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Hacia una relación estratégica entre América Latina y el Caribe y la OCDE

La adopción del Marco Estratégico de la OCDE para América Latina y el Caribe marca un punto de inflexión hacia una relación más profunda, con impacto en la gobernanza global y el desarrollo regional.

La adopción del Marco Estratégico de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para América Latina y el Caribe constituye uno de los resultados más significativos de la reunión ministerial anual del Consejo de la OCDE (Ministerial Council Meeting, MCM), celebrada el 3 y 4 de junio bajo la presidencia de Costa Rica. Se trata a la vez de un punto de llegada y de partida en la evolución y transformación de la relación entre la OCDE y la región. La comprensión y aprehensión de este Marco, el camino recorrido para su adopción y el camino a recorrer a partir de ahora nos llevan a plantearnos varias preguntas y a considerar diferentes perspectivas y aproximaciones.

La OCDE nacen de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, del Plan Marshall como iniciativa para la construcción de la paz a través del desarrollo y la prosperidad económica compartida, y de la conformación de estándares orientadores a establecer políticas que mejoren vidas a través del ciclo standard setting-monitoring-cooperation.

La OCDE se define en lo sustantivo por la E de economía y la D de desarrollo, y en lo operativo por la C de cooperación, como dinámica no solo hacia dentro, entre sus estados miembros y sus sociedades, sino también hacia fuera, en clave de funcionamiento del sistema y la sociedad internacional y el resto de sus actores relevantes. La O de organización implica institucionalidad y actuación conforme a normas hacia dentro y la voluntad de intervenir hacia fuera.

La cooperación y actuación internacional contribuyen a la gobernanza global y a la procuración de bienes públicos globales. Pero también son fundamentales para afrontar los retos comunes de las transiciones ecológica, demográfica, digital, social y hacia el desarrollo sostenible, así como los que nos plantean el cambio climático, la reducción de las desigualdades socioeconómicas y de género o la inteligencia artificial para el futuro de la humanidad y del planeta.

Los miembros de la OCDE representaban en su fundación en torno al 65 % del PIB mundial. Hoy representan en torno al 35 %, por lo que los procesos de adhesión, las negociaciones y las relaciones exteriores y globales son claves para la realización de su propósito establecido en su convenio fundacional y en el Vision Statement adoptado en 2021 con ocasión de su 60 aniversario.

Es en esa perspectiva que las negociaciones en curso para la adhesión a la OCDE de Argentina, Brasil, Bulgaria, Croacia, Indonesia, Perú, Rumanía y Tailandia, así como el desarrollo de las relaciones globales de la OCDE —reflejadas en el planteamiento de su Estrategia de Relaciones Globales y en la acción mediante los instrumentos a través de los cuales se canaliza—, adquieren su verdadera dimensión y sentido. En ese marco se enmarcan también sus relaciones con América Latina y el Caribe.

Es en esa perspectiva que cabe contemplar la conformación de las relaciones exteriores y globales de la OCDE, así como el desarrollo de sus planteamientos e instrumentos, en la doble dirección de su contribución a la gobernanza global y a los bienes públicos globales, y del equilibrio geográfico en su desarrollo. Entre estos instrumentos, además de la relación con los key partners —Brasil, China, India, Indonesia y Sudáfrica— y los programas de cada país, resultan fundamentales los programas regionales, iniciados en 2014 con el creado para el Sudeste Asiático y, en 2016, con el Programa Regional de la OCDE para América Latina y el Caribe (PRALC), articulador de la cooperación y la relación global con la región.

Al mirar hacia atrás y contemplar el camino recorrido con miras a la conmemoración de su décimo aniversario en 2026, no podemos dejar de resaltar la cooperación desarrollada, fundamentalmente, en torno a sus cuatro ejes temáticos: productividad, inclusión social, gobernanza y sostenibilidad medioambiental. También destacan las cumbres ministeriales temáticas sobre estos ejes. Asimismo, resulta clave la institucionalidad proporcionada por su Comité de Dirección y su Consejo Asesor, que aglutina a los Estados miembros de la OCDE y a los países latinoamericanos miembros de su Centro de Desarrollo. Esta estructura funciona bajo copresidencias trienales, conformadas por un Estado miembro de la OCDE y otro latinoamericano no miembro. Actualmente, ocupan esas copresidencias Colombia y Paraguay, quienes cederán el testigo a Costa Rica y Uruguay en la próxima cumbre ministerial de noviembre en Asunción.

Mirando hacia adelante, tras la adopción del Partenariado de la OCDE con África y de su Marco Estratégico para el Indo-Pacífico —y su desarrollo en las reuniones anuales precedentes del Consejo de la OCDE—, se plantea un reto de equilibrio geográfico al que responde la adopción del Marco Estratégico de la OCDE para América Latina y el Caribe. Pero no solo eso: partiendo de su membresía actual, la posible adhesión de Argentina, Brasil y Perú implica que en la OCDE estarán representados el 76 % de la población y el 80 % del PIB de la región; el 80 % de la población y el 92 % del PIB del Sistema Iberoamericano, y el 84 % de la población y el 96 % del PIB del Sistema Interamericano. Esto supone asumir —tanto en la OCDE como en la región— un cambio cualitativo y paradigmático: que la OCDE es también una organización de y para América Latina y el Caribe y que debe desarrollarse en toda su potencialidad.

Con su definición de fines e intereses compartidos, objetivos, principios para un compromiso renovado y mecanismos de implementación, el Marco Estratégico constituye, al mismo tiempo, una manifestación de esa asunción y visión, y un instrumento para su desarrollo. Es un punto de llegada y de partida, con vocación de convertirse en un punto de inflexión.

Es punto de llegada de un proceso que nos ha llevado desde la visión y ambición de conformarlo hasta el proceso negociador que concluyó con su adopción por consenso de todos los Estados miembros de la OCDE. A partir de ahí, se plantea el doble reto de, por un lado, elaborar para la MCM de 2026 un Plan de Implementación que permita traducir en realidad la visión definida, y dar así un impulso político y operativo a la relación de la OCDE con —y en— la región. Y, por otro lado, hacer de la Reunión Ministerial del Programa Regional de 2026 —con ocasión del décimo aniversario de dicho programa— una reunión de planeamiento e impulso global de la relación, con la participación de los ministros de Exteriores o los responsables de la OCDE, según corresponda. España, coincidiendo con su Secretaría Pro Témpore de la Cumbre Iberoamericana de 2026, se ha ofrecido a acoger dicha reunión.

Al tiempo que se avanza en las negociaciones de adhesión destinadas a conformar esa transformación cualitativa y paradigmática de la condición y dimensión latinoamericana de la OCDE, se nos plantea el reto de dotarnos de la hoja de ruta que haga de la potencialidad realidad y nos permita avanzar en la conformación de mejores políticas para mejores vidas para todos, en el desarrollo y la humanidad compartida.

Autor

Diplomático y Doctor en Ciencias Políticas. Ha desempeñado diferentes responsabilidades en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España y ha estado destinado en Estrasburgo ante el Consejo de Europa y en París ante la OCDE.

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