Gustavo Petro, elegido como símbolo del cambio, ha cruzado límites institucionales y adoptado prácticas autoritarias que amenazan la democracia colombiana.
Cuando el presidente Petro asumió el cargo en agosto de 2022, Colombia, aunque imperfecta, era reconocida y elogiada internacionalmente por sus esfuerzos para acoger a los venezolanos. Ahora ocurre lo contrario.
El impacto de un gobierno no se mide únicamente por su desempeño institucional, sino por su capacidad de transformar los hábitos mentales de políticos, funcionarios y ciudadanos.
La autonomía no es un regalo ni una declaración de intenciones: es una construcción política, económica y cultural que requiere determinación y voluntad política.
Los errores que ha cometido el gobierno de Petro, como los relacionados a desacertados nombramientos y los escándalos de corrupción, no deben opacar la necesidad de avanzar con varias reformas sociales.
El presidente Petro ha alineado su narrativa con la del gobierno bolivariano al atribuir la migración a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos en 2019.