecer el contenido”. La declaración causó sorpresa, ya que el feminismo y la igualdad de género se habían mencionado con frecuencia en discursos anteriores para resaltar la trayectoria de Suecia en la promoción de políticas de género.
El rechazo al uso del término feminismo también aparece en el caso argentino, pero de forma mucho más agresiva que en el contexto sueco. Argentina, históricamente líder regional en debates sobre los derechos de las mujeres y de las personas LGBTQIA+, enfrenta un retroceso en estas políticas bajo la presidencia de Javier Milei, elegido en 2023. Milei critica abiertamente el feminismo, calificándolo de “lucha ridícula” y “agenda socialista disfrazada”. Aunque el país no contó con una Política Exterior Feminista oficial, mantuvo iniciativas relevantes bajo el liderazgo de la Representante Especial para Asuntos Feministas, Marita Perceval. Desde que asumió el cargo, Milei ha abolido el Ministerio de la Mujer y ha recortado la financiación de programas centrados en cuestiones feministas y LGBTQIA+.
Tendencia
Un estudio reciente del Observatorio de Política Exterior Feminista Inclusiva (OPEFI) vincula la eliminación del término “feminista” en la política exterior con la tendencia mundial de fortalecimiento de la extrema derecha conservadora. Los ataques a las normas de igualdad de género a nivel nacional e internacional, aunque no son nuevos, han ganado fuerza e intensidad en los últimos años. Uno de los efectos inmediatos de este proceso ha sido la exclusión deliberada de las discusiones sobre el feminismo de las prácticas externas del Estado.
La investigación de OPEFI encontró que, en los casos de Argentina y Suecia, las cuestiones feministas fueron presentadas como secundarias o contraproducentes frente a desafíos “más urgentes”, como la seguridad y la economía. Como consecuencia de ello, las reflexiones críticas sobre el género y la raza han sido marginadas o sistemáticamente borradas de las acciones de política exterior.
Mientras Suecia sostiene que abandonar el término feminista no significa el fin de los esfuerzos por la igualdad de género, la Argentina de Milei se empeña en presentar al feminismo como una amenaza a la sociedad y lucha por su completo abandono.
Deconstrucción de la relevancia de los feminismos
Otro punto que plantea el estudio es que los actores conservadores y de extrema derecha invierten activamente en deconstruir la relevancia del feminismo. El discurso del gobierno busca disociar la agenda feminista de las políticas públicas, reforzando la percepción de que estas iniciativas son incompatibles con los valores y costumbres nacionales. En estos casos, los conceptos se reinterpretan para adaptarlos a la conveniencia política y fortalecer una ideología antigénero.
Esta dinámica pone de relieve la creciente fragilidad de los valores que han sustentado el orden liberal internacional desde el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2025 representa un impulso significativo al conservadurismo de extrema derecha, dando legitimidad y alcance global a discursos que socavan los principios de igualdad y diversidad.
Trump distorsiona y rechaza las ideas de género y raza, creando un terreno fértil para discursos reaccionarios. Declaraciones como “hemos acabado con la tiranía de las políticas de diversidad, equidad e inclusión” y “hemos firmado una orden ejecutiva que oficializa la política estadounidense de que solo hay dos géneros: masculino y femenino” ilustran cómo el rechazo a la agenda de diversidad se ha convertido en un pilar central del trumpismo. Más que mera retórica, estas declaraciones consolidan un proyecto político orientado a desmantelar las estructuras institucionales orientadas a la igualdad de género.
La administración Trump fortalece a la derecha radical en Estados Unidos e inspira políticas similares en el exterior, impulsando retrocesos en derechos ya conquistados. Estados Unidos y Argentina ahora comparten una cruzada moral contra la llamada ideología “woke” y las políticas hacia las personas trans. En el Foro Económico Mundial de 2025, Milei calificó al woke como un “virus mental”. Trump declaró ante el Congreso de Estados Unidos que Estados Unidos “ya no es woke” y ahora tiene una orden ejecutiva que prohíbe a las escuelas públicas “adoctrinar a los niños con ideología transgénero”, una medida seguida por Milei, quien derogó la Ley de Identidad de Género de Argentina.
En este contexto, conectar los feminismos y la política exterior se vuelve aún más difícil. Los ataques a las normas de género van más allá de los cálculos electorales; son parte de un proyecto político más amplio para reconfigurar los parámetros globales. A medida que los líderes populistas de extrema derecha ganan espacio y legitimidad para cuestionar estas cuestiones, el debate trasciende al uso de ciertas palabras. Los logros de los movimientos feministas corren el riesgo de quedar marginados, reducidos a un papel secundario o incluso borrados del debate público.