En estos últimos días comienza a evidenciarse la verdadera dimensión del segundo mandato de Donald Trump en cuanto a la emergencia climática, con un mensaje negacionista que deviene asertivo, tal como le exige el lobby de la industria petrolera, uno de sus principales aportantes de campaña. Amén de reiterar su decisión de retirarse del acuerdo de París, el gobierno republicano avanza en otros frentes, y termina por socavar los tibios esfuerzos iniciados en este campo bajo la administración de Joe Biden.
Nos encontramos con que el principal responsable de la crisis climática no solo niega el problema, sino que se dirige a agravarlo. Pero no solo altera reglamentaciones o elimina agencias o modifica leyes a nivel local, sino que clama también que la comunidad internacional lo siga. Y es que el gobierno norteamericano comienza a presionar a los países miembros del Banco Mundial para que la entidad retome la capacidad de financiar proyectos petroleros en el mundo en desarrollo.

La propuesta choca con la actitud de descontinuar el financiamiento de proyectos petroleros por parte de numerosos bancos de desarrollo, incluido el BM, que dejó de brindar fondos para nuevos proyectos de exploración en 2023, o con el impulso de Janet Yelen, Secretaria del Tesoro con Biden, de aumentar los fondos a disposición de la banca de desarrollo para la transición.
A pesar de estos intentos, en una reunión del directorio en junio pasado, los representantes estadounidenses en el Banco apoyaron el financiamiento de nuevos proyectos gasíferos. Tal medida iría a beneficiar a los países en desarrollo, pues repercutirá en mayor seguridad energética, crecimiento económico y reducción de la pobreza: una vez más, se concibe a los combustibles fósiles como única alternativa para el desarrollo de los que menos tienen. Una mayor disponibilidad de financiamiento por parte de estos organismos, sin embargo, va a disrumpir los esfuerzos de transición en estos países, no solo por la mayor disponibilidad de fondos que obtengan los proyectos petroleros sino por el retroceso tecnológico que implica apostar por tecnologías del pasado.
Desde la administración republicana se piensa en Dan Katz, segundo de Scott Bessent en el Tesoro, para el puesto que ha dejado libre Gita Gopinath en el Fondo Monetario Internacional tras su retorno a Harvard. Recordemos que en los últimos años esta entidad ha destacado la problemática climática, tanto en documentos del área de investigación como en reportes del staff. Muchos de estos trabajos fueron liderados por Gopinath, y en ellos se destacaban las distintas amenazas que genera el cambio climático tanto en la economía como en las finanzas de los países miembros, los riesgos climáticos (asociados a postergar la transición) y financieros (vinculados a una aceleración en la transición), con montos que pueden crecer de forma inimaginable. En un discurso reciente, Bessent atacó el “sesgo ideológico” adoptado por el FMI, una crítica directa a los trabajos de Gopinath. Cabe consignar que el primero se verá fuertemente impulsado como corolario de las políticas que tiende a reinstalar Estados Unidos, al tiempo que las petroleras verán disipar el riesgo de transición —si pudieran, indefinidamente.
En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Trump fustigó las políticas energéticas de la Unión Europea, destacando que llevan a “la muerte del mundo occidental”: “Las energías renovables son un chiste”. Es innegable el liderazgo tecnológico que han adquirido las energías renovables, que hoy permiten generar energía al menor precio, en cualquier rincón del mundo, mientras el precio de las baterías sigue bajando, pero el presidente estadounidense clama regresar al pasado fingiendo desconocer hacia dónde va el futuro. Tal como plantea Al Gore en una nota reciente, con su actitud Trump está ejerciendo una especie de “bullying” sobre los países en desarrollo para que abandonen sus objetivos climáticos a cambio de alguna ventaja comercial. Pero la UE tampoco escapa a la presión. En una visita reciente, Chris Wright, secretario de Energía norteamericano, advirtió que con sus políticas climáticas y su “cruzada” por alcanzar cero emisiones netas de GEI para 2050 la UE debilita toda posibilidad de acuerdo comercial. El chantaje, en definitiva, está expandido.
Pero, por más que se quiere enmascarar este tipo de presiones como fruto de la geopolítica, lo que se evidencia es el peso que detenta el lobby petrolero en la toma de decisiones del gobierno norteamericano. Ninguna de estas decisiones y amenazas podrían enmarcarse en una mirada estratégica; el liderazgo del futuro se asocia a la carrera tecnológica que imponen las industrias verdes, el control por las baterías y el posicionamiento de la industria automotriz en la era del auto eléctrico.
Mientras tanto, China sigue avanzando con el desarrollo de la industria verde y la profunda caída en costos que conlleva, mientras se encamina a convertirse en el primer “electro-Estado” del mundo. Su liderazgo resulta destacado en el reporte anual sobre el estado de la transición global del Generation Investment Management, una usina de pensamiento fundada años atrás por el exvicepresidente Al Gore y el ex-ejecutivo de Goldman Sachs David Blood. Allí se menciona el papel de China en la transición, citándose, como ejemplo de su liderazgo, la creciente cuota de mercado que obtiene el auto eléctrico en el mercado local, lo cual disminuye la demanda de combustibles fósiles y, por lo tanto, aumenta el riesgo financiero de aquellas empresas carbonointensivas (incluidas las terminales automotrices asentadas en Detroit, Estados Unidos). El avance alcanzado también comienza a afectar positivamente a terceros países, pues estos obtienen tecnologías limpias a bajos costos y también se benefician con el arribo de inversores chinos en diversos sectores verdes, como observa Brasil en el sector eléctrico o la entrada de BYD.
Como destaca el citado informe, aunque sean importantes, las decisiones que adopte Estados Unidos ya no determinan la suerte del planeta, pues la mayoría de las emisiones provendrán del mundo en desarrollo. La energía verde es inevitable; lo que resta por saber es cuánto tiempo nos llevará la transición, así como cuál será la situación de los distintos países de la región en el futuro. Aquellos que decidan acatar las directrices que provienen de Washington, es decir, profundizar en el modelo petrolero, seguro que se encontrarán pagando los costos de tales decisiones erradas.