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«Deconstructing Diego»

El fútbol es un hecho global de tal magnitud que trasciende como ninguno las diferencias culturales. Su geopolítica puede simplificarse afirmando que Latinoamérica, aquí también, provee de materia prima a los clubes europeos pagados por los chinos, dueños de los derechos de televisión y petrodólares de jeques que compran equipos por hobby. Pero a diferencia de las commodities, en el fútbol hay revancha cuando Messi, Diego Maradona o Ronaldinho dejan de ser de sus clubes para ser de las selecciones de sus nacionales, de su pueblo. ¡Viva la soberanía!

La relación entre un “futbolero” ―la palabra aficionado queda aquí corta―, el juego y sus jugadores trasciende lo lúdico y lo racional para enraizar en algo más profundo, casi atávico, que explica las reacciones ante la muerte de Diego Maradona. Ahora bien, ¿cómo es que cayeron en la histeria colectiva personas infalibles en juzgar la obra por la conducta del autor? Gente que, por ejemplo, no volvió a ver películas de Woody Allen por las denuncias de su hija, a pesar de que cada vez que escuchan Rhapsody in Blue recuerdan el plano general de Manhattan en blanco y negro. O colegas de la universidad que se sumaron al “aguante”, cual “barra brava”, mientras rehúsan participar, con razón, en eventos no paritarios. Parece que este 25 de noviembre dejaron de lado la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de Género.

Esas aparentes incoherencias no deberían sorprendernos, pues son la evidencia de que Diego Maradona dejó de ser un gran futbolista y una persona con claroscuros para convertirse en mito»

No obstante, y este es mi punto, esas aparentes incoherencias no deberían sorprendernos, pues son la evidencia de que Diego Maradona dejó de ser un gran futbolista y una persona con claroscuros para convertirse en mito. Como tal, se le atribuyen cualidades que no tiene, a fin de construir socialmente una narración maravillosa, fuera del tiempo histórico, en la que realidad y ficción se mezclan. Por eso, sus feligreses no le juzgan por su conducta, como no se juzgaba a Zeus por incestuoso comeniños. Y no solo eso. Igual que las acciones de los seres mitológicos se convierten en épicas y encuentran su lírica, por más irregulares que sean, el gol antirreglamentario del 86 fue divino y parte de la venganza por una guerra perdida. Mientras, otro gol marcado por la mano del mortal Henry, que clasificó a Francia al Mundial, terminó en disculpas del jugador y del presidente de la república.

¿Por qué fue mitificado? Ser un gran futbolista puede ser condición necesaria, pero no suficiente, incluso cuando su recuerdo se haya fortalecido con una selección de buenos momentos en YouTube, capaz de nutrir esa narración épica que ha calado incluso en los menores de 30 años, obligados ausentes de México 86 e improbables espectadores de USA 94, su último Mundial, el del doping, y antesala de su retirada tres años después. También parece insuficiente aquello de que, en realidad, nunca salió de Villa Fiorito ni se olvidó de los suyos ―el pueblo―. A los devotos no argentinos eso no les dice mucho y podría parecerles una visión muy conservadora en la que el talento no evita la condena a permanecer abajo o caer en la desgracia. Un gran aporte viene de la leyenda del rebelde ―del resabiado― que hábilmente se reconvirtió al compromiso político gracias a sus desintoxicaciones en Cuba, acercándose al Olimpo de la rebeldía presidido por Castro, Chávez y el Che. Como a las leyendas no se juzga, nadie vio inconsistencia política en su servicio a las dictaduras misóginas del Golfo. 

Lo que mejor explica la creación de este nuevo mito universal es que el fútbol es el último gran reducto del patriarcado»

Pero, en mi opinión, lo que mejor explica la creación de este nuevo mito universal es que el fútbol es el último gran reducto del patriarcado, que es cosa de hombres y de mujeres. En el juego y sus festejos los hombres pueden, sin ser juzgados, decir que aman a otro hombre, abrazarse, llorar, mostrarse sensibles, a la vez que aguerridos, además de alimentar el gregarismo de la tribu. El resumen perfecto de esa mezcla de sentimientos es Simeone agradeciendo a las madres de sus jugadores porque “los hicieron nacer con unos huevos así de grandes”.

Diego Maradona fue de los mejores en un deporte que significa esas y tantas otras cosas y por ello tiene admiración devota. La diferencia con otros buenos jugadores está en que supo transmitir a sus seguidores emociones dentro y fuera de la cancha, en todos los planos, ayudando a los hombres a liberar sentimientos y a manifestar pasiones. Esto le pasó al ateo vicepresidente español que oró por él un sacrílego Padre Nuestro ―la más patriarcal de las oraciones―, en el cual, el cielo era Cuba, y Dios Padre, Diego Maradona. Ni el líder de un partido que se nombra en femenino puede escapar del patriarcado, aunque seguro quiere, y finalmente acaba saliendo el macho alfa, como se autodefinió a la vez que fantaseaba con azotar a una señora hasta que sangrase.

Por último, y esto es lo importante, no olvidemos que los mitos siempre han tenido una función política y, aunque parezca que pertenecen al pueblo, cuando se trata de legitimar relaciones de poder, aparecen los sumos sacerdotes que lo reclaman. En el velorio de la Casa Rosada pudimos ver quiénes son.


Episodio relacionado de nuestro podcast:

Foto de Globovisión en Foter.com / CC BY-NC

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Cientista político. Director del Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca. Profesor de Ciencia Política con especialidad en política comparada de América Latina. Doctor y Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.

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