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María Corina Machado: un Nóbel de la Paz controvertido

La concesión del Nobel de la Paz a María Corina Machado reabre el debate sobre la coherencia entre su lucha democrática y un discurso político confrontativo, alineado con la ultraderecha y el intervencionismo internacional.

Recientemente, tras vivir en clandestinidad durante dieciséis meses a causa de la persecución del gobierno venezolano, María Corina Machado volvió a hacer acto de presencia en Oslo ―aunque no llegó a tiempo― para recibir el Premio Nobel de la Paz. Sus méritos por la democracia en Venezuela son innegables. El Comité Noruego esgrimió criterios como la lucha por los derechos democráticos, una transición “justa y pacífica”, el coraje civil y la unificación de la oposición, usando herramientas de paz. Sin embargo, el discurso confrontativo de Machado y su aliados internacionales dejn dudas sobre la coherencia entre sus méritos y la vía pacífica que, en teoría, le hizo acreedora del galardón

Un perfil político que desborda el mero activismo

Machado carece de toda traza conciliatoria preceptiva para aglutinar a todas las sensibilidades del país. La nómina de opositores idóneos e igualmente fogueados en la lucha por las libertades cuenta en Venezuela con figuras como Gerardo Blyde (artífice del Acuerdo de Barbados entre gobierno y oposición) o Manuel Rosales. Ambos han sido diana del madurismo y llevan en su ADN ―y este aspecto es decisivo― el gen negociador, atributo que no derrocha Machado.

Y es que el chavismo ―por más que pese a sus detractores― cuenta con muchos adeptos y sigue manteniendo una significativa capacidad de movilización. Es imposible, por consiguiente, construir un país nuevo sin su concurso. Por añadidura, la sociedad venezolana se encuentra profundamente polarizada y quizá lo último que necesita es una figura que divida aún más como Machado; más aún si se tienen en cuenta sus afinidades políticas.

Dejándose querer en Europa

Machado ha basculado de una tendencia conservadora (liberalismo/neoliberalismo europeo) a frecuentar a la ultraderecha global. En 2024 se acercó al proyecto iberoamericano de extrema derecha Iberosfera, del partido español Vox. Y a partir de febrero de 2025 Machado se posicionó de forma más nítida, al participar en “Europa Viva 25, la cumbre de los Patriots for Europe (PfE) celebrada en Madrid. Los Patriotas son una constelación de formaciones ultraderechistas europeas, muy potentes en el Europarlamento. En dicho foro, Machado y Milei fueron los invitados estelares convocados por Santiago Abascal (Vox). Al PfE pertenecen partidos como el Fidesz de Viktor Orbán, la Agrupación Nacional —RN— de Marine Le Pen y Jordan Bardella, el Partido por la Libertad —PVV— del holandés Geert Wilders, o la Liga―Lega— de Matteo Salvini, entre otros, con el Likud de Benjamin Netanyahu como observador.

A la convención ―cuyo lema “Make Europe Great Again”, deja poco espacio a la imaginación― concurrió lo más granado de la extrema derecha del continente, avezados líderes en el desguace de las democracias europeas. La narrativa de los ponentes ahondó en la vieja letanía de victimismo ultranacionalista. Sus bestias negras son instituciones globales multilaterales como la ONU, la OMS o el TPI, así como la Unión Europea y los musulmanes.

Machado agradeció la invitación al foro y se congratuló del “despertar de las sociedades europeas y de que estas valoraran la libertad, insinuando un retroceso de la democracia en Europa. No faltó su júbilo ―compartido por los presentes― por la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. Mientras que con Netanyahu la relación es larga: en su momento le felicitó por sus “acciones decididas” en la “guerra” en Gaza y ha prometido trasladar la embajada de Venezuela en Israel a Jerusalén, lo que conculcaría el derecho internacional.

Intervencionismo estadounidense o cómo restaura una democracia vía autoritarismo

Machado apuesta decididamente por la vuelta a las viejas políticas intervencionistas del Tío Sam en América Latina propugnadas por Trump, a quien considera la mejor oportunidad de “cambio” en Venezuela y portador de una actitud valiente en su política hacia el país.

La líder venezolana valora como “absolutamente correcta” la estrategia caribeña de EE.UU., incluidos los asesinatos extrajudiciales de supuestos narcotraficantes en el Caribe lo cual contraviene la Declaración de DD.HH.. Paralelamente, seduce a Trump con el acceso al petróleo venezolano y asegura milmillonarias oportunidades de negocio para EE.UU.

Retórica belicista y llamamientos a la intervención “internacional”

Años antes, en 2018, Machado invocó el artículo 187 de la constitución venezolana para solicitar “una misión internacional de paz”, esgrimiendo la “responsabilidad de proteger, aplicada, por ejemplo, en Kosovo en 1998-1999”. También, apeló al TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), instrumento defensivo de la Guerra Fría, para montar una coalición internacional que llevara a cabo una “Operación de Paz y Estabilización” en Venezuela, con una fuerza multinacional aliada regional.

Tras el inicio del segundo mandato de Trump, Machado ha hecho continuas alusiones a la inminente caída de Maduro, al pronto advenimiento de la “libertad” o sus planes detallados “para las primeras 100 horas y los primeros 100 días de transición”. También ha prometido que Venezuela “pronto será el mayor aliado de EE.UU. en la región”.

Cuando el río suena, agua lleva

Las señales no son escasas. Trump ha declarado a Maduro como terrorista, ha cerrado el espacio aéreo venezolano y ha desplegado la flota estadounidense en el Caribe, acciones que constatan, al menos, intimidación militar. Machado, por su parte, apela a las “acciones del presidente Trump” y a las fuerzas armadas venezolanas a apoyarle. Y aunque evita hablar de invasión, su asesor Pedro Urruchurtu considera que Maduro no es derrocable sin el uso de la fuerza.

Tras recibir el premio, Machado convirtió a Oslo en un atril político con los llamamientos nada velados a la intervención estadounidense, el apremio a unas “acciones” de Trump “decisivas”, o la afirmación de que “Venezuela ya está invadida por agentes rusos, iraníes, grupos terroristas y carteles de la droga” y que “el 60% de la población trabaja” para estos últimos.

El premio Nobel de la Paz no encaja, desde luego, con alguien quien, como María Corina Machado, proyecta un discurso decididamente agresivo. La premiada no destila fraternidad, sino invasión de un país por otro en aras de una supuesta pugna por democracia, legitimando así la agenda del nuevo monroísmo de la Administración Trump. Sus herramientas son artilugios, pues, de guerra, no de paz.

Autor

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Historiador y Doctor en Ciencias jurídicas y sociales con especialidad en Balcanes por la Universidad de Málaga. Máster en Historia por la Universidad de Granada.

 

 

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