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La duda y la esperanza: ¿será Lula el post-Lula?

«Cuando llegué, varias mujeres y hombres vinieron a recibirme llorando y diciendo que soy su última esperanza. Sé que no puedo fallar, sé que no puedo traicionar el sueño de millones y millones de brasileños que están junto a mí».  El ex presidente Lula hizo esta afirmación en un discurso en Fortaleza al inicio de la campaña para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2002, cuando ganó su primera disputa electoral.

Luiz Inácio Lula da Silva, tras sucesivas derrotas, sabía que había llegado el momento de su oportunidad histórica. Al mismo tiempo, demostró, en varias ocasiones, que era plenamente consciente de que simbolizaba la victoria de la democracia por su origen obrero. Las conquistas deseadas por el pueblo brasileño se sintetizaban en la figura de Lula, y el pacto social se condensó en el propio líder de masas.

Como presidente, Lula promovió una combinación de política económica liberal y política social compensatoria. De este modo, su gobierno fue estableciéndose hábilmente como una socialdemocracia tardía en América Latina, favorecida por la situación económica internacional. Sin embargo, la conciliación desde arriba tuvo un alto costo.

En la economía, la herencia convirtió al gobierno de Dilma en un desastre: desempleo del 11,5% y crecimiento del PIB por debajo del 2% anual. En la política, los conflictos, debidos a intereses antagónicos y al sistema corrupto -reiterado por su gobierno-, hicieron explotar los puentes que antes preservaban el vínculo entre «los de abajo» y «los de arriba». La convivencia del PT con los beneficios del poder hizo que se sometiera silenciosamente, legitimando el sistema hasta entonces criticado. El PT no reaccionó, y mucho menos «revolucionó». Cuando Lula comprendió lo que estaba ocurriendo ya no había tiempo ni credibilidad para reeditar el pacto social, y asistió, sin acción, a lo que fue acuñado por el PT como un golpe jurídico-parlamentario: el impeachment de la presidenta Dilma.

Sin embargo, en poco más de cinco años, la correlación de fuerzas de ese sistema cambió de rumbo. La operación Lava Jato, que había sido la redención ética, se vio desprestigiada en gran medida por los abusos del ex juez Sergio Moro. El ex presidente Lula pasó de ser un condenado a absuelto y víctima de la justicia, recuperando sus derechos políticos. La ineficacia del gobierno de Bolsonaro terminó por acelerar el rescate de la figura del ex presidente Lula. El actual presidente brasileño se muestra incapaz de dirigir el país, lanzando a todos a la aventura. Además de estar moralmente debilitado por las fuertes evidencias de corrupción en su familia y colaboradores cercanos, muestra no sólo incapacidad política sino también incompetencia de gestión. A esto se suma la indiferencia por la ciencia en medio de la pandemia del siglo, lo que lo convertirá, ante la historia, en el líder con menos aptitudes para el más alto cargo de la república. 

Esta situación ha vuelto a poner al ex presidente Lula en el punto de mira y en el horizonte de los brasileños, que recuperan con nostalgia su periodo como referencia del mejor momento de la economía en décadas. Y como en Brasil el personalismo rige la vida política, Lula es evaluado por separado de Dilma. El nefasto gobierno de la ex presidenta no se le imputa a Luiz Inácio Lula da Silva. Los errores cometidos fueron de ella, y por eso cayó. Desde un punto de vista estratégico, el hoy candidato Lula intenta criticar el mandato de su sucesora, de la que fue deliberadamenete garante. De esta forma, el líder obrero, en un escenario inimaginable hace dos años, resurge y, una vez más, comienza a materializar la esperanza del pueblo brasileño, según las encuestas presentadas por los grandes medios de comunicación.

¿Pero qué Lula se presentará a Brasil en 2022? ¿El Lula radical de 1989, el que se reunió con Brizola en 1998, o el “Lula paz y el amor” de 2002? El primero pronunció un discurso socialista que, a pesar de la caída del Muro de Berlín en aquel año, sonaba apropiado en el contexto brasileño. No tuvo éxito. El segundo Lula, mediado por los laboristas, puso la educación en el centro de su política. Tuvo menos éxito que el Plan Real liderado por Fernando Henrique Cardoso. El tercero redactó la Carta al Pueblo Brasileño, que, en realidad, era una propuesta económica de conciliación «desde arriba» con la élite nacional. Con un éxito parcial, gobernó hasta que el pacto se derrumbó.

No cabe duda de que Luiz Inácio Lula da Silva está a la altura de la música del rockero brasileño Raul Seixas, Metamorfose Ambulante. La duda, sin embargo, es: ¿en qué se metamorfoseará en un próximo período?

 Su «primer discurso», el de socialista, no tuvo éxito, al igual que su «segundo», el de un laborista de centro izquierda. Su «tercer discurso» resultó en la debacle del lulopetismo y posibilitó el surgimiento de Jair Bolsonaro, que es sólo una etapa secundaria del mismo ciclo histórico.

La cuestión es si Lula tendrá el talento necesario para inaugurar la era post-Lula. Un gobierno de reformas -políticas, fiscales, agrarias, educativas-, capaz de reindustrializar el país, preservar el medio ambiente, invertir e innovar con la ciencia, la tecnología y la educación.

¿Será el «cuarto discurso» el de un Lula contemporáneo, renovado, inclusivo, capaz de unir a la nación brasileña y movilizarla hacia un proyecto de desarrollo nacional y democrático? ¿Será capaz el ex presidente de superar el pragmatismo utilitario que caracteriza al PT y convertirse en el estadista que muchos se empeñan en reclamarle? ¿Se quedará en su presente, que puede repetir el pasado -ahora como tragedia definitiva, dejándolo en la estantería de la historia- o llevará a la nación a construir los cimientos para alcanzar el tan deseado «país del futuro», prometido por tantos y por él mismo?

Si el ex presidente Lula gana las elecciones de 2022, tendrá la última oportunidad para la conclusión triunfal de su trayectoria. Hasta ahora se ha confirmado el temor que expresó hace veinte años, en su discurso de Fortaleza, sobre el riesgo que implicaría fracasar. Al fin y al cabo, al fracasar, facilitó la victoria de Bolsonaro. Y hoy, sobre todo, lo que Brasil necesita es cerrar el ciclo político iniciado por el ex presidente. Por lo tanto, la era post-Lula es una necesidad -con el líder del PT al frente del país o no- para que la nación brasileña pueda iniciar una nueva etapa en su historia.

Foto por lexdjelectronic em Foter

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Doctor en Ciencias Sociales por la UNISINOS (Brasil) y Máster en Teoría de la Literatura por la Universidad de Brasilia (UnB). Ministro de Educación interino (2005), Secretario Ejecutivo Adjunto del Ministerio de Justicia (2007 a 2010).

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