Ya no hay términos medios. El diario más importante del mundo llama a las cosas por su nombre. Y lo hace desde la tapa. Así analizó el New York Times en su primera página la reacción del presidente Donald Trump frente al anuncio de la fórmula demócrata: “Trump se sumó al aluvión con un tweet racista… en el que afirmaba que Biden pondría a otro líder negro, el senador Cory Booker, de Nueva Jersey, a cargo de las viviendas para personas de bajos ingresos en los suburbios”.
Para el diario, ese tweet continuó con la “táctica de Trump de jugar con los temores racistas blancos sobre los esfuerzos de integración”. El mismo día, el presidente denunció una “invasión” y propuso la exclusión de minorías pobres, es decir, personas de color que quieren vivir en los suburbios.
Parece que Trump quiere que su país se parezca de nuevo a un pasado que líderes como Martin Luther King, o Nelson Mandela, de Sudáfrica, lucharon por cambiar»
Nunca Trump se había atrevido a tanto. Nunca la prensa principal del país lo había definido como lo está haciendo ahora. Parece que Trump quiere que su país se parezca de nuevo a un pasado que líderes como Martin Luther King, o Nelson Mandela, de Sudáfrica, lucharon por cambiar. La propuesta de campaña es un Estados Unidos de «bantustanes» del apartheid.
Esta realidad y su presentación explícita en los medios hubiera sido impensable hace solo algunos años. Luego de la violencia de siglos y décadas anteriores, al menos en las campañas presidenciales, las grietas se disimulaban y se volvían, por eso mismo, menos grietas. Luego de una campaña muy dura, el ganador Barack Obama recibió a su contrincante, el senador John McCain, en el living de su casa.
En este punto, Estados Unidos comenzaba a asemejarse cada vez más a Latinoamérica, con la excepción del Brasil de Jair Bolsonaro. En nuestro continente las campañas no están claramente inspiradas en los métodos de propaganda, odio y mentiras típicas del fascismo global y también vernáculo.
La selección de Kamala Harris, la primera mujer afroamericana e hija de inmigrantes en ser candidata en una fórmula presidencial, hizo explícito lo que por mucho tiempo la prensa independiente trató con eufemismos: de un lado, está el racismo de Trump y, del otro, el antirracismo de la mayoría. Es decir, Joe Biden y Harris representan de nuevo a la mayoría electoral que perdió la elección presidencial anterior por los artilugios del arcaico colegio electoral.
Es necesario recordar que justamente el colegio electoral fue un factor central para la defensa del esclavismo y que este fue eliminado por la guerra civil que ganó el orden legal que fue encabezado por el presidente Abraham Lincoln en 1865. En este marco, Trump también se ha identificado recientemente con el bando perdedor por razones que obedecen a la misma estrategia racista que menciona el New York Times.
No es nueva en la historia del país del norte la idea de hacer campaña con la xenofobia»
Pero si hay cosas nuevas, y muchas, en este odio parapetado en la Casa Blanca, no es nueva en la historia del país del norte la idea de hacer campaña con la xenofobia, la “ley y el orden”, los miedos y el nacionalismo. Por supuesto que, en realidad, esta no es solamente una historia americana.
En la India, Narendra Modi; en Hungría, Viktor Orban y, en Brasil, Bolsonaro, intentan reformular al populismo en clave fascista; pero en Estados Unidos la campaña de Trump también remite a otras campañas locales cuya forma de hacer política fue abiertamente racista, en particular las candidaturas del gobernador de Alabama, George Wallace, en los años sesenta y principios de los setenta.
Wallace, candidato de “la ley y el orden”, atacó al Gobierno en 1963 por considerar que quería convertir a los políticos en “amos del pueblo” y que era “lo opuesto de Cristo”. Insistía en la necesidad de mantener la “¡segregación ahora! Segregación mañana!”. Wallace defendía el racismo “en nombre de la gente más importante que haya pisado esta tierra”. Por “la gente” entendía a norteamericanos blancos.
Como es algo ya famoso, Wallace sostenía que la ciudad de Nueva York no era precisamente un ejemplo para el resto del país: “En Nueva York no puedes caminar de noche por el Central Park sin temer que te violen, asalten o disparen”. Fue precisamente esa idea de que el Central Park era el lugar donde se veía lo que andaba mal en el país lo que le dio notoriedad a un entonces joven populista en proceso de formación.
El contexto fue el caso de los Central Park Five en 1989. Según CNN, “el caso comprendía a cinco adolescentes de color erróneamente acusados y condenados por golpear y violar a una mujer en el Central Park. Trump compró avisos a toda página que publicó en varios periódicos de Nueva York y que decían: ‘Devuélvannos la pena de muerte. ¡Devuélvannos nuestra policía!”. Los chicos, erróneamente acusados, “fueron exonerados en 2002, cuando otro hombre confesó el crimen y el ADN respaldó su confesión”.
En 1989, refiriéndose al caso, Trump decía que “los avisos eran muy fuertes y francos, y lo que pedían era ley y orden. Y no estoy hablando solo de Nueva York. Estoy hablando de todo”. “Tal vez odio sea lo que necesitamos, concluía, si queremos que se haga algo”. Esta combinación inicial de “ley y orden” y tanto propaganda como mentiras racistas fue el primer intento de Trump de hacer política con el libreto de Wallace, pero también de Josef Göebbels.
Más tarde se convertiría en el sello de fábrica de la exitosa carrera de Trump hacia la Presidencia en 2016. Esta forma de mentir y fomentar la paranoia y el odio sigue marcando su intento desesperado de mantenerse en el poder. Si pierde la elección, también perderá su inmunidad. Infinidad de procesos legales lo seguirán y, por esta razón, espera que el racismo lo salve.
Es cierto que su lema MAGA (Hagamos grande a Estados Unidos otra vez) implicaba de forma implícita una propuesta en la que el país anterior regresara a los cambios en los derechos civiles de los años sesenta, pero su actual campaña electoral quiere convertir ese pasado racista en promesa de presente y futuro.
*Un texto publicado originalmente en el diario Clarín, Argentina
Foto de Johnny Silvercloud en Foter.com / CC BY-SA
Autor
Profesor de Historia de New School for Social Research (Nueva York). Fue profesor en Brown University. Doctor por Cornell Univ. Autor de varios libros sobre fascismo, populismo, dictaduras y el Holocausto. Su último libro es "Brief History of Fascist Lies" (2020).