Los populismos convierten a un político en el padre de la patria. Recuérdese que Getulio Vargas dijo ser el padre de los pobres y a Lázaro Cárdenas le llamaban el “Tata”. Los populistas también dicen encarnar la verdadera masculinidad popular. Algunos como Donald Trump y Abdalá Bucaram hablan del tamaño de sus genitales y de sus proezas eróticas. Otros no son tan vulgares, pero para demostrar su hombría retan a sus rivales a medirse con los puños. Durante sus diez años en el poder, Rafael Correa quien tiene un doctorado y a veces expone como un profesor, invitó a periodistas, políticos y ciudadanos comunes a darse de puñetes con él. A la vez que construyen al líder como el macho alfa, los populistas feminizan a los enemigos del pueblo representando a la oligarquía como poco masculina.
Sin embargo, la imagen que más les gusta proyectar es la de ser los patriarcas del pueblo y la nación. Cuando son exmilitares como Juan Perón, Hugo Chávez o Jair Bolsonaro se les facilita pretender ser la encarnación de la nación, pues las fuerzas armadas se han autoproclamado por muchos años como los verdaderos protectores de la nación en contra de enemigos internos y externos.
A veces los populismos crean dinastías.
A veces los populismos crean dinastías. La familia Bucaram por muchos años fue dueña de la alcaldía de Guayaquil (Assad, Abdalá y Elsa) y el partido Republicano ahora está en manos de la familia Trump. La convención de este partido consistió en un desfile de modelitos y discursos de sus hijos Don Jr., Ivanka, Eric y Tiffany reconvertidos de empresarios en políticos de ultraderecha.
Sus oraciones se centraron en la figura y logros de su padre y compitieron por ser el más radical en sus propuestas de ley y orden, y en contra de los inmigrantes. Melania y las parejas de Don Jr. y Eric también dieron discursos y el cierre de la convención combinó fuegos artificiales con la palabra Trump escrita en el cielo, mientras que en la tierra las cámaras enfocaban a la dinastía que pretende dominar la política americana por muchos años más. Como en la serie Sucesión de HBO en la que los hermanos se pelean por ser el heredero de la fortuna familiar, sus hijos se disputaban por ser el próximo portador de la marca Trump.
La familia Correa Delgado es la nueva estirpe política del Ecuador. Si bien Rafael Correa que está prófugo de la justicia en Bélgica no pudo inscribir su candidatura a la vicepresidencia, la familia está bien representada por sus hermanos Pierina y Fabricio. La primera encabeza la lista de Rafael para la asamblea nacional y Fabricio se presenta a la presidencia como un emprendedor católico y anticomunista. Si bien comparte la formación católica de su hermano, es más vocal en su oposición al feminismo, a los derechos LGTBQ, a la erosión de la moral católica que por cierto me imagino creen es la única verdadera.
A diferencia del hermano menor que vivió de dar clases y consultorías antes de llegar al poder, el hermano mayor es un empresario. Promete que a diferencia de su hermano, que se dejó corromper y engañar por un círculo rosa (o sea de homosexuales), Fabricio tiene la masculinidad del verdadero hombre que no se deja manipular por pervertidos. No sólo le beneficia la marca Correa que domina la política nacional desde el 2006, cuando Rafael dejó la academia por la política, sino que también es muy bueno atrayendo la voracidad de los medios que venden más con los escándalos y las riñas familiares.
Fabricio, el outsider de la derecha, pretende capitalizar el odio de varios sectores de la población a la izquierda y a lo que señala como el legado “comunista” de Rafael.
Cuando su hermano era presidente, Fabricio hizo negocios con el estado ecuatoriano por 700 millones de dólares americanos. Irrumpió en la esfera pública atacando a su hermano por estar rodeado de corruptos y comunistas. Fabricio, el outsider de la derecha, pretende capitalizar el odio de varios sectores de la población a la izquierda y a lo que señala como el legado “comunista” de Rafael. Además, buscará el apoyo de los sectores reaccionarios que están en contra de la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario y lo que ven como la pérdida de la moral católica. Parecería que si bien el norte del hermano pequeño fue el socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez, al mayor le gustan Jair Bolsonaro y Donald Trump.
Fabricio es irreverente, usa un lenguaje cotidiano, me imagino que al igual que Rafael no leyó novelas, y se presenta como el patriarca que redimirá a su patria. Tiene la energía que le falta al candidato de la derecha establecida Guillermo Lasso. Es muy pronto para hacer predicciones sobre si los ecuatorianos confiarán su país a un Correa de derechas. Pero lo cierto es que los medios se engolosinarán con un culebrón protagonizado por la familia Correa.
Si Fabricio quiere ganar tiene que atacar el legado de su hermano. Sin embargo, hay cínicos que creen que todos esto es puro teatro y que si Fabricio llega al poder lo primero que hará será indultar a su hermano chiquito. Las únicas cualidades presidenciales del hermano mayor son su apellido y ser un emprendedor. Parecería que en el era de Trump cualquier ricacho puede aspirar a la presidencia si es que tiene el billete y la audacia para tener una buena presencia mediática. Mientras Ecuador y los Estados Unidos se desangran con la epidemia y la crisis económica los Correa y los Trump dan circo, pero sin pan.
Foto de las Naciones Unidas en Foter.com / CC BY-NC-ND
Autor
Profesor y Director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Florida (E.U.A.). Especializado en populismo, democratización y autoritarismo. Sus últimos libros son: "The Routledge Reader of Global Populism" (2019) y "Populisms: a Quick Immersion" (2019).