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Los ‘showmans’de la política 

Este fenómeno revela cómo líderes del mundo han convertido el ejercicio del poder en un espectáculo, donde la teatralidad, la provocación y el carisma mediático pesan tanto como —o más que— sus decisiones de gobierno.

El ascenso de liderazgos estridentes en varias partes del mundo ha generado que la ciencia política replantee las raíces de estos personajes. El término showman no pertenece a la ciencia política, sino que está inspirado en P.T. Barnum, un empresario y cirquero estadounidense que era carismático, llamaba la atención y conectaba con su audiencia. Sin embargo, este fenómeno también se ha hecho presente en la política.

Los showmans no necesariamente son populistas en su totalidad, ya que estos últimos utilizan los medios de comunicación para fortalecer su imagen, viven de lo mediático. Se caracterizan por utilizar la política de las emociones para cautivar y montan una obra de teatro frente a la población que se enfoca en la irreverencia y la polémica. Si bien ejercen el poder, disfrutan ser el centro de atención a través de la moda, de declaraciones o de amoríos.

En Libia, Muamar el Gadafi no solamente se convirtió en dictador, sino que, con su vestimenta, robó la atención de otros líderes: camisas con el mapa de África, lentes negros grandes, ropa para velear o ir a la playa. Gadafi fue uno de los showmans más prolíficos de África. Le gustaba llamar la atención y robar las primeras planas de los diarios, pero detrás de la moda se ocultaba un régimen del terror.

En Argentina, Carlos Menem se identificaba como peronista, pero cuando accedió al poder impulsó las privatizaciones, la desregulación económica y el libre mercado. Cuando llegó a la Casa Rosada, profundizó en la teatralidad y se hizo conocido por jugar fútbol, básquetbol, montar a caballo, salir con celebridades y ser infiel, tanto que se lo apodó “el galán de La Rioja”. Sus largas patillas lo hicieron conocido en todo el país, pues emulaba a los caudillos del siglo XIX.

En el vecino Ecuador, Abdalá Bucaram ganó la presidencia siendo un ícono porque cantaba, bailaba, salía con modelos, creó su propia marca de leche y grabó un disco con canciones de Julio Iglesias. Bucaram no dio los resultados esperados como gobernante, y fue destituido tras un año de gobierno. 

Más al norte, Hugo Chávez llegó al poder en 1999. Su caso es interesante porque limpió su imagen autoritaria mediante un disfraz de personaje centrista, cariñoso y tolerante a la crítica; cantaba canciones, bromeaba, hacía deporte y tenía su propio programa, Aló presidente. Chávez montó en escena no solo su liderazgo populista, sino todos los mecanismos para dinamitar la democracia.

En 2017, Donald Trump irrumpió en el sistema político de Estados Unidos y se convirtió en presidente. El republicano bailaba frente a las masas, insultaba a sus adversarios, despedía a secretarios mediante Twitter. Trump se conduce como una estrella de televisión y empresario; esto ha generado que haya problemas para analizar su comportamiento como mandatario. Su estilo rememora su programa El aprendiz y su frase “You’re fired!” (“Estás despedido”), donde humillaba a emprendedores, así como hace hoy con funcionarios.

En 2019, El Salvador rompió con el bipartidismo de la mano de GANA y su candidato, Nayib Bukele, quien hoy es apodado “el dictador más cool”. Con sus redes sociales y su juventud rompió los esquemas de la comunicación tradicional; su mano dura sedujo a sus connacionales. La producción que Bukele invierte en operativos grabados, capturas de pandilleros y encarcelamientos ha permeado en buena parte de la población que lo considera el mejor presidente.

Asimismo, articuló un discurso confrontativo que lo llevó a tomar la Asamblea Nacional con militares y policías porque se negaban a aprobar fondos para un proyecto de seguridad. El influencer ha llevado más lejos su papel. Desde que consiguió su segundo mandato, su performance ha cambiado: utiliza chaqueta militar que se asimila a la de los caudillos del siglo XIX, su guardia adoptó uniformes afrancesados y sus edificaciones son dignas del autócrata que es.

Silvio Berlusconi, empresario y estrella de televisión, gobernó Italia tres veces (1994-1995, 2001-2006 y 2008-2011). Su estilo de gobernar estaba marcado por los insultos, la prepotencia y la seducción, no por nada lo apodaban “el ministro de corazones”. Sus conquistas amorosas eran bien conocidas por los italianos, al igual que los señalamientos de corrupción.
Los showmans están presentes en varios momentos de la historia. Puede que sean confundidos con populistas, pero no todos los líderes carismáticos apuestan por la teatralidad. No es la primera vez que líderes mundiales se comportan como actores para ejercer el poder y con ello dominar la opinión pública. Se trata de personajes han entendido la importancia de los medios de comunicación para gobernar.

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Cientista Político. Graduado en la Universidad Nacional Autônoma de México (UNAM). Diplomado en periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién.

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