Politóloga y profesora de la Universidad de Buenos Aires. Magíster en Historia Económica por la misma universidad. Columnista en Perfil, La Nación, La Ribera Multimedio, Observatorio de Seguridad, Economía y Política Iberoamericana, entre otros.
Entender la política y a los políticos de modo binario distorsiona con frecuencia la realidad, lo cual nos hace vivir en un mundo de mentiras y simulaciones.
Existen varias fuerzas opositoras: el kirchnerismo; el peronismo no kirchnerista; la pequeña fuerza de izquierda tradicional; y el Partido Radical que al desarmarse la coalición por obra del macrismo pasó a ser el principal opositor.
En las elecciones los argentinos eligieron a su presidente, pero también a sus diputados y senadores. Por tal motivo, el gobierno de Milei con sus pretensiones de que le aprueben en tiempo récord un Decreto de Necesidad y Urgencia con 366 medidas de reforma y un proyecto de ley con 664 artículos, no está en sintonía con un régimen republicano.
Así como las elecciones internas dejaron en claro que triunfaron los extremistas, podríamos suponer, también, que las fuerzas centrípetas operarán en una contienda general.
Se prevé que el dato de la inflación, que comunicará próximamente el Indec, sea equivalente al que en el pasado llevó a que se temiera el inicio de una espiral hiperinflacionaria.
Cristina pretende convencer a los argentinos de que el kirchnerismo y el lulismo son semejantes, pero sus esfuerzos por polarizar a la sociedad dejan entrever muchos más parecidos con el bolsonarismo.
Argentina, como en otras latitudes, atraviesa un proceso prolongado de polarización política, que enfrenta a partidos y confronta sociedades. Pero la polarización que está poniendo en jaque al gobierno argentino está operando de modo implosivo al interior de la coalición oficialista.
En Argentina, las coaliciones electorales no parecen poder constituirse en coaliciones de gobierno, sino que prima el oportunismo, la mezquindad, y la fuerza hegemónica de alguna de las fuerzas.