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Lula 2026: entre el “escenario Biden” y el “efecto Moby Dick”

El desafío electoral en Brasil se definirá por la tensión entre el descontento social y la capacidad del presidente de convertir la confrontación internacional en capital político interno.

Con los vientos políticos soplando hacia posiciones conservadoras en América Latina y con elecciones presidenciales previstas para el próximo año, Brasil puede ser el próximo país de la región en manos de la ultra derecha. Para evitar que eso pase, el principal candidato es el actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva. Lula, que asumió su tercer mandato en 2023, aspira a consolidar una trayectoria rooseveltiana, extendiendo su presencia política y alcanzando un cuarto mandato democrático. 

Sin embargo, el panorama está lejos de ser lineal. Aunque los resultados económicos han sido positivos en su tercer mandato, la popularidad del presidente no reflejó inicialmente esa bonanza. El PIB creció, la inflación se mantuvo bajo control y se generaron nuevos empleos, pero hasta mediados de 2025 la mayoría absoluta de los brasileños desaprobaba su gobierno. 

Esta paradoja entre desempeño macroeconómico y baja popularidad alimentó la idea de que Lula podría enfrentarse a un “escenario Biden”, en referencia a la experiencia del expresidente de Estados Unidos. Durante el mandato de Biden, las cifras macroeconómicas fueron sólidas: la economía creció un 3,2% en 2023 y un 2,7% en 2024, con mejoras notables en la productividad laboral. La inflación, que había repuntado en 2022 debido a la crisis energética provocada por la guerra en Ucrania, fue controlada sin políticas recesivas severas. El desempleo se mantuvo en niveles históricamente bajos, por debajo del 4% hasta 2024, y solo subió levemente a 4,1% ese año.

Sin embargo, los demócratas no lograron traducir este cuadro alentador en éxito electoral. En las elecciones de 2024, Kamala Harris, entonces vicepresidenta y candidata presidencial, no capitalizó los buenos indicadores y fue derrotada por Donald Trump. La lección fue clara: los logros macroeconómicos, por sí solos, no garantizan respaldo político si no se perciben como mejoras tangibles en la vida cotidiana de la mayoría.

Hasta mediados de 2025, Brasil parecía encaminado hacia un desenlace similar. El PIB creció un 3,4% en 2024 y, en el primer trimestre de 2025, el país fue la quinta economía con mayor expansión en el mundo. La inflación, aunque ligeramente por encima de la meta del Banco Central, se mantuvo bajo control. Los datos de empleo resultaron aún más notables: la tasa de desocupación bajó al 6,6% en 2024, el nivel más bajo desde 2012, con incremento de los ingresos promedio y expansión del empleo formal, un logro significativo en un país con una alta informalidad laboral.

No obstante, en abril y mayo de 2025 distintos institutos de encuestas registraron que la mayoría absoluta de los brasileños desaprobaba la gestión de Lula. Es esta desconexión entre desempeño macroeconómico y percepción social lo que alimentaba la hipótesis del “escenario Biden”: un presidente con buenos números pero sin capacidad de convertirlos en popularidad sostenida.

Pero la coyuntura internacional alteró el tablero político. Los recientes embates diplomáticos entre Brasil y Estados Unidos parecen haber fortalecido la figura del mandatario, que logró proyectarse como defensor de la soberanía nacional frente a las presiones externas del presidente Donald Trump —patrocinadas por la familia Bolsonaro—. Esta dinámica, en la que un enemigo externo moviliza el apoyo interno, es lo que algunos analistas describen como el “efecto Moby Dick”.

Así, el futuro electoral de Lula en 2026 puede estar definido por la interacción de dos fuerzas contrapuestas: la dificultad de transformar logros económicos en apoyo político sostenido —el “escenario Biden”— y la posibilidad de capitalizar la confrontación con Washington para reunir respaldo en torno a su liderazgo —el “efecto Moby Dick”.

Cambio de rumbo

El panorama comenzó a cambiar en julio de 2025, cuando irrumpieron con fuerza ciertos factores externos. Ese mes, el gobierno de Donald Trump amenazó a Brasil con imponer aranceles del 50% a sus exportaciones, bajo el argumento de que la justicia brasileña llevaba adelante una persecución política contra Jair Bolsonaro. Con el respaldo activo de Eduardo Bolsonaro —diputado e hijo del expresidente – en Washington, la amenaza se concretó el 6 de agosto.

Paradójicamente, la medida norteamericana terminó fortaleciendo a Lula. El presidente se presentó como defensor de la soberanía brasileña frente a lo que calificó como una injerencia inadmisible en los asuntos internos. Esta estrategia tuvo efecto inmediato: encuestas recientes revelaron que, aunque poco más de la mitad de la población aún desaprueba su gestión, la tasa de aprobación subió cinco puntos respecto de abril, alcanzando el 46%.

Un sondeo de la consultoría Quaest mostró, además, que el 48% de los brasileños respalda la actuación de Lula y del Partido de los Trabajadores en el conflicto con Washington, frente a un 28% que apoya a Bolsonaro y sus aliados. Otro 15% declaró no alinearse con ninguno de los dos campos. Estos datos sugieren que, al menos en parte, la confrontación con Estados Unidos generó un cierre de filas en torno al presidente.

El fenómeno recuerda al “rally around the flag”, en el que una amenaza externa moviliza apoyo interno al líder del país. De allí la metáfora del “efecto Moby Dick”: así como en la novela de Herman Melville la tripulación del Pequod se unía bajo el mando del capitán Ahab para enfrentar al cachalote, una parte del electorado brasileño parece haberse alineado detrás de Lula frente a la presión estadounidense, percibida como una violación flagrante del derecho internacional y de las prácticas diplomáticas tradicionales sin precedentes.

El paralelo canadiense y la posibilidad de reelección en 2026

El impacto de las tensiones con Trump no es exclusivo de Brasil. En Canadá, un fenómeno semejante alteró el panorama político en 2025. Tras una década en el poder, Justin Trudeau enfrentaba un desgaste profundo, con niveles de popularidad en caída libre. Los liberales se preparaban para una elección cuesta arriba en 2026, frente a un Partido Conservador cada vez más fortalecido.

La renuncia de Trudeau y la llegada de Mark Carney al liderazgo liberal cambiaron el tablero. Cuando Trump amenazó a Canadá con imponer aranceles e incluso llegó a sugerir que el país podría convertirse en el “51º Estado” de Estados Unidos, Carney, convocando elecciones anticipadas, supo capitalizar el nacionalismo y la defensa de la soberanía. El resultado fue histórico: los liberales obtuvieron su primera victoria clara en más de una década, con el mayor porcentaje de votos alcanzado por un partido desde 1984.

Lula, hábil estratega político, parece haber comprendido esta dinámica. No es casual que haya anunciado que el lema central del desfile del Día de la Independencia, el 7 de septiembre, será la “soberanía nacional”

El desenlace de las elecciones de 2026, pues, dependerá de cuál de las dos fuerzas logra imponerse. Si predomina la percepción de desconexión entre economía y vida cotidiana, Lula podría enfrentar dificultades para renovar su mandato. Pero si logra proyectarse como el defensor de la soberanía brasileña frente a presiones externas, sus posibilidades de alcanzar un cuarto mandato aumentarán considerablemente.

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Sociólogo de la Universidade de São Paulo y magíster en estudios latinoamericanos por las universidades de Salamanca, Estocolmo y París 3-Sorbonne Nouvelle. Investigador asistente en el Institut Barcelona Estudis Internacionals (IBEI) y doctorando en Ciencia Política en la Universitat Pompeu Fabra (UPF)

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