La campaña electoral para las elecciones presidenciales del próximo domingo en Perú es atípica. No solo porque los comicios se celebrarán en medio de una segunda ola de Covid-19, que viene alterando la rutina de sus ciudadanos y consecuentemente las estrategias de los candidatos a la presidencia como al congreso. Es atípica también porque la polarización de la opinión pública que dominó las anteriores elecciones, ha dado lugar a una dispersión de las preferencias electorales. Los peruanos terminaron de perder la confianza en las instituciones cuando en setiembre de 2019 el entonces presidente, Martín Vizcarra, cerró el Congreso de la República acusando al partido Fuerza Popular — herederos del viejo fujimorismo— de obstruccionismo.
Fueron convocadas nuevas elecciones para el Congreso a principios del 2020, donde los fujimoristas sufrieron una debacle electoral, la representación política se dispersó y en noviembre de 2020 los nuevos parlamentarios destituyeron al presidente.
Al día de hoy, si la indecisión se postulara pasaría a la segunda vuelta. En elecciones anteriores, a días de la votación los electores manifestaban cierta determinación sobre quienes serían sus elegidos. Había un mapa más o menos claro. Pero según las últimas encuestas, alrededor del 30% aún no ha definido por quién votar o manifiesta no estar dispuesto a votar a ninguno candidato.
Con un sistema electoral centrado en los candidatos, se han registrado 18 fórmulas presidenciales y 476 listas al congreso volcadas a atraer al electorado peruano. Los candidatos ocupan casi todo el espectro ideológico, incluyendo como novedad a la extrema derecha. Además, la calidad de los candidatos es cuestionada, sus partidos son considerados “vientres de alquiler” y el propio sistema se ajusta a la ambición del candidato lo cual describe un alarmante déficit democrático.
Lo más sorprendente de esta campaña es la dispersión de las intenciones de voto. El 50% de las preferencias se distribuyen de forma muy próxima entre seis candidatos a la presidencia. Sin embargo, hay que recalcar que en esta instancia no han surgido candidatos outsider, y todos ellos han estado vinculados al sistema de representación en algún momento de su trayectoria.
Si el teorema del elector medio de Antonhy Donws fuera aplicable, el candidato de la extrema derecha, Rafael López Aliaga, no sería presidente dado que los electores tenderían a inclinarse por propuestas menos radicales. Aliaga sigue la cartilla de Bolsonaro en Brasil, su campaña esta orquestada en fake news y el marxismo es su enemigo imaginario. Aliaga es una opción minoritaria.
El candidato y ex futbolista George Forsyth lideró las encuestas algunos meses atrás, pero ha ido perdiendo apoyo ente los electores. Con una imagen fútil construida a partir de las redes sociales, Forsyth además ha sido duramente criticado por haber abandonado la alcaldía de un municipio limeño para disputar las elecciones presidenciales.
Quien sí se perfila hacia la segunda vuelta es Yonhy Lescano, líder en las diferentes encuestas y quien cuenta con el apoyo de algunas facciones de su partido Acción Popular. En los últimos debates, sin embargo, Lescano ha demostrado que literalmente no tiene un plan de gobierno y las pocas ideas expuestas han sido confusas o de corte populista.
Keiko Fujimori se ha reposicionado en las encuestas. La candidata estuvo bajo prisión preventiva acusada de haber recibido aportes ilegales de Odebrecht en su anterior campaña electoral. Es la tercera vez que se postula a la presidencia y si no lidera las encuestas es por que los movimientos religiosos conservadores trasladaron su apoyo a López Aliaga.
Veronika Mendoza es la candidata de la izquierda. Tras la disolución del Frente Amplio se quedó sin partido, pero consiguió presentarse por Juntos por el Perú. Su propuesta se distancia de los movimientos con arraigo popular en el interior del país como el liderado por el profesor Pedro Castillo quien ha crecido extraordinariamente en las encuestas. La candidata ha buscado aproximarse cada vez más al centro político, lo que le podría permitir ocupar una mejor posición en la recta final.
Ligado de forma indirecta a la política nacional, el candidato Hernando de Soto es un conocido economista liberal, autor de dos obras bastante conocidas: “El otro Sendero” y “El misterio del capital”. Sin embargo, a Soto se le critica su pragmatismo político por haber apoyado en 1992 el golpe de Estado de Alberto Fujimori.
Los indecisos definirán esta elección. Pero a partir del 28 de julio, —fecha del Bicentenario de Perú y que coincide con el traspaso de gobierno—el próximo presidente deberá afrontar un escenario incierto ya que la fragmentación progresiva del poder político está agravando la gobernabilidad en el país. Desde las elecciones del 2001, ningún partido ganador ha obtenido la mayoría de los escaños en el Congreso: Alejandro Toledo conquistó el 38% de las curules en 2001, Ollanta Humala el 36% en 2006 y Alan García el 30% en 2011. El menor resultado fue de Pedro Pablo Kuczynski quien apenas consiguió el 16,4% en 2016.
Se verifica que si los partidos son débiles en la arena electoral, son fuertes en la arena legislativa. Para ser un país unicameral, el sistema contribuye a una excesiva sobre-representación de los partidos. En 2001 los dos mayores partidos obtuvieron el 46.4% de los votos y conquistaron el 60% de los escaños en el legislativo, en 2016, obtuvieron el 50,2% de los votos y ocuparon el 71,4% de los escaños. Para 2021 las probabilidades indican que los dos principales partidos no alcancen el 30% de los votos lo que implicará que el Ejecutivo se obligue a tejer una coalición tan amplia para dar estabilidad política al país.
El entusiasmo entre los peruanos de reescribir un futuro mejor a partir del Bicentenario de la fundación de la república hoy ha quedado relegado. No solo por la pandemia, si no porque parecería que los peruanos estamos prisioneros entre el deseo de cambiar sin realmente estar dispuestos a alterar nuestra realidad.
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Autor
Cientista Político. Profesor e investigador asociado de la Universidad Federal de Goiás (Brasil). Doctor en Sociología por la Univ. de Brasilia (UnB). Postdoctorado en la Univ. de LUISS (Italia). Especializado en estudios comparados sobre América Latina.