La Cuarta Transformación (4T), propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador, se acerca a un punto culminante. En 2024 se determinará si el proyecto tendrá continuidad o será parado en seco por la oposición. En ese contexto, conviene preguntarse si lo que se destaca de la 4T es su historia o su argumento.
Las palabras “historia” y “argumento” no significan lo mismo. En el libro publicado en noviembre de 2022, Cómo piensan los escritores, Richard Cohen cita al escritor E. M. Forster, quien en sus clases de literatura estableció una célebre distinción entre ambas palabras: “Una historia es: ‘El rey murió y luego murió la reina’. Un argumento es: ‘El rey murió y luego la reina murió de pena”.
Desde una perspectiva literaria, hay una diferencia sustancial: la historia es una mera descripción, un nivel inferior frente al argumento. Este último tiene como atributos la explicación, la causalidad, la justificación.
Existe una paradoja: el presidente de México que más se ha empeñado en comunicar no parece haber dado todavía el salto de la historia al argumento. En sus conferencias matutinas, conocidas como “las mañaneras”, ejerce más el oficio de historiador, que tanto le apasiona, que el de novelista, el cual les imprime profundidad y contenido a sus dichos. Hay una marcada distancia entre la superficialidad y la complejidad.
Es verdad que la superficialidad ayuda a que la mayor parte del público entienda mejor lo que se relata, pero abusar de la sencillez va en detrimento de la exigencia porque necesariamente la primera va acompañada de la ausencia de detalles y matices.
En los menos de dos años que le quedan para abandonar el poder, la tarea del gobierno federal encabezado por López Obrador tendrá que evidenciar que se vive una Cuarta Transformación o que, por lo menos, se están sentando las bases de esta. Resultados concretos más que aspiraciones.
El presidente mexicano acumula ya más de mil conferencias matutinas en las que informa sobre el estado que guarda el país. En la primera que realizó hace ya cuatro años, el 3 de diciembre de 2018, las calificó de “ejercicio de comunicación inédito”.
A partir de entonces, y hasta finales del año pasado, la numeralia era la siguiente: 1.004 conferencias de prensa matutinas ordinarias, de las cuales, 897 se hicieron en el Palacio Nacional y el resto en el interior del país. Habría que agregar las conferencias extraordinarias y las presididas por los secretarios de Gobernación de turno, para sumar un total de 1.026.
Todos los días, de lunes a viernes, del 3 de diciembre de 2018 al 23 de diciembre de 2022 las conferencias se han hecho sin falta. En esos cuatro años, no se ofrecieron solo en 43 días, por motivos diversos, como las festividades de Navidad y Año Nuevo, viajes del presidente a Estados Unidos o la presentación de informes de gobierno.
En diferentes sectores se han cuestionado los mensajes del presidente que han sido emitidos durante dichos ejercicios mediáticos hasta el punto de que algunos medios han afirmado que se pueden contar hasta 94.000 falsedades durante esas más de mil conferencias. Se trata de una cifra muy superior a la del expresidente Donald Trump, a quien se le atribuyen 30.573 mentiras o datos falsos en cuatro años de gobierno.
También pueden señalarse declaraciones desafortunadas. La más reciente, cuando el presidente López Obrador dijo que ayudar a los pobres es parte de su estrategia política: “Ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos. No así con sectores de clase media ni con los de arriba, ni con los medios ni con la intelectualidad. No es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”.
Lo cierto es que se ha privilegiado la historia y, con ello, el discurso más propio para el acceso que para el ejercicio del poder. Preocupa que, imbuidos en la aridez y fricciones propias de la liza electoral, que prácticamente ya está en marcha rumbo a los comicios presidenciales de 2024, se posponga los argumentos que demuestren la implementación de una transformación de tal talante que sea comparable con la independencia, la reforma y la Revolución mexicana. La 4T solamente como un hecho histórico, no como un hito argumental.
Una historia es: “El presidente ganó la elección en 2018 y luego se habló de una transformación”. Un argumento es: “El presidente ganó la elección en 2018 y luego se habló de una transformación a partir de los cambios sustanciales que trastocaron al régimen político”. La historia está por contarse; los argumentos están a la espera de ser esgrimidos.
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Autor
Profesor e investigador de tiempo completo en la Univ. de la Ciénega del Estado de Michoacán (México). Doctor en Estudios Sociales con especialidad en Procesos Políticos por la Univ. Autónoma Metropolitana (UAM). Miembro del SNI-Co.