Coautor Jonathan D. Rosen
Cada año, decenas de miles de migrantes llegan a la frontera de Estados Unidos y México después de viajar cerca de 4000 kilómetros desde diferentes países de América Central. Entre 1990 y 2010, casi que se triplicó el número de inmigrantes centroamericanos en Estados Unidos y creció a un ritmo mayor que cualquier otra subregión de América Latina. Hoy los tribunales de Estados Unidos tienen cerca de 1.4 millones de casos en el sistema, entre los cuales predominan ciudadanos de los tres principales países de origen cuyo destino final es Estados Unidos: México, El Salvador y Guatemala.
El creciente número de “caravanas” migrantes hacia Estados Unidos ilustra la gran variedad de desafíos que enfrentan muchos países latinoamericanos, entre los cuales sobresalen la pobreza, las pandillas, el tráfico de drogas, la corrupción y los desastres ambientales como sequías, inundaciones y huracanes. Pero el peligro continúa incluso luego de que abandonan sus respectivos territorios. Solo en el año 2020 hubo al menos 157 muertes de migrantes en Centroamérica y la frontera que comparten Estados Unidos y México.
En este contexto, ¿qué factores afectan la decisión de miles de personas de países como México, El Salvador y Guatemala a emprender la difícil travesía hacia Estados Unidos? ¿Por qué la inmigración indocumentada continúa creciendo a pesar de sus riesgos?
México, El Salvador y Guatemala
En nuestro artículo de investigación publicado por el International Journal of Comparative and Applied Criminal Justice utilizamos datos del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (Lapop, por sus siglas en inglés) de la Universidad Vanderbilt para conocer los “factores de expulsión” más relevantes en México, Guatemala y El Salvador, los tres principales países de origen de la migración Latinoamericana hacia Estados Unidos.
La investigación revela que el perfil de las personas que buscan vivir o trabajar en otro país es consistente con los patrones generales de la migración económica a escala internacional: hombres jóvenes que tienen lazos preexistentes con inmigrantes residentes en el país de destino que consideran que los niveles salariales de su grupo familiar han empeorado.
Sin embargo, en países con altos índices de violencia criminal, los factores de expulsión económicos no explican por sí mismos el movimiento migratorio. En México, Guatemala y El Salvador, territorios con fuerte presencia de pandillas, crimen organizado y violencia, ser víctima de un delito aumenta considerablemente las probabilidades de migración.
Las percepciones de inseguridad, especialmente en los dos países centroamericanos, también afectan la decisión de vivir en Estados Unidos. En otras palabras, tanto la victimización como el miedo al delito desempeñan un papel preponderante en el cálculo de las personas que van a emigrar en países que cuentan con organizaciones criminales como las maras o los carteles de drogas.
Implicancias de la migración en Estados Unidos
Por otro lado, en Estados Unidos, donde los debates sobre la residencia de indocumentados ha vuelto a ganar fuerza, la política migratoria sigue siendo inapropiada para disuadir a los habitantes de países latinoamericanos con altos índices de violencia a que se decidan a emprender el viaje para buscar nuevas oportunidades.
Iniciativas concretas como la apertura de nuevos centros de detención, la separación de niños indocumentados de sus respectivas familias, la militarización de las fronteras y los continuos intentos de poner fin a la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) pueden incluso exacerbar los problemas de seguridad existentes en América Latina y favorecer la demanda de los ciudadanos de la región para escapar de la violencia.
Considerando la naturaleza de la política migratoria estadounidense, las implicancias de nuestra investigación no son irrelevantes. Por un lado, la centralidad de la victimización y el miedo asociado al crimen sugiere que los flujos migratorios probablemente continúen a menos que la seguridad humana se convierta en una prioridad en países plagados de pandillas, crimen organizado y violencia.
Si bien el abordaje de las dificultades económicas en las comunidades de origen resulta imperativo, la inseguridad parece tener un efecto independiente en el cálculo de emigración de los habitantes de México, El Salvador y Guatemala.
Por otro lado, aunque resulte desalentador para las autoridades estadounidenses, la migración puede avanzar incluso si finalmente se abordan las condiciones subyacentes que favorecen el crimen o las dificultades económicas de la región. Esto, debido a que tener un amigo o familiar en Estados Unidos incrementa las probabilidades de vivir o trabajar en el extranjero. Por ello, la migración puede volverse autosuficiente, independientemente de la actuación de organizaciones criminales como las maras Salvatrucha y Barrio 18 o los carteles mexicanos como el de Sinaloa o el de Jalisco Nueva Generación.
Jonathan D. Rosen es profesor asistente del Departamento de Estudios de Seguridad de la New Jersey City University (Estados Unidos). Doctor en Estudios Internacionales, por la Universidad de Miami, y magíster en Ciencia Política, por la Universidad de Columbia. Especializado en temas del crimen organizado, pandillas, violencia y seguridad.
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Autor
Assistant Professor in the Department of International Affairs at O.P. Jindal Global University (India). PhD in International Studies from the University of Miami. Specialized in organized crime and drug policy in Latin America.