Este año, Colombia y Ecuador están sufriendo la peor crisis hídrica de su historia. En la capital colombiana, cada nueve días se corta el servicio de agua potable durante un día completo y en el Ecuador hay cortes de electricidad ―generada principalmente con recursos hídricos― de hasta 10 horas por día. La razón es tan sencilla como dramática: se han vaciado los reservorios de agua que abastecen a las hidroeléctricas y proveen agua potable. ¿Cómo se ha llegado, en dos países en pleno crecimiento económico, a una situación tan extrema? Mucho tiene que ver el cambio climático, pero más aún con el deficiente manejo de un ecosistema natural fundamental: el páramo andino.
¿Qué es el páramo andino?
El ecosistema conocido como el páramo se encuentra por encima del límite de bosque (generalmente a los 3500 metros sobre el nivel del mar) en los Andes del Norte (Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú) con extensiones menores en Costa Rica y Panamá. A esta altitud, el clima es húmedo muy frío y se desarrolló un ecosistema abierto, dominado por pastos, arbustos, una diversidad de hierbas pequeñas y unas formas de crecimiento espectaculares como las almohadillas y las rosetas gigantes, incluyendo los emblemáticos frailejones y bromelias gigantes. Este ecosistema es un hábitat por excelencia de los animales más características de los Andes: el ojo de anteojos, la danta de montaña y el cóndor andino. Esta riqueza y singularidad de la flora y fauna, hace del páramo el ecosistema de alta montaña más diversos del mundo.
En total, el páramo cubre unos cuatro millones de hectáreas, que corresponden a menos del 5% de la superficie de los países que lo comprenden. Sin embargo, su importancia económica y social es proporcionalmente mucho mayor. La alta montaña tropical, en las latitudes donde se ubican los páramos, suele estar cubierta de neblina y recibe mucha lluvia. Esto hace que el páramo sea muy humedo y se forme una gran biomasa principalmente de pastos (paja) que cubre el suelo.
Una vez muertas las hojas de este manto de plantas, se incorporan al suelo y debido a la lenta descomposición causada por las bajas temperaturas, la materia orgánica se acumula en el suelo. La densa vegetación y el suelo orgánico hacen que todo el ecosistema se comporte como una esponja, reteniendo gran parte de la abundante agua que cae, distribuyéndola a humedales, quebradas y ríos, formando así la base del sistema hídrico de una importante parte de Sudamérica. Este servicio ecosistémico asegura el balance ecológico mucho más allá de la zona montañosa, y no es exagerado afirmar que sin los páramos los valles interandinos, el bosque amazónico y la selva pacífica no serían tal como los conocemos.
El papel del páramo en la provisión del agua para el continente no es solamente fundamental desde el punto de vista ecológico, sino también social y económico. Más de la mitad de la población de los Andes del Norte, incluyendo toda la población de Bogotá y Quito, toma agua directamente del páramo, tan pura que casi no necesita tratamiento para la potabilización. En ambos países, la generación eléctrica depende en su gran mayoría del agua originada en la alta montaña. Y la agricultura andina de flores y papas, e inclusive los extensos cultivos de arroz y verduras en la costa norte desértica del Perú, se riegan con agua proveniente de los páramos a través de sistemas de canales hasta más de cien kilómetros de longitud.
¿A qué se debe la crisis hídrica en los Andes del Norte?
Las anomalías en los patrones de lluvia en los últimos años, causadas por el calentamiento global y los fenómenos del Niño y la Niña más irregulares que antes, contribuyeron a que este año sea extremadamente seco en toda la cordillera andina. Este menor volumen de agua en forma de lluvia y neblina en el páramo, se ha traducido a su vez en menos agua distribuida a quebradas, ríos y los reservorios de agua potable y para la hidroenergía. Esto ha llevado a que se acaben las reservas de agua en la montaña, lo cual está provocando los cortes en los servicios públicos básicos del país.
Pero no se puede señalar únicamente al cambio climático, éste solo ha acelerado la crisis. Durante décadas, los páramos han recibido poca atención de parte de la sociedad andina y de sus gobiernos. Mientras tanto, un sinnúmero de actividades agrícolas sin control, como cultivos de papa mal planificados, el sobrepastoreo y asociado a esta, las quemas de vegetación, arrasaron con la vegetación del páramo natural y erosionaron sus suelos negros y orgánicos, dañando así la esponja natural en la alta montaña.
Sumado a esto, los campesinos de los altos Andes, marginalizados por las instituciones gubernamentales, no lograron aplicar prácticas sustentables a sus fincas y se han visto obligados a subir aún más al páramo, para encontrar otras tierras para sus cultivos y animales. Finalmente, proyectos de inversión económica como la minería metálica, la construcción de carreteras y las mismas hidroeléctricas han contribuido a la degradación del páramo. Esta destrucción ambiental ha sido la verdadera causa de que los páramos pierdan su capacidad de regular el agua en los Andes y el cambio climático es «apenas» un factor que acelera esta crisis.
Un cambio de rumbo
En la última década, luego de muchas alertas desde la academia y las ONG, y gracias a los levantamientos de las comunidades andinas rurales en defensa del territorio y el agua y en contra especialmente de la minería, se ha comenzado a visibilizar la problemática que afecta al páramo. Hoy en día, gran parte de los andinos son conscientes de la relación de los páramos con el acceso al agua y que es necesario cuidar la torre de agua con sus esponjas naturales. Finalmente, el páramo atrae la atención del sistema político y la sociedad.
Pero ¿ya es tarde? ¿hemos perdido la batalla contra la degradación ambiental? Afortunadamente no. Tanto el sector público, como las comunidades rurales, la academia y las ONG están invirtiendo esfuerzos y recursos para llevar adelante un manejo sostenible de los páramos. Más de la mitad de este ecosistema ya está incluido en diferentes formas de conservación, y en el resto se aplica legislación específica para protegerlo. Actualmente existen compensaciones para los campesinos que decidan conservar o restaurar sus tierras y cada vez hay más iniciativas amigables ambientalmente, basadas en agricultura sostenible o ecoturismo.
Si bien vamos por buen camino, aún hace falta un pacto entre todos los sectores de la sociedad para reconocer la responsabilidad colectiva y de cada persona para manejar inteligentemente los recursos hídricos y energéticos, apoyar a los habitantes rurales de la alta montaña para que sean aliados en la gestión ambiental y para otorgar al páramo el estatus que merece: un ecosistema fundamental para el futuro de los Andes.
*Un texto producido en conjunto con el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI). Las opiniones expresadas en esta publicación son las de los autores y no necesariamente las de sus organizaciones.
Autor
Doctor en Biología por la Universiteit van Amsterdam. Profesor Adjunto, Colegio de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad San Francisco de Quito. Asesor de agencias internacionales en medio ambiente y desarrollo sostenible