Mientras los problemas globales como el cambio climático, la inflación y las guerras se agravan, líderes autoritarios de línea dura se consolidan en el poder, exacerbando las tensiones. En Europa, la ultraderecha avanza con Viktor Orbán en Hungría, Georgia Meloni en Italia y el auge de movimientos nacionalistas en Francia, Austria y Holanda entre otros. En Asia, Xi Jinping refuerza el control absoluto en China, Vladimir Putin lidera una autocracia en Rusia, y gobiernos como los de Irán, India y Turquía muestran tendencias autoritarias. En EE.UU. Donald Trump y el Partido Republicano acaban de ganar las recientes elecciones presidenciales, del Senado y la Cámara de Representantes y en América Latina, sistemas autocráticos persisten en Cuba, Nicaragua, El Salvador y Venezuela. Mientras tanto, en México la dupla AMLO-Sheinbaum amenaza con convertir al país en una nueva autocracia con una oposición, que con la nueva legislación, tendrá aún más difícil ganar una elecciones.
Es decir, a primera vista el mundo está gobernado por los duros de la política, y eso no es buena noticia para la humanidad. Porque estas posiciones se caracterizan no por el juego democrático de las alternancias sino, en lo interno, por el control o modificación de las instituciones, y, en lo externo, por el juego de bloques, que tiene un alto componente militar. Esto explica lo que sucede hoy dramáticamente en Ucrania, el Líbano y la Franja de Gaza.
Y en esta lógica autoritarista, en México se ha impuesto una reforma del Poder Judicial en contra de la mayoría de los ministros en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que implica que los actuales miembros serán despedidos y que los próximos jueces, magistrados y ministros serán elegidos popularmente en las urnas. Estos, además, estarán limitados por nuevas instituciones de control de la coalición dominante.
Con esta reforma, México deja atrás un modelo democrático pluralista imperfecto pero que durante décadas fue capaz de auto reformarse a través de las sucesivas reformas electorales y así continuar garantizando el juego democrático y la representación política plural.
Estados Unidos vs. México
Pero el próximo desafío para México, no está tanto dentro del país sino fuera. Y el primer punto es que Trump ha utilizado a México como parte estratégica de su campaña electoral para obtener la victoria, ratificando en su discurso triunfal ante miles de estadounidenses, la importancia de las fronteras en un claro mensaje al gobierno mexicano.
Para Trump, los republicanos y sus votantes, parte de sus problemas tienen que ver con México: la relocalización de empresas chinas al país para exportar luego a los mercados del norte; la migración mexicana e internacional que cruza el país; la producción y exportación de fentanilo que se distribuye en las calles estadounidenses causando decenas de miles de muertes, y los cárteles de la droga, que ven como parte de un sistema político-criminal.
En este marco, los cambios constitucionales y reglamentarios en materia judicial en México muestra que el país no otorga garantías para los intereses estadounidenses. Esto pone en entredicho la vigencia del T-MEC, que será tema de “renegociación”, no revisión, en los próximos años. Este no es un asunto meramente semántico, pues transformaría el entramado comercial.
En tanto, la presidenta Sheinbaum abraza la idea de que en las campañas electorales se expresan emociones para conseguir votos, pero que tras las elecciones las aguas vuelven a su cauce. Por lo tanto, en breve se convocaría a reuniones de alto nivel para limar asperezas tras los dichos políticos en campaña y se proseguiría a definir la política bilateral a seguir.
Esta es un opinión optimista, porque parecería que Trump va por la enchilada completa y, seguramente, intentará hacer lo que hizo con AMLO a través de Marcelo Ebrard, doblegar a Sheinbaum con la reiterada amenaza de alzar los aranceles de importación si no controla la migración ilegal y los flujos de drogas hacia Estados Unidos.
Esto lleva a suponer que la presión de Trump será muy fuerte, tanto en la vía migratoria como la comercial, especialmente en lo que tiene que ver con el nearshoring y las inversiones chinas en México y la captura, quizá, ya no solo de miembros de los cárteles sino de narcopolíticos.
Ante este escenario adverso, en breve veremos las cosas, no en clave bilateral, sino en política de bloques. Y eso despierta todo tipo de conjeturas en cuanto a la relación entre México y Estados Unidos. En definitiva, México es parte de las nuevas tendencias duras que marcan las identidades políticas autocráticas del mundo y el sistema de bloques. Esto podría deparar un futuro más incierto que el conocido hasta ahora para lo cual será necesario operadores internacionales con mucha experiencia diplomática, más que políticos duros e ideologizados.
Autor
Profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México