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¿Qué es la conservación inclusiva?

Nuestra percepción de la naturaleza está moldeada por la cultura y la cosmovisión. En la visión indígena, cultura y naturaleza no están separadas.

Estamos ante una crisis ambiental y climática sin precedentes. Gran parte de los ecosistemas naturales que quedan en el mundo están en territorios de Pueblos Indígenas y comunidades locales (PICL). Sin embargo, la conservación ha excluido históricamente a los PICL, ignorando sus conocimientos y saberes, así como el manejo del territorio que sostuvieron por generaciones. Al centrarse en especies y ecosistemas amenazados, la conservación se reduce a un ejercicio biológico, sin considerar las dinámicas económicas, políticas o culturales que determinan el futuro de los ecosistemas.

Li visión indígena de la naturaleza

Nuestra percepción de la naturaleza está moldeada por la cultura y la cosmovisión. En la visión indígena, cultura y naturaleza no están separadas. El territorio, con sus ecosistemas y biodiversidad, es parte de la identidad, historia y prácticas cotidianas, sociales, de subsistencia y espirituales de las comunidades. No es solo un recurso por explotar, sino un espacio de vida donde se tejen relaciones de reciprocidad y respeto, donde los humanos son parte de un todo interconectado. Este conocimiento y sus prácticas de manejo se expresan de diversas maneras y están tan amenazados como la biodiversidad y los ecosistemas.

Desde el inicio de la historia, las sociedades humanas interactúan y moldean su entorno y los ecosistemas a través de sus prácticas culturales. Así, paisajes que hoy consideramos prístinos han sido o son modelados por PICL. En el Chaco, por ejemplo, los pastizales nativos, altamente amenazados, eran mantenidos en el pasado, en gran medida, por prácticas culturales y de subsistencia de pueblos indígenas. Asimismo, los movimientos seminómadas de estos pueblos influían en la dinámica del paisaje y, al establecerse provisoriamente, modificaban las poblaciones de especies cazadas y recolectadas. Aún más importante, mantenían aguadas, permitiendo que el agua superficial persistiera incluso después de su partida. En una región con una estación seca prolongada, sin esta intervención, las aguadas desaparecen rápidamente. Así, los paisajes, su dinámica y diversidad estaban integrados a las prácticas de los pueblos indígenas. Por tanto, pensar en conservación considerando que los PICL no forman parte de la naturaleza es un error.

A pesar de la creciente evidencia sobre la importancia de los PICL en la conservación, la visión dominante ha invisibilizado su rol e impuesto modelos excluyentes, causando conflictos sociales, medidas autoritarias e incluso violaciones de derechos humanos. En el mundo, más de un millón de personas han sido expulsadas de sus hogares para crear áreas protegidas. En Argentina, por ejemplo, el Parque Nacional El Impenetrable fue creado sobre territorios de la comunidad Wichí Nueva Población. Al no tener tenencia formal de sus tierras, la comunidad perdió el libre acceso al área y la posibilidad de practicar caza de subsistencia, agravando su inseguridad alimentaria y erosionando su herencia cultural.

Caben las preguntas entonces ¿Para quién practicamos conservación? ¿a costa de quién o quiénes? ¿con qué autoridad y en base a qué saberes?

Priorizando modelos de conservación que excluyen PICL, vulneramos derechos y perpetuamos la concentración de poder y el extractivismo en los territorios. Asumir que el único método válido de conocimiento es el de la ciencia dominante invisibiliza conocimientos y saberes ancestrales, aliados clave para enfrentar la crisis ambiental.

Algunas prácticas de los PICL pueden ser insustentables pero la solución no es excluirlos ni reproducir narrativas que contribuyen a su marginalización. La solución es que científicos, gobiernos, decisores, ONGs y otros actores idóneos trabajen junto a ellos, horizontalmente, dando a los pueblos indígenas participación real, significativa y vinculante. Esto no quiere decir que los PICL tienen que asumir, solos, la responsabilidad de la conservación. Así, tomando el ejemplo anterior, la comunidad de Nueva Población no debería ver sus prácticas prohibidas unilateralmente, sino participar en la generación y análisis de datos para decidir junto a los otros actores la mejor manera de evitar la extinción de especies.

Conservación con inclusión social

La conservación con inclusión social es un enfoque que reconoce a los PICL como actores centrales y está ganando fuerza en las últimas décadas. Por ejemplo, en 2003, la UICN creó una nueva categoría de áreas protegidas que permite que los PICL las ocupen y/o manejen. Hoy, mide el éxito de las áreas protegidas no solo por su impacto en la biodiversidad, sino también por su respeto a los derechos y el buen vivir de los PICL dentro y fuera de ellas.

Muchos organismos dan cada vez mayor prioridad al bienestar de los PICL, desde la plataforma IBPES hasta Naciones Unidas o el Convenio de Biodiversidad. De hecho, un estudio muestra que 86 iniciativas de conservación lideradas por al menos 68 pueblos indígenas en 25 países generaron beneficios socioculturales, políticos y ecológicos, incluyendo mejoras en los medios de vida, fortalecimiento de la gobernanza y recuperación de especies y hábitats. Los pueblos indígenas establecieron áreas protegidas de forma autónoma o mediante alianzas, a veces con apoyo estatal.

Pese a los avances, la conservación inclusiva enfrenta grandes desafíos, como leyes restrictivas y basadas en el paradigma de exclusión, intereses privados, corrupción e ignorancia en organismos gubernamentales, financiamiento limitado y discriminación estructural. Es necesario reformar leyes y trabajar para la equidad en la conservación. Los PICL no deben ser relegados a roles subalternos que se limiten a brindar servicios de ecoturismo, cocina para turistas o recolección de datos para científicos. Los PICL son los dueños de vastos territorios donde aún se conservan los últimos ecosistemas naturales, poseen conocimientos y saberes únicos y construir junto a ellos puede ser la salida a la crisis ambiental.

Conclusiones

Además de la crisis ambiental, la humanidad enfrenta nuevos desafíos, como líderes mundiales y sectores con apoyo popular que niegan esta crisis y la evidencia científica, y el retroceso en derechos de mujeres, inmigrantes, diversidades, entre otros colectivos. En este contexto, la conservación debe avanzar con urgencia hacia un desarrollo basado en la integración, el respeto, la ciencia y, también, los conocimientos y saberes de los PICL. De lo contrario, estaríamos reforzando un paradigma de exclusión que gana terreno a nivel global.

Así, la conservación no puede ser definida por la comunidad científica, organizaciones no-gubernamentales o gobiernos, debe construirse colectivamente, con la justicia ambiental y los derechos territoriales como ejes centrales. En este contexto, los PICL deben ser reconocidos como protagonistas legítimos en la gestión de sus territorios. La ciencia y práctica de la conservación deben asumir la complejidad de los sistemas socioecológicos, la sostenibilidad no depende solo de manejos ecosistémicos, sino también de factores políticos, sociales, culturales y económicos.

Por ello, es fundamental adoptar un marco ético en la conservación, donde los PICL sean integrados desde el inicio y en condiciones de igualdad, sus saberes, conocimientos, prácticas y derechos son esenciales para la protección de la biodiversidad. La integridad de los ecosistemas no puede asegurarse sin considerar a quienes los habitan y dependen de ellos. La conservación también se trata de empatía y de respeto a la diversidad cultural y los derechos.

Para garantizar nuestra propia supervivencia, debemos replantear nuestra relación con el entorno y reconocer que la diversidad biológica y cultural son interdependientes. A fin de cuentas, cada uno de nosotros también es naturaleza.

Autor

Doctora en ciencias biológicas, investigadora del CONICET y directora de Proyecto Quimilero, trabaja en conservación, integrando naturaleza y bienestar de pueblos indígenas y comunidades locales. Recibió reconocimientos como el Whitley Award.

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