“La bicicleta tiene el beneficio de que podés llegar más rápido y a donde querés, lo que no siempre pasa con otros medios de transporte público en la ciudad. Y es lindo porque estás al aire libre”, dice Julia, una joven usuaria del servicio de bicicletas públicas de la ciudad de Córdoba, en Argentina. El servicio es gratuito y se compone de siete estaciones de bicicletas, conectadas por una red de ciclovías terrestres, que se complementan con una ciclovía en altura de casi 2 km de extensión de reciente implementación en esa ciudad.
Julia tiene razón: usar la bicicleta en lugar de medios motorizados para movilizarse en grandes ciudades puede ser más práctico y atractivo. Pero también, frente al problema del cambio climático y la obesidad, la promoción del uso de bicicleta en reemplazo de automotores es una acción concreta que trae 2 beneficios en 1. Por un lado, es ecológicamente más sustentable. Por el otro, promueve un estilo de vida saludable al brindar la oportunidad de practicar ejercicio físico. Esto contribuye a la prevención del sobrepeso y otras enfermedades crónicas como las cardiovasculares y la diabetes.
La experiencia de Córdoba (Argentina) y otras similares llevadas a cabo en ciudades latinoamericanas, como el Sistema de Bicicletas Compartidas de Bogotá, en Colombia o el Sistema de Bicicletas Públicas de Quito, en Ecuador, son ejemplos de oportunidades para obtener co-beneficios para la salud a partir de acciones destinadas a la mitigación del cambio climático.
Sindemia global: una visión innovadora para buscar acciones 2 en 1
Con la abrupta aparición del Covid-19 en nuestras vidas, hablar de pandemias pasó a ser algo cotidiano. La noción de sindemia, en cambio, es algo menos conocida. En términos generales, el concepto se refiere a epidemias o pandemias que coinciden temporal y geográficamente, interactuando y potenciando sus efectos nocivos en la salud de la población afectada. Esta idea llamó la atención de la comunidad científica hace algunos años, tras un informe publicado por la Comisión sobre Obesidad de la revista médica Lancet.
Dicho artículo introdujo la visión de “Sindemia Global de Obesidad, Desnutrición y Cambio Climático”. Desde esa perspectiva se entiende que la malnutrición en todas sus formas es una pandemia que amenaza la salud global, y que coincide en tiempo y lugar e interactúa con el cambio climático que hoy afecta a la mayoría de las personas en cada país y región del mundo.
Se estima que en varios países latinoamericanos, como México, Panamá, Argentina y Chile, más de un tercio de la población adulta vive con obesidad. Sumado a esto, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), esta región presenta una elevada vulnerabilidad y está siendo fuertemente impactada por las consecuencias del cambio climático, una situación que se amplifica por diversos factores, incluyendo la desigualdad y la pobreza. En particular, el efecto del cambio climático sobre la seguridad alimentaria de las poblaciones potencia a su vez la prevalencia de la malnutrición.
Podemos considerar la epidemia de la obesidad y el cambio climático como vagones de un tren que avanza a gran velocidad hacia un escenario de riesgos para la salud poco alentador. Podemos también imaginar que es necesario reducir la velocidad del tren y encontrar acciones oportunas, capaces de mitigar los daños ambientales e impactos negativos sobre la salud humana. Para ello, es útil retomar la visión sindémica global, la cual reconoce que las ruedas del tren, lo que impulsa las pandemias de malnutrición y cambio climático, son en gran parte factores compartidos.
Reconocer que existen determinantes compartidos es importante, dado que brinda la oportunidad de buscar respuestas conjuntas para hacer frente a estos desafíos globales. Los modos de vida poco saludables que ganan terreno en las sociedades más urbanizadas, así como la marcada desigualdad social, son algunos ejemplos de estos factores que impulsan o determinan, simultáneamente, las dos pandemias.
Obesidad y cambio climático: la vida en las ciudades como punto de encuentro
América Latina es una de las regiones con más población urbana del mundo en desarrollo. Dos tercios de la población latinoamericana vive en ciudades de más de 20.000 habitantes y casi un 80% en zonas urbanas, lo que equivale aproximadamente a 530 millones de personas. El actual ritmo de vida en sus ciudades trae aparejadas modificaciones de los estilos de vida que pueden ser a su vez desfavorables para la salud y el ambiente en que vivimos.
Los residentes urbanos son generalmente los más expuestos a la contaminación del aire y a estilos de vida sedentarios. El uso de automóviles es una práctica que aumenta la exposición a estos factores. Además de esto, en las ciudades es frecuente encontrar un consumo elevado de productos alimentarios ultraprocesados y un bajo consumo de frutas y verduras. Es ampliamente reconocido que una alimentación poco saludable se asocia a un mayor riesgo de obesidad y enfermedades crónicas. En cambio, la relación entre alimentación y cambio climático es menos conocida.
En referencia a eso, un artículo publicado en la revista científica Current Obesity Reports explica que la producción ganadera para obtener carne y lácteos genera gas metano, el cual representa más del 80% de los gases de efecto invernadero (GEI) agrícolas. Sumado a ello, el hiperconsumo de productos ultraprocesados puede aumentar la generación de residuos urbanos, contribuyendo también a una mayor concentración de GEI. Las emisiones de GEI son las grandes responsables del efecto invernadero, y potencian el calentamiento global, que es especialmente preocupante en los entornos urbanos.
Por lo tanto, prestar atención a los modos de movilizarse dentro de las ciudades, así como promover una alimentación saludable y equilibrada e incentivar una producción alimentaria ecológicamente sostenible, no solo será importante para cuidar la salud humana, sino también para contribuir a la sostenibilidad ambiental.
“El servicio de bicicletas en Córdoba está disponible, es abierto”, dice Julia, que agrega que “el único requisito es ser ciudadano”. La igualdad de oportunidades, el “no dejar a nadie atrás” que propone la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, es quizá el mayor desafío para impulsar acciones verdaderamente transformadoras para el ambiente y la salud global.
*Este texto es producto del Programa Clima, ambiente y salud + migración desarrollado por el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global IAI y Latinoamérica21
Camila Niclis, Dra. en Ciencias de la Salud y Licenciada en Nutrición. Investigadora del CONICET y Profesora de Metodología de la investigación (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina). Aborda la Epidemiología nutricional y socioambiental de enfermedades crónicas desde el enfoque del ciclo vital.