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El inicio de una nueva fase en las relaciones entre América Latina y China

La Cuarta Reunión Ministerial del Foro China-CELAC no marca el cierre de una etapa, sino el inicio de una nueva fase en la relación sino-latinoamericana.

Desde su creación en 2014, el Foro China-CELAC (FCC) ha transitado por tres etapas clave que delinean su evolución. La primera reunión ministerial, realizada en Beijing en 2015, sentó las bases normativas del mecanismo, estableciendo su carácter intergubernamental y voluntario. En la segunda, celebrada en Santiago de Chile en 2018, se consolidaron áreas prioritarias de cooperación y se vinculó al Foro con la Iniciativa de la Franja y la Ruta. La tercera, desarrollada de manera virtual en 2021, actualizó la agenda en un contexto pandémico, incorporando nuevos temas como salud, digitalización y sostenibilidad.

Tras un periodo de relativa inercia, la Cuarta Reunión Ministerial —celebrada el 13 de mayo de 2025 en Beijing— representó un punto de inflexión tanto por su ambición como por su proyección estratégica. Es clave recordar que la Reunión Ministerial constituye el nivel más alto de deliberación del mecanismo, al congregar a los cancilleres de China y de los países latinoamericanos. En esta edición, el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, presidió los trabajos, destacando que, como países en desarrollo y miembros del Sur Global, China y América Latina deben coordinar esfuerzos para defender sus derechos e intereses legítimos. Como resultado del encuentro, se adoptaron dos documentos fundamentales: la Declaración de Beijing y el Plan de Acción Conjunto 2025–2027, aprobados por los 33 países participantes, con la excepción de Argentina, que decidió no adherirse a los textos.

Aunque el FCC posee un diseño eminentemente ministerial, ocasionalmente adquiere una dimensión política más amplia, con la participación de jefes de Estado y de gobierno. Tal fue el caso en esta edición, en la que la intervención del presidente Xi Jinping —anfitrión y figura central del encuentro— imprimió un carácter estratégico al foro y trazó su hoja de ruta futura. Ante desafíos globales como el unilateralismo, las guerras comerciales y la crisis climática, Xi propuso una arquitectura de cooperación basada en cinco programas estratégicos que combinan objetivos políticos, económicos, sociales, culturales y de seguridad.

En primer lugar, el Programa de la solidaridad, refleja la dimensión política. Al respecto, Xi Jinping subrayó que “China se dispone a seguir apoyándose mutuamente con ALC en las cuestiones tocantes a nuestros respectivos intereses vitales y preocupaciones fundamentales”. Esta postura contrasta con enfoques más restrictivos promovidos por Estados Unidos, como en la IX Cumbre de las Américas (2022), donde fueron excluidos Cuba, Venezuela y Nicaragua. Además, la cita en Beijing se inscribe en una secuencia diplomática activa que incluye la cumbre del G20 en Río (noviembre 2024), APEC en Lima (noviembre 2024) y la próxima cumbre de los BRICS en julio de 2025, también en Río. Lejos de gestos simbólicos, esta frecuencia de encuentros revela una estrategia convergente de inserción global por parte de China, basada en alianzas regionales sostenidas.

En segundo lugar, el Programa del desarrollo engloba la dimensión económica. Este eje busca promover la cooperación en crecimiento, inversión y transformación productiva, expandiéndose hacia sectores estratégicos como la inteligencia artificial, la economía digital y las energías limpias. Xi anunció una línea de crédito de 66 mil millones de yuanes para apoyar el desarrollo regional, lo cual constituye no solo un aporte financiero, sino una clara señal de confianza en América Latina en un contexto de fragmentación comercial y reconfiguración de cadenas globales de valor.

En tercer lugar, el Programa de las civilizaciones expresa la dimensión cultural en los acuerdos de cooperación. Beijing impulsa un diálogo intercivilizatorio sustentado en la igualdad, el aprendizaje mutuo y la inclusión. Esto se traduce en iniciativas como las Temporadas de Arte Latinoamericano en China, proyectos conjuntos de conservación patrimonial y estudios comparativos sobre civilizaciones antiguas. En una región históricamente influida por el ideario cultural estadounidense, esta estrategia busca diversificar los referentes simbólicos, fortalecer el soft power chino y proyectar una imagen más cercana y respetuosa en América Latina.

En cuarto lugar, el Programa de la paz evidencia la dimensión de seguridad que cobra creciente relevancia. Este eje marca una evolución cualitativa en la proyección china hacia la región, al abordar temas de seguridad no tradicionales desde una perspectiva de cooperación. Basado en el respaldo a la “Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz” (CELAC, 2014), China propone fortalecer la colaboración en áreas como ciberseguridad, lucha contra el terrorismo, corrupción, narcotráfico y crimen organizado. Este enfoque refuerza los principios de no injerencia y resolución pacífica, alineándose con necesidades concretas de los Estados latinoamericanos.

En quinto lugar, el Programa de los pueblos expresa la dimensión social. Este componente consolida la conexión social entre China y América Latina mediante becas, formación técnica, capacitación de profesores de chino y proyectos comunitarios. La incorporación del turismo como eje de trabajo —con la futura implementación de una política de exención de visado para cinco países latinoamericanos— resalta la intención de promover el intercambio directo entre poblaciones.

Los cinco programas delineados por Xi Jinping —solidaridad (política), desarrollo (economía), civilizaciones (cultura), paz (seguridad) y pueblos (social)— configuran una arquitectura integral que proyecta a China como un socio multidimensional para América Latina. Esta visión estratégica se sustenta en una relación económica ya consolidada: en 2024, el comercio bilateral superó los 500 mil millones de dólares, alcanzando la meta planteada una década atrás. En este contexto, se prevé la publicación de la tercera edición del Libro Blanco sobre América Latina y el Caribe, documento que complementará los compromisos asumidos en la declaración final y el Plan de Acción adoptados en Beijing.

Así, la Cuarta Reunión Ministerial del Foro China-CELAC no marca el cierre de una etapa, sino el inicio de una nueva fase en la relación sino-latinoamericana. El alcance y la calidad de esta fase dependerán de la capacidad de los actores latinoamericanos para insertarse de manera estratégica y proactiva en la propuesta china. La oportunidad está planteada.

*Este texto fue publicado originalmente en la web de  REDCAEM

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Profesor asociado de la Universidad Sun Yat-sen en China, miembro del Sistema Nacional de Investigadores en México e integrante de la REDCAEM (Red China-América Latina).

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