La igualdad de género es un proceso que está en marcha a escala global y local. Argentina refleja un interesante avance en este sentido y los argentinos reconocen progresos respecto del papel de las mujeres en los ámbitos político y laboral. Sin embargo, en el de la casa, el cambio de valores no termina de cristalizarse en prácticas concretas con la misma rapidez.
En 2015 los movimientos feministas comenzaron a ganar visibilidad con la primera marcha del colectivo #NiUnaMenos, que se transformó en consigna y bandera para la región. A las consignas contra la violencia de género se sumaron después voces a favor de la legalización del aborto, y la “marea verde” atravesó fronteras geográficas y judiciales. Con la promulgación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en enero de 2021, Argentina se convirtió en uno de los primeros países de la región en garantizar el aborto gratuito, voluntario y seguro, y en dejar de criminalizar a las mujeres por interrumpir la gestación.
La mayor presencia institucional de la lucha feminista se hizo aún más palpable con la promulgación de la Ley Micaela en enero de 2019, que establece la capacitación obligatoria en la temática de género y violencia contra las mujeres para todas las personas que se desempeñan en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la nación, y en todos sus niveles y jerarquías. En ese mismo año se destaca la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, precedente clave de la proliferación de instancias ministeriales a escala provincial.
Según el informe global de WIN Voices!, que se hizo en 39 países, en la Argentina la percepción sobre los avances de la igualdad laboral está en línea con la global y, en cuanto a la igualdad política, está algo por encima del promedio mundial, pero con relación a la igualdad de género dentro del hogar, somos más pesimistas que en el resto del mundo, es decir, el 61% contra el 71%.
Aunque aún existe un largo camino por recorrer, la participación de las mujeres en el campo laboral fue creciendo con el paso del tiempo, y este es, sin lugar a dudas, un logro por celebrar. Nuestro país es el mejor posicionado en la región en cuanto a la percepción de igualdad de oportunidades laborales y es uno de los países con mayores expectativas de que en los próximos 25 años las mujeres reciban el mismo salario que los hombres por el mismo trabajo.
Sin embargo, todavía existe un 34% de los argentinos que creen que las mujeres tienen menos oportunidades laborales y el 32% considera que ganan menos que los hombres. Esta brecha salarial es mucho más reconocida entre las mujeres argentinas que entre los hombres: el hecho de que los dupliquen en esta última opinión es un ejemplo claro de la disonancia significativa que también atraviesa otros indicadores.
En este sentido, hay consenso entre hombres y mujeres respecto de que son ellas las principales responsables de las tareas domésticas y de cuidado, pero cuentan realidades diferentes en cuanto a la participación masculina.
Los padres mencionan que realizan más tareas vinculadas al cuidado de sus hijos o hijas de lo que piensan las mujeres (mostrando una vez más la disonancia significativa entre géneros). Por ejemplo, y centrándonos en las actividades de acompañamiento escolar: casi 6 de cada 10 padres señalan que ayudan a sus hijos con tareas escolares y estudios, pero, entre las mujeres, solo un tercio nos dicen que los padres hacen esa tarea. Algo similar sucede con la asistencia a reuniones de padres o el traslado a las distintas actividades de los niños. La pregunta que surge entonces es si hay una sobreestimación por parte de los padres o una falta de reconocimiento por parte de las mujeres.
En cualquier caso, es muy notoria la brecha de género que existe cuando se trata del acompañamiento escolar de los hijos. Las madres los visten y les preparan la comida, mantienen la comunicación con la escuela y asisten a las reuniones de padres, participan en los grupos de WhatsApp de padres y también cumplen con otras múltiples funciones. Los padres, por el contrario, solamente tienen una presencia importante en el traslado de los niños al colegio o a otras actividades. Pero, aún en esos casos, las mujeres están muy presentes.
Las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres al hogar y a los hijos, y, aun cuando la mujer trabaja, la brecha con la participación de los hombres es fuertemente notoria. El hecho de que la mujer trabaje reduce su participación, pero no incrementa la participación de los hombres (con la excepción de las tareas de comunicación con el colegio y las demás familias). Para todas las otras actividades medidas se convoca a “la tribu”, es decir, la participación de los hombres continúa igual y lo que crece es el involucramiento de otros familiares y, en menor medida, el involucramiento de otros no familiares.
Pese a todo lo anterior, las mujeres argentinas están entre las que más valoran la vida familiar (junto a España, Estados Unidos, Polonia, México y Pakistán) y se encuentran satisfechas con ella, además de que se evalúan muy bien a sí mismas como madres. Sin embargo, los nuevos valores que transmiten las luchas por la igualdad de género han instalado una manera diferente de vincularse con las tareas de cuidado y del hogar.
Ya no se trata tanto de alcanzar el ideal de ama de casa perfecta al servicio del hombre “proveedor”, sino más bien de conseguir cierta autonomía y pragmatismo que permitan articular los distintos papeles de la mujer dentro y fuera del hogar.
De todas maneras, los derechos adquiridos por las mujeres tienen un “costo” que debe ser atendido, puesto que en las prácticas concretas el cambio hacia una igualdad de género real se produce mucho más lento que en lo discursivo, por lo que el modelo legítimo de responsabilidad doméstica sigue siendo femenino.
La disparidad en la carga doméstica entra en conflicto con la mayor igualdad de oportunidades laborales, lo que se transforma en sobrecarga para las mujeres. 7 de cada 10 sostienen que en un día normal de su vida no tienen tiempo para ellas mismas (porcentaje que casi duplica al de los hombres).
La Ley Micaela y la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo marcaron hitos en la lucha feminista y son claros indicadores de que los avances en materia de género en nuestro país son innegables. La gran mayoría de los argentinos piensa que el papel social y político de la mujer está cambiando en nuestro país. Incluso un cuarto de ellos declara haber realizado personalmente acciones en defensa de asuntos de género. El reto, entonces, es achicar la brecha entre los valores y las prácticas, pero llevando al ámbito doméstico y personal los logros que los movimientos feministas están consiguiendo en el mundo laboral y político.
*Este texto está escrito en el marco del X congreso de WAPOR Latam: www.waporlatinoamerica.org.
Autor
Directora de la consultora argentina Voices. Miembro del Consejo Directivo de WAPOR Latinoamérica, el capítulo regional de la asociación mundial de estudios de opinión pública.