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El coronavirus y el juego de la confianza

La economía es un juego de confianza. Las empresas, así como las naciones, crecen, se estancan o caen en función de la confianza que haya en ellas; confianza por parte de los productores, inversores, socios y consumidores. Siempre ha sido así, pero hoy, en el sistema en el que vivimos, en el que la imagen está por delante de todo, donde la competencia es cada vez más fuerte y donde todo se cuestiona, la confianza es fundamental. Y este juego de confianza es hoy uno global. Con la globalización, las posibilidades de inversión y venta se han multiplicado para empresas y nacionales por igual. Pero, a su vez, se ha multiplicado la interdependencia, la competencia y el riesgo. En el mundo globalizado, la confianza puede subir o caer a escala mundial, y con ella, la economía global en su conjunto. El coronavirus representa hoy no solo una amenaza a la salud pública mundial, sino también un torpedo directo a nuestra confianza, y con ello, a la economía del mundo.

Antes de que la amenaza de la COVID-19 se materialice en más contagios y muertes, el golpe a la confianza, y con ello, a la economía, ya se ha dado. Y es que en el sistema económico en el que vivimos hoy, la confianza va por delante. Si las expectativas son positivas, la economía crece. Pero si el miedo se amplía, la economía colapsa. Y tanto el positivismo como el miedo se refuerzan a sí mismos. Bien lo saben los mercados financieros; el entusiasmo excesivo genera burbujas, así como el miedo de unos pocos puede acarrear una espiral de pánico peligrosamente destructiva.

Las principales Bolsas mundiales han mostrado estas últimas dos semanas las peores caídas en muchos años»

Los números ya muestran la alarma. El “Índice del Miedo” (o índice VIX, cotizado en la cámara de futuros de Chicago) ha alcanzado valores cercanos a lo que se consideraría como “pánico total”. Las principales Bolsas mundiales han mostrado estas últimas dos semanas las peores caídas en muchos años. El Down Jones estadounidense cayó un 12% en menos de una semana. El EUROSTOXX y el IBEX-35 español lo hicieron en un 11%, las mayores caídas desde 2008. Otros indicadores bursátiles muestran caídas similares. Por sectores, el turismo es uno de los que más está siendo afectado. En el conjunto de la Unión Europea, las pérdidas por la baja en la llegada de turistas provenientes de China se cuantifican en 1.000 millones de euros al mes.

Pero, al igual que ha ocurrido con muchos choques externos, imprevisibles, como lo es el coronavirus, los efectos son desiguales; unos ganan y otros pierden. Ante el actual ataque de pánico global, en el que muchas empresas sufren, otras se están beneficiando de forma espectacular; farmacéuticas y supermercados están vendiendo hasta agotar sus stocks, y con ellos, productores de múltiples sectores están incrementando sus ingresos. Como bien dice el refrán: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.

El coronavirus también ha llegado ya a Latinoamérica, lo mismo que el riesgo de pánico. China es hoy uno de los principales socios comerciales de los países latinoamericanos. La amenaza del coronavirus se traduce, por ejemplo, en dificultades para las empresas para recibir suministros, algo que afecta, por ejemplo, a más de la mitad de las empresas del sector energético brasileño. También significa un riesgo serio para el sector exportador chileno y peruano, muy dependiente de metales como el cobre, y cuyo precio se está desplomando. En Ecuador, que tiene varios casos confirmados, se han empezado a suspender eventos masivos. Dada su dependencia del comercio exterior, Ecuador, junto a Brasil, Chile y Perú, han sido señalados por entidades como Goldman Sachs como los países latinoamericanos más vulnerables, en términos económicos, por la amenaza de la COVID-19.   

A escala global, diferentes fuentes privadas, así como instituciones internacionales, prevén un menor crecimiento de la economía mundial. Grandes empresas e incluso economías nacionales pueden presentar contracciones peligrosas. En primera línea de batalla está obviamente China no solo por ser el lugar donde se originó el virus, sino por ser la segunda mayor economía nacional de tipo global y la locomotora del crecimiento económico mundial de las últimas décadas. Si China cae, caemos todos; las interdependencias de la globalización hacen que podamos enfrentar (o no) una nueva crisis económica mundial. Esto dependerá de qué tanto sufra nuestra propia confianza en el sistema.

En definitiva, el impacto de la COVID-19 en la economía global dependerá, al menos a corto plazo, de nuestra capacidad de mantener la calma y el optimismo. Si nos invade el miedo, el daño estará hecho y podrá ser importante.

Foto de Xavier Donat en Foter.com / CC BY-NC-ND

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Profesor de la Univ. Autónoma de Barcelona. Doctor en Economía por la Univ. de Barcelona. Master en Desarrollo del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona (CIDOB). Especializado en econ. internacional y econ. urbana.

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