El periodista independiente José Gabriel Barrenechea Chávez, destacado intelectual cubano, fue arrestado arbitrariamente el 8 de noviembre tras participar en protestas pacíficas en Encrucijada, su municipio de residencia. Su paradero permaneció desconocido hasta el 11 de noviembre, cuando el pastor Mario Félix Lleonart confirmó que estaba detenido en la sede de la Seguridad del Estado en Santa Clara. El régimen cubano lo acusa de sedición, atribuyéndole el liderazgo de las manifestaciones del 7 de noviembre. El texto que sigue fue enviado por Barrenechea desde prisión.
Según Torrente Ballester, para hacernos comprender en qué momento de su vida se hallaba Alonso Quijano, al lanzarse a deshacer entuertos y embestir molinos de viento, el último tranvía suele pasar para el hombre a inicios de su sexta década, la de los cincuenta.
Solo queda a partir de ese momento el prepararse para la muerte y la vejez que le antecede. Por ello el hombre se lanza al último intento de realizar los sueños y los ideales de su juventud; o con desesperación evidente, a no dejar escapar esas oportunidades que al atardecer pasan por la estación de nuestros días.
A diferencia del joven, para el cincuentón no hay ni un segundo que derrochar. Dilatar un instante más la realización de sus ideales y sus sueños de juventud, dejar escapar esas últimas oportunidades que todavía pasan al alcance de sus piernas y de sus manos, es simplemente intolerable para el hombre que ha doblado ayer el cabo del medio siglo, y es plenamente consciente de lo que significa haber alcanzado esa edad crítica. Más allá, a la corta distancia de ese lujo juvenil, la dejadez, el desenfado ante el correr del tiempo, la vejez, y el lento o rápido apagado de lo que somos, nos acecha inexorablemente.
Es en esa circunstancia temporal, en el carácter inapelable de esos inicios de la cincuentena, que se explica desde el atrevimiento del hidalgo cincuentón, que echa su hacienda y su vida por la borda, para realizar en si un ideal, el del súper héroe de su tiempo, el caballero andante, el Amadís. Pero también ese señor maduro, que abandona su hogar de años, para echar suertes en una nueva compañera, que se le antoja más próxima a sus sueños e ideales, y que se le ha aparecido de repente al doblar de cualquier esquina, cuando ya no esperaba algo así.
En fin que la certeza de que ya no habrá más trenes, que el ramal de sus días será abandonado en cualquier amanecer próximo, quizás mañana, explica esos saltos al vacío que suelen darse a esta edad, incomprensibles para quienes no han vivido todavía, o en todo caso, o en todo caso ya no viven esta segunda adolescencia. Solo cuando se está aquí en esta edad, es que empezamos a comprender y dejamos de reír ante el Quijote, abismados al sentirnos en los zapatos de aquel buen hidalgo, que se atreve a intentar no dejar escapar su último tranvía…
Autor
Graduado en Formación Literaria por el Centro Onelio Jorge Cardoso y en Educación Sociopolítica por el Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia San Agustín, de la Univ. Católica de Valencia San Vicente Mártir.