Profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México
Algunos gobiernos, en nombre de la democracia, toman decisiones públicas que irónicamente pueden llegar a acabar con ella y hasta desatar los demonios en el mundo.
Tras el abuso que se ha cometido en México, la oposición, pese haber obtenido el 44 % de los votos legislativos, está subrepresentada, y eso es una debilidad de la presidenta y su equipo de gobierno.
Han desaparecido algunos organismos autónomos que fueron emblema de los pactos legislativos de la llamada transición del autoritarismo priista a la democracia representativa.
Los cambios constitucionales y reglamentarios en materia judicial en México muestra que el país no otorga garantías para los intereses estadounidenses.
Comienza una etapa, no solo del Poder Judicial sino de la relación entre los poderes del Estado, ya que las nuevas leyes establecidas por el Poder Ejecutivo y Legislativo establecen un sistema Judicial sin poder propio.
En el proceso sucesorio de 2024, López Obrador ha sitiado a la primera presidenta de México imponiendole a la mayor parte del gabinete, legisladores y demás cargos.
Hoy Sinaloa está en el centro de las miradas por la captura, secuestro o entrega pactada, no se sabe a ciencia cierta, de capos del llamado Cártel de Sinaloa al gobierno de Estados Unidos.
Que López Obrador se dirija a Trump por carta como si ya fuera el presidente de EE.UU. es un yerro diplomático mayor que no tiene precedente entre las dos naciones y que acota el espacio político de su sucesora.
Lo que resuelva el INE, en materia de integración del Congreso de la Unión y el Tribunal Electoral del Poder Judicial, abrirá un compás entre la preservación de los contrapesos democráticos o la debacle con un hiperpresidencialismo.