«Nuestro pueblo no cumplirá su destino si no se organiza en un partido», afirmó en 1979 o líder laborista brasilero Leonel Brizola, refiriéndose a la importancia de los partidos para el ejercicio democrático de la política. Poco después de la amnistía promulgada en agosto del mismo año, el Congreso Nacional aprobó la ley que autorizó el regreso del multipartidismo en Brasil. En torno al efervescente debate de ideas y propuestas, Brasil comenzó a respirar democracia tras años de dictadura militar y el reto pasó a ser formar partidos que dieran voz a muchos silenciados durante años o que no se sentían representados en el forzado bipartidismo del periodo militar.
La libertad de creación de partidos, sin embargo, llevó a una fragmentación récord en las elecciones de 2018, con la elección de diputados federales de 30 partidos diferentes. Tras sucesivas minirreformas electorales, una enmienda constitucional estableció las nuevas reglas para las elecciones de 2022. ¿Qué cultura política se desprende del espíritu (siempre de Montesquieu) de la nueva legislación electoral?
Federación como el mantenimiento del poder
Podría limitar el análisis a aspectos loables de la reforma, como la valorización de la presencia de mujeres y negros, con el estímulo de que, una vez elegidos, generen el doble de recursos para las finanzas del partido. O la sensata decisión de investir al presidente el 5 de enero del año siguiente a la elección, y no el 1º de enero como hasta ahora. Sin embargo, lo que motiva a la Ciencia Política, en general, y a la vida partidaria, en particular, es el resultado que la nueva legislación tendrá en la formación de los partidos brasileños, y cuánto hay de contribución efectiva a la consolidación de la democracia en el país. En este sentido, el aspecto más relevante de la nueva legislación es el concepto de «federación de partidos».
La federación de partidos significa que dos o más partidos pueden unirse en una federación que, tras su constitución y registro en el Tribunal Superior Electoral (TSE), actuará como si fuera un único partido. Según el TSE, la federación tiene «el objetivo de permitir que los partidos actúen de forma unificada en todo el país, como prueba para una posible fusión o incorporación».
La federación, sin embargo, es más una forma de mantener el poder, especialmente el control de los recursos proporcionados por el financiamiento público, y menos una herramienta para la construcción de partidos. El compromiso se firmará verticalmente, dentro de los ejecutivos nacionales, sin tener en cuenta las diferencias locales y regionales. Este es el espíritu de esta norma de la enmienda a la Constitución.
Sin embargo, la federación no es una imposición legal. Es una decisión de los partidos políticos. Los partidos considerados grandes estimulan la federación como una forma de cooptar los «mejores» nombres de los llamados partidos «pequeños», reforzando su estructura partidaria. Por otro lado, algunos partidos pequeños encuentran en la federación el subterfugio para seguir existiendo. Como ejemplo, el PSDB y el PT proponen formar una federación al partido Ciudadanía y al Partido Comunista de Brasil, respectivamente. La federación no fomenta el crecimiento del partido, sólo renueva la fuerza de los líderes, tanto en los partidos grandes como en los pequeños. En este acuerdo político los mismos líderes de cada partido tenderán a ser reelegidos.
La alternativa a la federación de partidos
Mientras que el estatuto de la federación ofrece a la nueva composición dirigentes partidarios ya consagrados, algunos partidos no adhieren a esta propuesta, guiados por el principio de igualdad de condiciones para la disputa; las listas de candidatos reúnen a dirigentes en ascenso que, de alguna manera, contribuyen a la renovación de la dirección del partido.
La Red Sustentabilidad, de la ex candidata presidencial Marina Silva, lo intentó en 2018, pero no tuvo éxito y ahora busca participar en una federación. El partido Avante, por su parte, intentará superar la clausula de barrera en 2022 sin integrarse en una federación. Para ello, la información que difunden los dirigentes de este partido es que, en la aprobación de las candidaturas a diputados, hay una serie de criterios a ser cumplidos: la participación de los candidatos no electos en los mandatos de los que fueron electos, y el reparto de los recursos financieros del partido pensando en la siguiente elección. Sin embargo, los partidos tradicionales, -PT, MDB, PP, PSDB- se esfuerzan por mantener el control sobre los partidos menores de la federación, ya que el acuerdo tendrá la conformación de bancada durante los cuatro años del mandato.
No se puede obviar que la federación es una decisión vertical, de arriba para abajo, que no tendrá en cuenta las peculiaridades regionales y que una vez establecida también definirá la orientación del partido en las elecciones municipales de 2024. O sea, los líderes que disputan fuertemente las elecciones en las ciudades podrán verse obligados a compartir la misma federación en las elecciones municipales debido a una deliberación superior, ajena a sus objetivos. Muy diferente a lo que proponen los partidos que optan por enfrentarse a las urnas con autonomía e independencia, sin recurrir a la federación. En estos últimos, los criterios de solidaridad partidaria, con el objetivo de comprometer a los dirigentes en la construcción del partido, priorizan la democracia interna y la perspectiva de su vitalidad y renovación.
Para las próximas elecciones, los partidos se presentarán ante la población brasileña el 31 de mayo, cuando se cierra el plazo para la formalización de las federaciones. A partir de esta fecha podremos formarnos un juicio sobre qué organizaciones priorizan el fortalecimiento de los partidos políticos como deseaba Leonel Brizola y como la democracia requiere más que nunca.
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Autor
Sociologist. Professor at the University of Buenos Aires and the Torcuato di Tella University. PhD in Law from the University of Buenos Aires, L.L.M. University of Chicago Law School and J.S.D. University of Chicago. Post-Doctorate at Balliol College (Oxford).