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Petróleo offshore en la costa bonaerenses: explorando el relato

A principios de julio del 2021 el Ministerio de Medio Ambiente argentino convocó a una audiencia pública que evidenció un mayoritario rechazo a la extracción de hidrocarburos offshore. El mismo ministro, Juan Cabandie, que convocó y respaldó la iniciativa más tarde autorizó a la empresa energética Equinor a realizar las tareas de evaluación ambiental. Y, a fines de diciembre el gobierno otorgó la Declaración de Impacto Ambiental para el proyecto de adquisición sísmica en las áreas de exploración offshore CAN 100, CAN 108 y CAN 114, ubicadas en la Cuenca Argentina Norte, presentado por Equinor en sociedad con YPF y SHELL.

El discurso oficial trata de destacar los efectos benéficos que generará este tipo de actividad, particularmente en términos de nuevos puestos de trabajo directos e indirectos. Algunos sectores empresariales también se han entusiasmado con las nuevas oportunidades de negocios, mientras que el gobierno provincial piensa en los ingresos fiscales.

Diversos actores, sin embargo, destacan los riesgos ambientales que conlleva este tipo de exploración. Un grupo de investigadores del Centro de Tecnologías Ambientales y Energía de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Centro, demostró que existe un 99% de riesgo de derrames en las costas bonaerenses si avanza la exploración sísmica en busca de reservas de crudo y gas.

Por otro lado, las emisiones sonoras que producen los análisis sísmicos al momento de la prospección dañan gravemente al ecosistema marino, tal como lo ha denunciando Greenpeace Argentina.

Además de todos los problemas generados por la exploración, el problema centra es el calentamiento global. Los combustibles fósiles liberan dióxido de carbono a la atmósfera agravando el problema y la comunidad científica ha demostrado lo cercano que nos hallamos de atravesar determinados “puntos críticos”, lo cual desencadenaría terribles efectos sobre la vida en la tierra.

A diferencia del riesgo que entraña un problema ambiental arquetípico, el cambio climático combina incertidumbre y fragilidad. El primero implica asumir un determinado riesgo, el cual puede ser cuantificado. Pero el segundo nos adentra en lo desconocido, ello impide su cuantificación.

La (i)lógica del offshore

Independientemente de lo ambiental y climático, el gobierno debería considerar el riesgo de transición o riesgo financiero. Este se asocia con una pérdida no anticipada o prematura en el valor de los activos que utiliza el sector (incluida la infraestructura), esto es el problema de los activos varados. Dicha pérdida por revalorización obedece a distintos factores, sean climáticos, ambientales, aunque también obedecer a un cambio de opinión entre los inversores. Presionado por los activistas, pero también por los accionistas, los mercados ya están comenzando a descontar lo inevitable del cambio: el ocaso del petróleo tiene un horizonte cercano.

Cuanto más pronto las potencias actúen para mitigar el problema ambiental, mayor será la probabilidad de que en América Latina nos quedemos con “activos varados”. Si se cumplieran los objetivos planteados en Paris, para 2035 se proyectan unos US$ 304 mil millones en activos varados, con la industria petrolera reportando unos US$180 mil millones. Y allí se cuentan los activos actualmente operando, los cuales lograrían amortizar parte de los costos de capital originalmente hundidos.

Según un informe del Banco Inter-Americano de Desarrollo (BID), para 2035 la producción en la región debería ubicarse por debajo de los 4 millones de barriles diarios, un valor de producción 60% menor que antes de la pandemia. Obviamente, ello tendrá fuertes repercusiones fiscales y afectará la balanza comercial de los países exportadores.

Si la resolución de tal disyuntiva fuese local habría inconvenientes, aunque podrían resolverse. El problema es que el problema resulta global, ya que las decisiones de algunos para mitigar el riesgo fiscal podrían incrementar el riesgo financiero de otros. Esto es lo que deberían ver aquellos que se aferran a la explotación petrolera en América Latina y concretamente el desarrollo offshore en el mar argentino. Las inversiones que se realicen en el país pueden quedar obsoletas por una decisión adoptada en otras latitudes como la imposición de una tasa al carbono sobre las importaciones.

Estos aspectos siguen sin ser considerados por muchos economistas del desarrollo que ven en las explotaciones offshore una vía para reducir la necesidad de divisas que requiere el país. Otros hablan de “soberanía energética”, destacando la mayor autonomía que permite el citado proyecto. Sin embargo, ambos argumentos resultan equivocados.

Por el lado de los ingresos, esta interpretación no tiene en cuenta la probabilidad de una caída abrupta en la demanda fruto de políticas públicas, el cambio tecnológico o nuevas normativas ambientales, todo lo cual nos lleva al problema de activos varados. Tal aproximación al problema resulta comparable con la de quienes defienden la teoría de las ventajas comparativas desde una visión estática. Si se quiere prever esta posible transición hay que tener en cuenta el carácter dinámico del problema y que la explotación petrolera puede terminar demandando más divisas que las que promete generar.

Y desde el lado de la “geopolítica”, quienes gobiernan deben visualizar la transición como una alternativa de transformación, un momento que permite diversificar la economía y pensar cuales son las actividades que reportan ventajas dinámicas y permiten afianzar un modelo sostenible.

El mundo esta mutando de un modelo energético basado en moléculas a otro basado en electrones, donde los ganadores del mañana serán aquellos que hoy inviertan en las nuevas tecnologías. La “carrera por la energía del futuro” ya comenzó. Tanto en EEUU, como en Europa o Asia, el Estado ha venido adoptando un rol determinante: nadie quiere quedarse fuera.

Por lo tanto, nadie racionalmente hundiría un dólar más en esta industria. Ello nos obliga a repensar el interés del inversor desde una perspectiva de economía política donde los intereses están detrás de las decisiones de los agentes, los mercados distan de ser perfectos y los políticos permeables al lobby petrolero.

Pero en América Latina, salvo excepciones, se mira al pasado. Seguir apostando a desarrollar cadenas de valor en industrias que están destinadas a desaparecer es parte de esa apuesta. Geopolíticamente es una mirada miope.

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Investigador Asociado del Centro de Estudios de Estado y Sociedad - CEDES (Buenos Aires). Autor de “Latin America Global Insertion, Energy Transition, and Sustainable Development", Cambridge University Press, 2020.

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