En estos últimos años, María Corina Machado ha representado la cara más visible de la oposición democrática en Venezuela. En una larga lucha en contra del régimen chavista, llena de desencuentros en el seno de la propia oposición, la evolución política de Machado es en sí misma un reflejo de la propia madurez política del pueblo venezolano.
Atrás quedaron los llamados a la abstención electoral y los intentos de vías alternas para forzar la salida de Nicolás Maduro del poder, cuando el deseo de cambio se canalizó hacia demostrar fuerza electoral, obligando al régimen autoritario a cometer uno de los fraudes electorales más escandalosos de la historia política reciente de Latinoamérica.

El camino no ha sido fácil, las desavenencias momentáneamente se pusieron en pausa dado el abrumador apoyo del liderazgo de Machado, refrendado por los resultados de la elección primaria en 2023. El desconocimiento del resultado electoral de julio de 2024 y el consecuente inicio de una brutal persecución política, con el candidato ganador de la elección, Edmundo González, huyendo hacia el exilio en España y Machado en la clandestinidad, marcaron el cierre de la opción electoral en Venezuela. En esta nueva etapa de resistencia política, los venezolanos dentro y fuera del país han sido testigos de la consolidación del régimen autocrático de Maduro, mientras el resto del mundo se ocupa de lidiar con otras expresiones anti-democráticas en Europa y el norte de América.
El abandono de Latinoamérica, y más concretamente la crisis venezolana, volvió a dejar en evidencia el desamparo político de los venezolanos, con sus líderes perseguidos y evadiendo las amenazas de encarcelamiento del régimen de Maduro. Por otra parte, a diferencia de otros momentos de tensión entre el régimen de Maduro y la oposición, los venezolanos que participaron en la elección presidencial de julio de 2024 fueron objeto de acusaciones fabricadas, sin ningún asidero legal, como medida de amedrentamiento y castigo a la oposición.
En estas circunstancias, y con la nueva administración de Donald Trump, los esfuerzos de Machado se concentraron en mantener viva la esperanza mientras seguía con su campaña de presión sobre Estados Unidos, principalmente, para volver a lograr su atención y apoyo a la transición democrática. La dinámica política de la segunda administración de Trump sigue siendo errática, y prueba de ello ha sido el pulso entre dos visiones sobre el conflicto venezolano en el círculo inmediato del presidente, representadas por su Secretario de Estado, Marco Rubio, y su enviado especial, Richard Grenell.
Mientras Grenell ha favorecido el mantenimiento de un canal de comunicación con el régimen de Maduro, que le permitió al inicio del segundo mandato la entrega de seis rehenes estadounidenses presos en Venezuela, Rubio ha representado el ala dura en la definición de la agenda política hacia Venezuela. En una de las primeras negociaciones bajo su responsabilidad estuvo el intercambio de más de 200 ciudadanos venezolanos deportados a El Salvador a cambio de diez ciudadanos estadounidenses que permanecían en manos del régimen político de Maduro.
Las oscilaciones entre estos dos funcionarios con cercanía al presidente y por ende influencia sobre su agenda política no han dejado de provocar incertidumbre sobre el rol definitivo de Estados Unidos en la situación de Venezuela, especialmente con el manejo de las licencias petroleras. Las dos ópticas han provocado choques entre los personajes en cuestión, reflejándose en las autorizaciones y terminaciones de dichas licencias a Chevron, debido a las presiones recibidas desde el Congreso.
En este complejo escenario, se profundizan los niveles de incertidumbre con el cambio estratégico de la administración de Trump. La dirección que estaban tomando las conversaciones del enviado especial Grenell con el entorno inmediato de Maduro se oponía a la estrategia favorecida por el sector representado por Rubio. El fracaso de las negociaciones que inicialmente se habían emprendido para la liberación de los venezolanos deportados a El Salvador se debió a los enfrentamientos entre Grenell y Rubio.
El inicio de un despliegue militar en el Caribe a mediados de agosto de este año de efectivos de las fuerzas aéreas y navales fue justificado por la administración de Trump como una respuesta a las actividades del narcotráfico en la región. Sin embargo, la naturaleza del despliegue militar ha provocado reacciones diversas que van desde la cautela hasta la celebración. Quienes se muestran escépticos sobre las verdaderas intenciones del Presidente Trump compiten con la esperanza de quienes apuestan por una intervención en Venezuela.
Los ataques a las embarcaciones que la administración de Trump alega se encontraban transportando narcóticos han sido recibidos con aprobación por unos y frustración por otros que dudan de la veracidad de las acusaciones en contra de quienes han perecido en estos ataques que ya suman 21 fatalidades. En este escenario, el tema de Venezuela vuelve a tener la atención de la administración, pero desde una aproximación muy diferente a la de su primera administración.
El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado representa un reconocimiento a su trayectoria política, a la madurez de su liderazgo político y a la resiliencia del pueblo venezolano. El reto que se le plantea en su rol como la cara más visible de la lucha política venezolana es la continuación del proceso de transición democrática en Venezuela. El Comité del premio en su otorgamiento destaca además del carácter pacífico de la lucha de Machado en la defensa de los derechos democráticos de los venezolanos, su coraje cívico.
Machado necesita más que nunca el apoyo de un presidente que no solamente cree que es el auténtico merecedor del Premio Nobel de la Paz, sino que está decidido a resolver la situación de Venezuela, en esta ocasión, por la vía militar.
Ahora bien, Machado tiene un mandato adicional, que dejó Alfred Nobel en su testamento como criterio para el otorgamiento del premio: la contribución a la unión de la oposición en su país, la oposición a la militarización de la sociedad venezolana y el apoyo a una transición pacífica hacia la democracia.
La estrategia de Trump podría estar en contradicción con las bases descritas en el premio, por lo que a Machado le corresponde continuar preservando la unidad opositora mientras insiste en ampliar el apoyo de la administración de Trump a la causa democrática venezolana, preservando la viabilidad de una transición que mantenga alejada la posibilidad de un régimen controlado por factores civiles o militares ajenos al pueblo venezolano.