La última ronda de confrontaciones iniciada el 7 de octubre entre las milicias palestinas de Hamás e Israel ya ha dejado más de 24.000 palestinos y 1.200 israelíes asesinados. Sin embargo, sus consecuencias no se limitan a Medio Oriente. Comunidades judías e islámicas de todo el mundo están a merced del aumento del antisemitismo y la islamofobia, discursos de odio sutilmente incrustados en la sociedad occidental.
Los gobiernos progresistas latinoamericanos han hecho un llamado por la defensa de los derechos humanos y por un alto el fuego que pueda ayudar a solucionar la grave crisis humanitaria que está viviendo el pueblo palestino en Gaza. En el mismo sentido, han calificado como crímenes de guerra los bombardeos indiscriminados del ejército israelí como respuesta al ataque terrorista de Hamás y han denunciado la ocupación y la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania por parte de Israel que violan el Derecho Internacional.
Pero dentro de estas posiciones también se han reproducido, voluntaria o involuntariamente, símbolos y narrativas antisemitas. En Argentina, un edificio donde viven algunas familias judías fue marcado con la estrella de David, tal como hicieron los nazis en la Noche de los Cristales Rotos. Un destino similar padecieron la embajada israelí y una sinagoga en Bogotá, Colombia, que fueron vandalizadas con símbolos nazis. Así mismo, según la Confederación Israelita de Brasil (CONIB), las denuncias por antisemitismo han aumentado un 961% en el país.
La comunidad judía en América Latina advierte sobre el aumento de los discursos de odio
“Se puede ser pro-palestino sin necesidad de ser antisemita”, nos dice Fernando Lottenberg, comisario de la OEA para el monitoreo y lucha contra el antisemitismo. Para él, uno de los aspectos centrales en los que recae el antisemitismo es en culpar a toda la comunidad judía por las acciones del Estado de Israel. Esto se refleja en el ataque a sinagogas y en el señalamiento y vandalismo a bienes de la comunidad judía. Además, agrega que “los ataques a las comunidades judías generalmente desembocan en ataques al sistema democrático”.
“El crecimiento de los discursos antisemitas en Colombia está generando en la comunidad un sentimiento de inseguridad”, nos cuenta Eli Akerman, joven israelí-colombiano crítico del gobierno de ultraderecha israelí. Para él, es necesario tener mucho cuidado con los símbolos que se utilizan en los discursos referentes al conflicto en Gaza, ya que pueden reproducir estereotipos racistas que tienen un gran impacto social y ponen en peligro a la comunidad judía alrededor del mundo.
La actual coyuntura ha demostrado que lo que pasa en Medio Oriente afecta a todas las comunidades judías. En Daguestán (sur de Rusia), una turba irrumpió en el aeropuerto local para atacar a los pasajeros de un vuelo llegado desde Tel Aviv. En ese orden de ideas, Michael Rosenthal, activista por la paz y estudiante de Relaciones Internacionales, afirma: “La comunidad judía en América Latina no funciona en un vacío, los ataques a los judíos en todo el mundo duelen igual en todas las comunidades porque siempre estamos en constante contacto”.
Para él, la inversión y banalización del Holocausto, así como la demonización de la comunidad judía, están cada vez más presentes en los discursos referentes al conflicto en Gaza, especialmente en las redes sociales. En Estados Unidos uno de cada cinco jóvenes menores de 30 años cree que el Holocausto es un mito, según una encuesta reciente de The Economist.
Michael, junto a otros jóvenes judíos colombianos que votaron por la izquierda en las últimas elecciones presidenciales, escribió una carta al presidente de Colombia, Gustavo Petro, manifestando su indignación por no condenar directamente la masacre del 7 de octubre por parte de Hamás, a la vez que reconocen y condenan las acciones del ejército israelí en Gaza, así como la política de Israel frente a los palestinos de los últimos años.
Reconocer el carácter estructural del antisemitismo en nuestra sociedad
El antisemitismo está profundamente vinculado la historia de “Occidente” y ha sido utilizado por las élites gobernantes como chivo expiatorio para desviar la atención de los problemas de corrupción y mal gobierno, nos recuerda Joel Klahr, psicoanalista judío colombiano. El antisemitismo como discurso de odio tiene la particularidad, tanto desde la izquierda como desde la derecha, de representar a la comunidad judía como un grupo que está siempre en la cima, “aliado” del poder dominante.
Estos aspectos incrustados en la psicología colectiva vienen acompañados de estereotipos físicos asignados históricamente a la comunidad judía, como los reproducidos por el popular caricaturista colombiano Matador, que al intentar desarrollar una crítica contra Israel termina reproduciendo diferentes clichés antisemitas, acusándolos de considerarse una raza superior y demonizándolos por las acciones del Estado de Israel.
Aunque el antisemitismo se desarrolló principalmente en la derecha conservadora, se debe reconocer que en la izquierda hay particularidades que reflejan también la existencia de prejuicios y libelo antisemitas. La representación del judío como blanco, parte de la élite financiera y representante de los intereses “imperialistas” occidentales ha hecho parte de los discursos emancipatorios alrededor del mundo. En su libro Sobre la cuestión judía, Marx afirmaba: “¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés egoísta. ¿Cuál es el culto secular practicado por el judío? La usura. ¿Cuál su dios secular? El dinero”.
Todos estos estereotipos son fáciles de desmontar. Es importante estudiar la historia moderna para entender, por ejemplo, que la mayoría de los judíos europeos antes del Holocausto vivían en comunidades agrícolas humildes (Shetl) en la Europa oriental, mientras que otros hacían parte de la clase intelectual realizando grandes aportes en todos los campos del conocimiento. Aun así, estas comunidades fueron perseguidas no solo por el nazismo y el zarismo ruso, sino también por el estalinismo.
El compromiso del progresismo por desmontar el racismo estructural debe también implicar una lucha frontal contra el antisemitismo. Esto implica diferenciar a la comunidad judía de las acciones de un individuo o una institución, pero también educarnos para no reproducir símbolos que reproducen cualquier discurso de odio. Reconocer que la comunidad judía ha sido perseguida durante toda su historia y en todas partes del mundo es indispensable en esta deconstrucción.
“Combatir al antisemitismo como si no hubiera ocupación y combatir la ocupación como si no hubiera el antisemitismo”
Esta frase guía el trabajo del periodista argentino-israelí Ezequiel Kopel, quien dedica su trabajo a reflejar la realidad de Medio Oriente para para el público latinoamericano. Él reconoce que, en algunas ocasiones, la retórica antisemita está presente en las críticas a Israel, pero también señala que dentro del campo pro-Israel hay quienes les interesa confundir cualquier crítica al país con antisemitismo: “Antisemitas como Donald Trump y Elon Musk tienen pase libre porque apoyan a Israel, mientras que a cualquier persona que critique a Israel se la califica como antisemita”.
Criticar el accionar de cualquier Estado es legítimo. Organizaciones como Jewish Voice for Peace (Voz Judía a favor de la Paz) en Estados Unidos, Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio) y B’tselem han denunciado la política de ocupación y la sistemática violación de Derechos Humanos cometidos por Israel antes y después del 7 de octubre. La clave para no caer en algún tipo de discurso de odio está en el tipo de lenguaje y símbolos que se utiliza.
Un último aspecto para resaltar es el uso de un doble rasero o estándar frente a Israel. Un claro ejemplo de esto nos lo brinda Marcos Peckel, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario y director de la Confederación de Comunidades Judías en Colombia, al señalar que la comunidad internacional no reaccionó de la misma manera con la limpieza étnica de los armenios de Nagorno-Karabaj ni con el bombardeo de campos de refugiados palestinos en Siria por parte de Bashar al-Assad.
Más allá de señalar las particularidades del conflicto palestino-israelí, esta crítica permite reconocer la necesidad de defender valores universales por encima de bandos concretos. Esto nos obliga no solo a denunciar todas las violaciones de Derechos Humanos y opresiones de un grupo nacional sobre otro (como en Turquía con los kurdos o en Irán con los baluchíes), sino también denunciar el terrorismo y el ataque a civiles, vengan de donde vengan.
La lucha contra el antisemitismo debe ser parte fundamental de las reivindicaciones progresistas, así como lo deben ser la lucha en contra la islamofobia, la ocupación de Cisjordania y la violación de los derechos del pueblo palestino. La clave está en conocer la historia para no reproducir estigmas racistas mediante el uso de términos y símbolos en nuestro discurso.
Autor
Politólogo y magíster en Economía Política Global de la Universidad de Kassel, Alemania. Especializado en la intersección entre desarrollo y conflictos globales en Medio Oriente y América Latina. Coordinador de Relaciones Internacionales para la red EsDePolitólogos y es miembro de la Red de Innovación Política de América Latina.