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Radicalización memética: el humor como forma violenta de hacer política

En los años previos al auge del trumpismo, la Rana Pepe, un popular meme de internet, se hizo viral entre el populismo global de derechas. Se trataba de una rana antropomórfica verde con cuerpo humanoide que siempre decía la misma frase: «Feels good, man”. Inesperadamente, Pepe se convirtió en un meme representativo en internet cuando su popularidad se disparó en Myspace, Gaia Online y 4chan en 2008. A partir de entonces, su uso por parte de los partidarios de Donald Trump, especialmente los grupos de alt-right y supremacistas blancos, fue tan fuerte que es considerado por muchos estudiosos como uno de los elementos indispensables en la comunicación digital que impulsó al trumpismo a la Presidencia de EE. UU.

La Rana Pepe no tardó en llegar a Europa, donde fue adoptada por varios grupos populistas de derecha, como el Front National (hoy conocido como Rassemblement National) y vinculó a Pepe con Marine Le Pen. El meme siguió viajando rápidamente y representando diferentes formas de ironía y humor en América Latina, África y Hong Kong. Su fuerza supuso que se añadiera a la base de datos de símbolos de odio de la Liga Antidifamación junto a la esvástica y la cruz en la gota de sangre del Ku Klux Klan. El enorme poder de este meme hizo que algunos estudiosos empezaran a pensar en la importancia del humor y las imágenes de los memes en los procesos de globalización y radicalización política.

En 2021, Fielitz y Ahmed, de la Red de Concienciación sobre la Radicalización (RAN), publicaron un informe para la Comisión Europea titulado: «Ya no es gracioso: el uso del humor por parte de los extremistas de derecha». Los autores defendían la importancia de estudiar estas formas de comunicación violenta y el necesario aprendizaje que se podría promover a partir del estudio de diferentes regiones del mundo, como los países latinoamericanos. De esta manera, durante la reciente campaña electoral de Brasil pude continuar estudiando el comportamiento político de los electores del presidente Jair Bolsonaro. En mi actual proyecto estudio cómo esta forma específica de comunicación memética contribuye a entender la normalización de la violencia en la extrema derecha latinoamericana.

Miles de imágenes y videos cortos de TikTok inundaron estos meses las redes sociales en Brasil. Los memes incitaban a un placer desconocido que no era fácil de descifrar. El humor ejercía en la campaña electoral una violación de la dignidad de los colectivos LGTBIQ+, racializados o de izquierdas, pero esta violencia era presentada en un código que hacía parecer que se trataba de una acción benigna. La mayoría de los simpatizantes bolsonaristas encontraban graciosas las bromas sobre estos colectivos, pues de algún modo estaban atacando una norma social y moral, lo que llamaban como “políticamente correcto”. Atacar a estos colectivos les producía risa, puesto que el ataque a esta norma social y moral estaba combinado simultáneamente con un código particular que otorgaba carácter benigno a la violación de esta norma.

Así, mis informantes reían al observar imágenes caricaturescas del futuro presidente Luiz Inácio Lula da Silva siendo torturado, transformado en un animal o denigrado: “Es gracioso, se están riendo de un ladrón”. De la misma manera, los entrevistados se reían de imágenes que mostraban perros apoyando a Bolsonaro, dado que estos serían devorados por hordas de petistas hambrientos; también se burlaban del vello corporal de las mujeres feministas o de la reproducción numerosa de colectivos afrobrasileños que querrían recibir ayudas sociales que los miles de memes representaban en sus diversas formas.

El humor funciona en la extrema derecha como un modo placentero de desinhibición de los prejuicios. El proceso de radicalización política supone que cada vez exista un desplazamiento mayor entre la noción de violencia maligna, es decir, aquella con la que no se puede bromear, hacia una violencia benigna, que sí sería objeto de humor.

A medida que el racismo, el machismo y otras formas de violencia se fueron normalizando en la retórica bolsonarista, el ataque a estos colectivos se pudo explicitar con mayor naturalidad. Los adversarios políticos eran representados de manera cada vez más explícitamente violenta en la campaña electoral, en la que se pudo bromear con su muerte, castración, amputación, humillación a través del montaje pornográfico o deshumanizado.

En una época marcada por la desinformación en línea y el aumento de los niveles de polarización social, existe un creciente interés en el debate público sobre el papel adecuado que debe desempeñar la comunicación memética para hacer frente a las actividades nocivas. El papel del humor en los procesos de polarización y radicalización política no ha sido hasta ahora suficientemente estudiado, aunque investigaciones recientes muestran las similitudes con los fascismos históricos: la construcción de antagonistas a través de imágenes burlescas, específicamente del pueblo judío, gitano y la comunidad LGTBIQ+.

Existe una fina línea entre la risa y la humillación, la comedia y la tragedia, y el humor y el daño. El humor se torna en un código fundamental en el entendimiento de la disonancia cognitiva de las extremas derechas, para las cuales funciona como una forma de violencia velada. En América Latina, la condición poscolonial implica que los elementos del populismo de derecha, como el autoritarismo, el militarismo y el racismo, estén codificados a través de formas comunicativas particulares.

La comunicación memética se mueve en los códigos del humor y la ironía, donde las regulaciones y normas internacionales son ambiguas. La internacionalización de la cultura humorística está en marcha en la extrema derecha del entorno latinoamericano, por lo que urge estudiar modos de regulación y educación acerca del uso de estos códigos “soft”, que presentan un papel central en los procesos de radicalización política.


Episodio relacionado de nuestro podcast:

Autor

Doctor em Antropologia e Sociologia. Newton International Fellow en la Academia Británica/Royal Society. Trabaja en el Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe (CLACS), Escuela de Estudios Avanzados, Univ. de Londres.

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