En las últimas dos semanas, una serie de acontecimientos reforzaron considerablemente las posibilidades de una intervención militar unilateral estadounidense en Venezuela con el objetivo de derrocar al régimen de Maduro. El Departamento de Estado designó oficialmente al Cártel de Soles, supuestamente liderado por el propio Maduro, como organización terrorista extranjera; la Administración Federal de Aviación emitió un nota declarando todo el espacio aéreo venezolano como peligroso por una posible actividad militar (emitiendo avisos similares para Puerto Rico y el Caribe Sur), surgieron informes sobre una inminente nueva fase de operaciones en Venezuela; y se reveló que Trump ofreció a Maduro un exilio en paz a cambio de su renuncia. Además, las fuerzas armadas de Estados Unidos secuestraron un tanquero petrolero frente a las costas venezolanas y el Pentágono aumentó considerablemente la presencia de aviones caza y otras aeronaves de uso logística en Puerto Rico y la República Dominicana. Una acción militar contra el régimen parecería inminente.

¿La balcanización de Venezuela?
El resultado más deseable para Trump es que la mera demostración de fuerza provoque un golpe interno, destituyendo a Maduro. Sin embargo, para que tal transición sea estable se requeriría un acuerdo preestablecido con la oposición que garantice la continuidad de la mayoría de los elementos bolivarianos en el aparato estatal y una amnistía política. Sin embargo, no hay garantía de que Machado se convierta en presidente en este escenario. El régimen bolivariano no es personalista y podría continuar sustituyendo a la cabeza. Pero un golpe interno solo ocurriría si suficientes miembros de las fuerzas armadas, fuerzas de seguridad y el Partido Socialista Unido concluyeran que sus respectivas esferas de poder, redes de influencia y fuentes de ingresos no sobrevivirían a una posible intervención estadounidense.
Sin un golpe interno, las opciones de Trump son limitadas. El despliegue de fuerzas es de tal magnitud que retirarse sin ningún resultado tangible sería una humillación autoinfligida, además de un gasto inútil de recursos. Dado que Trump prefiere no arriesgarse e involucrar tropas en otro conflicto interminable, especialmente uno que requeriría un mínimo de 150.000 soldados, un enfoque multifacético que incluya operaciones encubiertas y ataques aéreos con el objetivo de expulsar a Maduro fomentando levantamientos populares y rompiendo la cohesión del régimen podría ser su primera opción. Si dichas acciones generan suficientes focos de protesta y rebelión contra el régimen y no lo fortalecen, Washington, asumiendo que el descontento popular generalizado legitimé sus acciones, podría expandir sus ataques con el objetivo de decapitar al régimen.
Sin embargo, uno de los problemas con los cambios de régimen político impuestos es que, sin una transición democrática negociada, planificada e institucionalizada, tienden a ser altamente inestables, violentos e inconclusos. Los derrocamientos de regímenes por parte de una potencia extranjera rara vez fomentan la democratización y tienden, en la mayoría de los casos, a desencadenar guerras civiles. Las intervenciones extranjeras que reemplazan gobiernos, tienden a instalar élites que implementan políticas que les beneficien. Y aunque los gobiernos impuestos suelen ser más frágiles, al carecer de legitimidad interna y depender por completo del apoyo externo, la mayoría de las transiciones hacia la democracia termina fracasando.
Incluso si Maduro aceptara el exilio, persisten importantes interrogantes como se describe en un informe reciente de International Crisis Group : ¿podría Machado asumir el poder si gran parte del aparato chavista permanece intacto? Este fue el problema que enfrentó la oposición democrática en Serbia tras el derrocamiento de Milošević en 2000. ¿Estarían Machado y Estados Unidos dispuestos y serían capaces de establecer un acuerdo de colaboración con los chavistas de nivel medio? Este es el modelo en Alemania, Italia y Japón después de 1945. ¿O planearía Machado una purga tras asumir el poder? Como así fue con la desbaazificación implementada en el Irak post-Saddam por las autoridades estadounidenses, que fue determinante para el inicio de la guerra civil. ¿Qué sucedería si las fuerzas armadas se negaran a reconocer un gobierno establecido tras la destitución de Maduro? Este sería un panorama similar al de Libia post-Gadafi.
Una transición negociada no está libre de riesgos. Sectores de las fuerzas de seguridad podrían rebelarse e incluso iniciar una guerra de guerrillas contra las nuevas autoridades. Además, la plétora de grupos armados que operan en gran parte del país probablemente aprovecharía cualquier vacío de poder para consolidar o incluso expandir su control territorial. Cualquiera sea el gobierno que se imponga tras la salida de Maduro deberá lidiar con una burocracia disfuncional y politizada, una grave crisis económica y humanitaria, y una infraestructura colapsada. La presencia militar estadounidense a largo plazo sería la única forma de que un gobierno posterior a Maduro sobreviviera.
Evitar la catástrofe
La mayoría de los venezolanos desean el fin del régimen de Maduro. Los venezolanos votaron por un cambio con un amplio margen en las elecciones presidenciales de 2024, pero el gobierno se negó a aceptar el resultado. Muchos venezolanos llevan años luchando contra un gobierno autoritario y sin duda, el fin del régimen sería un avance positivo para los venezolanos, la región y el mundo.
Sin embargo, es poco probable que una acción militar unilateral estadounidense, incluso con el apoyo de la mayoría de la población, logre avanzar hacia una transición política pacífica y podría tener consecuencias catastróficas. Una transición democrática sólo puede ser estable y duradera si se negocia e incluye a elementos chavistas del antiguo régimen. Cualquier acuerdo debe estar garantizado por un compromiso sostenido de Estados Unidos y los países de la región dispuestos a apoyar al nuevo gobierno en un conflicto potencialmente prolongado y de baja intensidad con grupos armados que han rechazado cualquier negociación.
De no ser así, es muy probable que se desatara una guerra civil, lo que agravaría aún más el futuro de Venezuela. El futuro democrático y pacífico de del país y la región depende de iniciativas institucionales y multilaterales, no de iniciativas coercitivas y unilaterales.











