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Petro, Trump y el mundo después de Estados Unidos

La autonomía no es un regalo ni una declaración de intenciones: es una construcción política, económica y cultural que requiere determinación y voluntad política.

La disputa diplomática entre Donald Trump y Gustavo Petro (así como las medidas que ha anunciado el presidente estadounidense desde su asunción del cargo) han puesto el reflector en un aspecto clave de las relaciones internacionales contemporáneas: la acelerada construcción de un mundo pos-Estados Unidos. Esto plantea el monumental reto para Colombia de construir una mayor autonomía política y económica en su relacionamiento internacional. Aunque todavía no son claras las características del mundo que está emergiendo, podemos ver algunos de los aspectos que el país norteamericano va dejando atrás: la defensa a ultranza del libre comercio, las instituciones internacionales, y el ideal de ser el faro global de la libertad y democracia.

Para una parte importante de las élites políticas colombianas (y latinoamericanas) es difícil aceptar esta transición. Lo es también para los medios de comunicación hegemónicos. El imaginario pro-estadounidense aún late fuerte, y es por eso que albergan la esperanza de que el alineamiento político y las buenas formas diplomáticas continuarán protegiéndonos de las andanadas y el matoneo estadounidense.

Nada más alejado de la realidad. Si bien vale la pena evitar, en tanto sea posible, nuevas y prolongadas confrontaciones, ni la más aséptica de las retóricas nos protegerá de Trump ni de las realidades estructurales del mundo que está emergiendo. Ahí es donde se equivocan los adalides de agachar siempre la cabeza. No obstante, eso no significa ser temerarios y colocarnos en la mira cada vez que haya una controversia. Hay que jugar también el juego de largo plazo, bajándole a la grandilocuencia y subiéndole a la diplomacia estratégica.

Táctica y estrategia en un mundo más conflictivo

El panorama internacional muestra una creciente conflictividad que ha llevado a actores como la Unión Europea a querer reducir sus dependencias comerciales y buscar una mayor “autonomía estratégica” en el marco de las confrontaciones económicas entre Estados Unidos y China. El enfrentamiento Trump-Petro, se mostró como un síntoma, no sólo para la clase política sino también para los gremios económicos, de los peligros de una excesiva dependencia del Estados Unidos de Trump.

La tarea que esto plantea no es sencilla, pero es de crítica importancia y urgencia. Es necesario fortalecer los lazos comerciales y políticos con otros actores internacionales (en Asia y África, por ejemplo). Esto implica no sólo un esfuerzo estratégico y diplomático de profundización de relaciones y construcción de nuevas agendas, sino también un apoyo decisivo para que las empresas puedan abrirse a nuevos mercados. Nunca está de más señalar que eso debería pasar también por una transformación productiva aún más ambiciosa, que nos pueda sacar del lastre de que nuestra economía dependa tanto de las materias primas y sus volátiles precios internacionales.

Como lo ha señalado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en diversos informes, uno de los caminos para lograr esto es una mayor integración regional. Si bien parece difícil avanzar mucho en la agenda de integración en el actual contexto de profundos antagonismos políticos internos y regionales, es un imperativo. Quizás las crecientes amenazas estadounidenses puedan ser un nuevo incentivo para profundizar lazos, así la reciente cancelación de la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) nos obligue a permanecer cautelosos.

Una de las fórmulas que venimos discutiendo en la academia es avanzar en la integración de manera más segmentada y no con organizaciones que abarquen demasiados temas. Asimismo, se puede apuntar a temas que generen consensos mínimos con varios países de la región. La CEPAL destaca, por ejemplo, la urgencia de construir una mayor autosuficiencia sanitaria (que mostró la pandemia) y alimentaria (que subrayó la invasión rusa de Ucrania).

Imaginar políticamente el día después de Estados Unidos

Además de construir una mayor autonomía nacional, regional y defendernos de los ataques comerciales y políticos de Estados Unidos, es necesario también pensar más radicalmente en el mundo que queremos construir. El avance global de la extrema derecha pretende echar por la borda muchas de las conquistas de derechos logradas en las últimas décadas. Nuestra respuesta no puede ser meramente defensiva y reactiva. Debemos ser capaces también de imaginar políticamente ese mundo más allá de Estados Unidos y construir una agenda concreta para materializarlo.

Desde Colombia se ha apostado por algunas ideas y políticas en esa dirección: la política exterior feminista, el impuesto a los superricos y la apuesta por la transición climática y energética. Es indispensable también: reformar las instituciones de la gobernanza global y avanzar en nuevas instituciones que puedan ser más efectivas y justas; promover un multilateralismo renovado, con enfoques que represente mejor las necesidades del sur global y permita una participación equitativa de todos los actores internacionales; y defender con ahínco que el derecho internacional no se aplique de manera selectiva en conflictos como el de Gaza y Ucrania.

Todo lo anterior, debe apuntar también a metas sociales específicas como erradicar el hambre a nivel global -bandera que ha defendido de forma contundente el gobierno brasileño-. Atrevámonos a imaginar un mundo radicalmente distinto y a avanzar con inteligencia, autonomía y diplomacia para materializarlo. La autonomía implica una diplomacia económica activa, un rediseño de las políticas industriales y un fortalecimiento de la investigación y el desarrollo tecnológico. Esta debe ser una apuesta de país construida con las ciudades y regiones, y con todos los actores sociales, políticos y económicos.

Asimismo, la autonomía no es un regalo ni una declaración de intenciones: es una construcción política, económica y cultural que requiere determinación y voluntad política.

El mundo está cambiando; es hora de que Colombia también lo haga.

Autor

Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Kiel y el German Institute for Global and Area Studies (GIGA). Profesor de la Universidad del Valle, la Universidad Icesi y la Universidad del Rosario. Asesor de cooperación internacional de la Gobernación del Valle del Cauca.

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