Del 9 al 28 de septiembre, Nueva York abrió sus puertas para recibir a presidentes, ministros y cancilleres de todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. Latinoamérica presentó ante los micrófonos de la Asamblea General un caleidoscopio de mensajes, temas y disposiciones. Cada nación defendió sus valores ideológicos y expuso, como Estado soberano y miembro de un mundo altamente interconectado, algunas de sus preocupaciones y aspiraciones. Los tres temas protagonistas fueron, sin duda, la condena a la guerra en Gaza (y ciertas menciones a Ucrania), la compleja crisis climática y la necesidad de reformar la estructura interna de las Naciones Unidas. Asimismo, múltiples Estados incluyeron entre sus preocupaciones la migración, el crimen organizado y los riesgos vinculados a la inteligencia artificial.
Los principales ejes de los latinoamericanos en la Asamblea
La mayoría de los países de la región señalaron la inacción o pasividad por parte del mundo ante la guerra en Gaza. Más allá del apoyo más o menos claro a Israel o a Palestina —reflejado en la elección de palabras y en la mención u omisión de ciertos términos— quedó claro que Latinoamérica es consciente de las atrocidades y el sufrimiento que atraviesan miles de víctimas producto de esta guerra. Destacó repetidamente el llamado a la paz colectivo, un pilar original y fundamental de la ONU.

La urgencia de actuar ante el cambio climático fue otro de los temas destacados. Países como Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Perú, República Dominicana y Cuba hicieron hincapié en la responsabilidad compartida y en la necesidad de conseguir financiación climática. Incluso algunos Estados destacaron explícitamente sus propios esfuerzos para combatir este desafío.
La “arquitectura” de la ONU no se quedó atrás entre los temas más discutidos de la Asamblea, particularmente bajo la iniciativa ONU80. Su principal impulsor, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, propuso el pasado marzo optimizar la eficiencia interna, reducir la burocracia, revisar la implementación de mandatos y llevar a cabo cambios estructurales en los programas de la ONU.
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, subrayó el deber de actualizar la arquitectura de la gobernanza multilateral y reclamó una reforma integral “para asegurar que el Consejo de Seguridad sea más efectivo; la Asamblea General, más representativa; las agencias especializadas, más inclusivas; y, sobre todo, para reducir la burocracia”. El representante de Perú declaró su respaldo a la reforma de las Naciones Unidas con el objetivo de fortalecer el multilateralismo, postura similar a la de Cuba. Javier Milei, en línea con el argumento del presidente Donald Trump, habló de la “hipertrofia de administraciones que son poco efectivas” y de su plan ideal para poder volver a la base original de la ONU: cerrar programas ineficaces y condicionar el financiamiento de la ONU en base a resultados.
Los representantes de Paraguay, Honduras y Bolivia hicieron especial énfasis en quitar el poder de veto a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. De manera similar, el presidente de República Dominicana, Luis Abinader, afirmó que “el mundo no puede seguir siendo un plano trazado por un puñado de arquitectos, habitado por millones de inquilinos.” De esta manera, América Latina dejó en claro que se muestra dispuesta a impulsar ciertas reformas en la estructura interna de la ONU con el fin de fortalecer su eficiencia y de optimizar su funcionamiento.
Temas fundamentales que tuvieron menor relevancia en los discursos:
Otro tema discutido en la Asamblea fue el narcotráfico y el crimen internacional organizado. Colombia en particular reprochó a Trump por atacar con misiles a supuestas “narcolanchas” en el mar Caribe el mes pasado “sin ningún tipo de autoridad.” Además, señaló con firmeza que los verdaderos narcotraficantes no están en las lanchas del Caribe sino en las grandes ciudades del mundo (refugiados entre grandes lujos) y pidió a Estados Unidos que se centre en sus propios asuntos, como la crisis del fentanilo.
Otro tema discutido pero sin el énfasis necesario fue el desarrollo y regulación de la inteligencia artificial (IA). En el marco de la actual revolución digital, se echó en falta un análisis más amplio de las implicaciones éticas, sociales y políticas de la IA en la comunidad global. El representante de Costa Rica fue de los pocos líderes latinoamericanos en hacer especial énfasis en la desinformación masiva y en la necesidad de tomar medidas contra posibles ciberataques (con armas tecnológicas) que paralicen infraestructuras críticas.
Fuera del recinto destacó la presencia del presidente de Colombia Gustavo Petro en una manifestación en contra del genocidio en Palestina, a lo que Donald Trump respondió con la anulación de su visado. Por otro lado, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, directamente no se presentó a la cita al considerar su asistencia “inútil” y una pérdida de tiempo.
Esta es apenas una pincelada de lo que fueron las preocupaciones, avances, sugerencias y posturas compartidas por los líderes de América Latina frente a los retos de este mundo interconectado y que quedaron registradas en las palabras del presidente Guatemalteco Bernardo Arévalo: “esta organización no fue creada para llevar a la humanidad al cielo, sino para salvar a la humanidad del infierno.”