Latinoamérica convive con una polarización que, lejos de ser una novedad, aparece como una tendencia consolidada. Deshacer lo que ha sido construido a lo largo del tiempo puede ser uno de los grandes desafíos de nuestra época.
La inflación de candidaturas no solo responde al deseo de liderazgo o al compromiso con un proyecto de país. Muchas postulaciones son estrategias de posicionamiento político y mediático.
En los últimos años hemos visto cómo líderes populistas en el mundo han utilizado la división social -ya sea de clase, nacionalidad, etnia, cultura-, como ideología política durante sus campañas electorales.
Se ha debatido ampliamente sobre los límites de la democratización basada solo en elecciones, sin abordar la fragilidad estructural del Estado y su falta de institucionalidad.
Algunos gobiernos, en nombre de la democracia, toman decisiones públicas que irónicamente pueden llegar a acabar con ella y hasta desatar los demonios en el mundo.