Una región, todas las voces

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Rechazo cortés: cómo América Latina está construyendo nuevas alianzas

Con discreción pero con convicción, América Latina explora nuevas alianzas estratégicas para reducir dependencias históricas y convertirse en un actor global con voz propia, buscando mayor soberanía y relaciones más equilibradas en un mundo multipolar.

América Latina se encuentra en un momento decisivo en el terreno geopolítico. En lugar de seguir subordinándose a los intereses de Estados Unidos y Europa, la región busca, discreta pero decididamente, forjar nuevas alianzas. Si bien su tono sigue siendo diplomático, la dirección es clara: alejarse de las dependencias arraigadas y avanzar hacia una mayor independencia y relaciones de igualdad. Lo que emerge no es una revuelta, sino una emancipación silenciosa.

Desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, el reajuste de la política exterior de muchos países latinoamericanos ha entrado en una nueva fase, no solo como una reacción directa al presidente estadounidense y sus políticas, sino también como una expresión de la creciente confianza de las naciones en sí mismas. En medio de un orden mundial cada vez más multipolar, los países entre México y Chile intentan reestructurar sus relaciones con los centros de poder globales. Existe una clara tendencia, particularmente en países liderados por gobiernos de izquierda: menos subyugación, combinada con más independencia. En lugar de vincularse unilateralmente con Estados Unidos como en décadas anteriores, muchos gobiernos buscan activamente alternativas económicas y políticas, ya sea con China, la UE o impulsando los lazos regionales. No se trata de una ruptura radical, sino de la búsqueda de una vía nueva y más equitativa.

Sin embargo, los frentes distan mucho de ser homogéneos. América Latina no es un bloque homogéneo, sino una región con desarrollos políticos, económicos y sociales muy divergentes. Esta tendencia se refleja en el Índice de Transformación Bertelsmann (BTI) 2024, que destaca claramente la desigualdad en la evolución política de América Latina. Mientras países como Colombia y Chile avanzan en materia de democratización y gobernanza, otros, como El Salvador, muestran tendencias autoritarias que afectan la estabilidad política.

La región sigue profundamente dividida ideológica, económica y estratégicamente. Países con gobiernos conservadores, como Ecuador, El Salvador y Honduras, están intensificando su cooperación con Estados Unidos, a menudo en el ámbito de la política de seguridad y con la participación de asesores militares estadounidenses. Por otro lado, gobiernos progresistas, como los de Brasil, Colombia y Chile, buscan cada vez más conectar con otras regiones del mundo. Sin embargo, esta división no se basa simplemente en líneas pro o antiestadounidenses, sino que se centra en el grado de soberanía que un país puede asegurar en un sistema internacional caracterizado por la dependencia y la competencia.

Nueva confianza en sí misma, viejos patrones

Una de las señales más visibles de la actual reorientación geopolítica de América Latina es la creciente importancia de China. En foros como la reunión China-CELAC, celebrada en Pekín en mayo, se pone de manifiesto la intensa cooperación que ya existe, no solo a nivel económico, sino también en materia de educación y políticas de seguridad. China está atrayendo socios con préstamos, inversiones en infraestructura, tecnologías digitales, educación y energías renovables. En los últimos años, se ha convertido en la principal potencia comercial de la región, construyendo megapuertos y áreas metropolitanas, y ya ha reemplazado a Estados Unidos como socio más importante en países como Brasil, Perú y Chile. Más de dos tercios de los países latinoamericanos forman parte de la «Nueva Ruta de la Seda» de China, una iniciativa global de infraestructura que ha ampliado el acceso estratégico a mercados y materias primas desde 2013.

En este contexto, Europa se ha convertido en un actor más que compite por la influencia en la región. En Berlín, ha aumentado la conciencia sobre la importancia estratégica de América Latina. El actual acuerdo de coalición enfatiza la «especial importancia» del continente, exige la conclusión del acuerdo UE-Mercosur y nombra explícitamente a Brasil, México, Argentina y Colombia como socios clave. La atención se centra en materias primas como el litio, la energía verde y la expansión de cadenas de valor estratégicas. Alemania impulsa una cooperación económica concreta, por ejemplo, en materia de hidrógeno o en asociaciones justas sobre materias primas. Sin embargo, también en este caso, el éxito de las ofertas europeas dependerá de si se entienden realmente como una asociación entre iguales, en lugar de una expresión más del interés europeo por monopolizar las materias primas. Los países latinoamericanos son conscientes de su papel estratégico y de las cartas que tienen en la mano en las negociaciones.

Al mismo tiempo, estados autoritarios como Nicaragua están aprovechando la apertura geopolítica para romper relaciones con Taiwán y forjar lazos más estrechos con China. Esto a menudo se hace con un guiño a la retórica de Pekín de respeto mutuo y no injerencia, valores que resuenan en una región con una larga historia de influencia externa. Sin embargo, utilizar la soberanía estatal como pretexto para restringir las voces críticas dentro y fuera del país es una herramienta esencial para regímenes autocráticos como Nicaragua y China. En el Índice de Transformación de Bertelsmann (BTI), por ejemplo, ambos países obtienen sistemáticamente puntuaciones bajas en separación de poderes, libertad de expresión y libertad de prensa, así como en la participación de la sociedad civil.

Estos ejemplos demuestran que América Latina no es un bloque geopolítico. Los intereses nacionales, las constelaciones políticas internas y las estrategias de comercio exterior influyen en la región.

Soberanía a través de la diversidad

Un nuevo paradigma de política exterior parece estar ganando terreno en la región: la soberanía a través de la diversidad. América Latina no busca una ruptura con Estados Unidos; sus lazos económicos y culturales son demasiado profundos para ello. Sin embargo, ya no busca una lealtad incondicional, sino que los gobiernos optan por una política exterior pragmática.

No obstante, este nuevo rumbo no está exento de riesgos. Una proximidad excesiva a China puede generar nuevas dependencias tan restrictivas como la anterior dependencia de la región de Washington. El reto reside en cooperar con todos los actores sin subordinarse a ninguno. La participación de Gustavo Petro en la Cumbre de la CELAC en Pekín subraya esta ambición. El mandatario colombiano se pronunció a favor de una cooperación multilateral que no esté subordinada a ninguna gran potencia. Junto con los presidentes de Brasil, Lula da Silva, y Chile, Gabriel Boric, enfatizó que América Latina estaba reivindicando su lugar en la estructura de poder global, no como un suplicante, sino como un socio con sus propias ideas de desarrollo, paz y prosperidad.

Cambio a través de la diversificación

En el nuevo marco geopolítico, América Latina se encuentra, por lo tanto, en proceso de redefinir su papel. Ya no es simplemente el receptor de los intereses de la política exterior, sino cada vez más un actor estratégico con su propia agenda. Sin embargo, la realidad sigue siendo compleja. Mientras algunos Estados se están abriendo en materia de política exterior y cultivando la diversidad diplomática, otros están recayendo en viejos patrones de cooperación militar con EE.UU., como Ecuador, Panamá y Perú. Los tres países negociaron recientemente maniobras conjuntas, intercambios de tecnología y entrenamiento militar con el Pentágono.

La tentación de recurrir a los económicamente más poderosos sigue siendo grande, independientemente de si estos centros de poder se encuentran en Washington, Pekín o Bruselas. Sin embargo, la región parece haber comprendido que la independencia geopolítica no se logra con retórica estridente, sino con una diversificación discreta pero constante. El hecho de que América Latina se pregunte ahora con quién quiere trabajar, en lugar de con quién tiene que hacerlo, puede marcar el comienzo de un nuevo capítulo: uno que se centre menos en la dependencia y más en tratar con los socios en igualdad de condiciones. Es un avance pequeño, pero abre el camino.

Autor

Periodista independiente en Bogotá, Colombia. Estudió Derecho, Relaciones Internacionales y Estudios Latinoamericanos en Alemania, Grecia y Colombia.

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