En los últimos años, la crisis climática se ha convertido en uno de los debates más importantes que enfrenta la humanidad. Las empresas han ido incorporando discursos sobre responsabilidad corporativa, criterios ESG (ambiental, social y gobernanza por sus siglas en inglés) y sostenibilidad en sus estrategias. ¿Pero qué pasa cuando esas promesas son sólo palabras? En Brasil, una investigación de Market Analysis (2024) expone que el 85% de las declaraciones ambientales realizadas por los productos tecnológicos analizados son greenwashing. En otras palabras, casi todo lo que se vende como “verde” no es más que maquillaje para conquistar a los consumidores.
Los datos muestran que, a pesar del importante crecimiento del número de declaraciones medioambientales en las etiquetas (un aumento del 46% desde 2010, año del primer análisis de mercado sobre este tema), la proporción de declaraciones engañosas se ha mantenido prácticamente sin cambios. El sector de la electrónica y los accesorios surge como símbolo de regresión. Para 2024, solo el 9% de los productos de esta categoría contaba con certificaciones ambientales verificadas, una caída drástica respecto del 47% en 2014, cuando Market Analysis realizó su segunda edición de la encuesta.
¿Cómo una industria tan central como la innovación tecnológica pudo haber abandonado su potencial de liderar la agenda ambiental? En lugar de avanzar, la industria parece haber redoblado sus prácticas de greenwashing, y el 92% de las afirmaciones ambientales son ahora puro “lavado verde”.
Para entender este cambio es necesario observar dos números. Este cambio no se produce de forma aislada, sino que refleja una tendencia más amplia que algunos han llamado el “giro conservador” en el sector tecnológico en los últimos años. Un ejemplo emblemático es la posición de Donald Trump en 2025, con la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París y la declaración de una “emergencia energética nacional”, priorizando la exploración de combustibles fósiles.
Estas decisiones no sólo afectan al sector energético, sino que también envían un mensaje claro al mundo empresarial: la protección y el cuidado del medio ambiente no pueden dejarse de lado en nombre del crecimiento económico. En este contexto, no es difícil imaginar que sectores como el tecnológico, que operan con poca supervisión en cuestiones ambientales, se sientan autorizados a adoptar posiciones menos comprometidas con la sostenibilidad.
Y, por supuesto, la tecnología no es inmune a las presiones políticas y a las decisiones estratégicas de sus líderes. Recientemente, Mark Zuckerberg, CEO de Meta, lo ilustró perfectamente. Su decisión de recortar equipos centrados en el impacto social y redirigir recursos al metaverso y la inteligencia artificial simboliza las prioridades de una industria que ve la innovación como su único propósito. Zuckerberg sostuvo que las empresas deberían centrarse en el “crecimiento y la innovación” y clasificó las agendas ambientales como “restrictivas” o “ineficaces”. Al escuchar esto, uno se pregunta: ¿Están las empresas tecnológicas demostrando que pueden escapar del escrutinio público sacrificando su compromiso con el planeta?
Curiosamente, mientras el sector tecnológico está retrocediendo, otros sectores están demostrando que es posible avanzar. Entre 2014 y 2024, categorías como “juguetes y artículos para bebé” y “cosméticos e higiene” vieron incrementos del 29% y del 14%, respectivamente, en el número de certificaciones ambientales otorgados. Estos datos son un claro reflejo de unos consumidores y empresas cada vez más exigentes que entienden el valor de las prácticas transparentes. Entonces, ¿por qué la tecnología, un sector del cual se espera que lidere el futuro, decidió ignorar esta tendencia? ¿Está el sector tan obsesionado con el crecimiento y el rendimiento que parece que el futuro no dependiera de un planeta habitable?
Lo que estamos presenciando son más que simples reveses. Es la señal de una profunda desconexión entre las prioridades del sector tecnológico y las necesidades globales. El greenwashing no es sólo una estrategia de marketing, es una elección ética, o más bien, la falta de ella. Y a medida que el sector tecnológico continúa creando el mundo digital del mañana, está construyendo una base inestable basada en promesas vacías e incumplidas.
Si la industria tecnológica no reconsidera sus decisiones, corre el riesgo de alejarse de una generación que valora la autenticidad y la responsabilidad. Lo que es más importante, pierde la oportunidad de ser el agente transformador que exige la crisis climática. Las empresas tienen la oportunidad de dejar de lado el “lavado verde” y asumir un papel real en la construcción de un futuro sostenible. ¿Pero están dispuestos a renunciar a la comodidad de las falsas promesas en aras de algo mayor? Por ahora todo indica que no será así.