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Si la narrativa no alcanza, es momento de revisar la gestión

El rechazo ciudadano a la consulta de Noboa dejó al descubierto una verdad incómoda: sin resultados concretos en seguridad, salud y economía, ninguna narrativa política logra sostenerse.

En la última consulta popular, los ecuatorianos votaron mayoritariamente en contra de las propuestas de reforma propuestas por el presidente Noboa. Si bien pueden existir varias lecturas, la respuesta principal es que la gestión de un gobierno es fundamental para el éxito o fracaso en los ejercicios de democracia directa.

La historia nos ha dado varios ejemplos. En la campaña presidencial de 1992 en Estados Unidos, James Carville, consultor político estadounidense, acuñó la frase “es la economía, estúpido” para explicar que, en el éxito electoral, poco o nada importan las ideologías o los resultados de las encuestas, sino más bien, son los resultados que la gente percibe en el día a día, su situación económica y si sus necesidades son satisfechas.

En Ecuador, el escenario previo a la consulta daba la impresión de que la mesa estaba servida para el ejecutivo: a octubre el presidente tenía una aprobación de 53% (en medio de un paro nacional), aumentaron las ventas de bienes y servicios un 8.4% y hubo una recuperación del 21.6% del sector de la construcción con respecto al año anterior. A nivel político, el ejecutivo tiene el control del parlamento con 66 legisladores de su bancada más 11 aliados que le ha permitido aprobar las reformas constitucionales que se sometieron a consulta y la aprobación de 3 leyes en tiempo récord (18 días). Y como si fuera poco, el gobierno se ha apuntado la recaptura de dos líderes de las bandas criminales “Los Choneros” y “Los Lobos”: Adolfo Macías y Wilmer Chavarría en el contexto de inseguridad que vive el país.

Las encuestas arrojaban un escenario completamente favorable en todas las preguntas planteadas por el gobierno: eliminación de la prohibición de establecer bases miliares extranjeras en el país; eliminación del fondo para financiar a los partidos políticos; reducción de congresistas de 151 a 73; y convocatoria a una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva constitución. Las encuestas preelectorales anunciaban que la votación afirmativa a las reformas del gobierno oscilaba entre el 53% al 62%.

Lo que el gobierno nacional y las encuestadoras no observaron ni entendieron es que más allá de esta narrativa, las fotografías, los anuncios y los encuentros entre el presidente Noboa y la Secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Kristi Noem, lo que la gente espera del Estado y de quienes lo administran es una adecuada gestión para solucionar sus problemas cotidianos.

Hasta octubre, se han registrado 7.349 muertes violentas a nivel nacional, siendo el indicador más alto en ese período de tiempo hasta la actualidad. La salud pública acusa una crisis profunda desde inicios del 2025: no solo existe un desabastecimiento de medicamentos elementales, también se ha denunciado la ausencia de servicios de limpieza en casas asistenciales, falta de servicios de seguridad y hasta la falta de alimentación para pacientes en los hospitales estatales.

Los datos de ejecución presupuestaria en lo que va del 2025 reflejan serios problemas de gestión gubernamental. El economista Jairon Merchan publicó a través de su cuenta de la red social X el detalle de cómo el gobierno ha manejado sus finanzas, y apenas el 58.42% del presupuesto destinado para este año fue ejecutado a la fecha de realización de la consulta. Por grupo de gasto, el pago de la deuda pública, los bonos y transferencias directas y otros pasivos son los que han movilizado la gestión del gobierno nacional. En contraparte, apenas el 4% se ha ejecutado en infraestructura y bienes de larga duración.

Si bien pueden existir más variables que contribuyen al análisis, la ecuación es simple: es la atención de demandas lo que sostiene el apoyo específico del sistema político, tal como lo ha teorizado David Easton desde hace más de 60 años. Lamentablemente el gobierno ecuatoriano ha desplazado a un segundo o tercer lugar su gestión, y ha caído en la vorágine actual de la comunicación política, en la cual la política se ha vuelto en un mero concurso de marketing y de imposición de narrativas, donde los llamados a administrar lo público como manifestación de la voluntad general se han convertido en actores donde se preocupan más por el ángulo de la foto, si la luz de la cámara se posa sobre el líder dándole un primer plano o que cada palabra dicha no se salga de un guión prefabricado y corto.

Como lo dijo uno de los voceros no oficiales del gobierno, el político Antonio Ricaurte: “todo es imagen, todo el tiempo, y el presidente Noboa tiene una estrategia brillante, ya que no se muestra, ni se viste ni habla como un político tradicional… y no estoy hablando de si eso es bueno o malo, para eso están los inteligentísimos, yo solo hablo de imágenes y comunicación política, de lo que se tiene que hacer, porque en la vida y en política sirve únicamente y exclusivamente la estrategia y la comunicación política”.

Parece que Ricaurte no entiende lo que el ciudadano de a pie sí: no se comunica lo que no existe. Y si no hay una gestión pública que sostenga una narrativa, esta se convierte en un castillo de naipes que se derrumba ante el primer sacudón, tal como le ha sucedido al gobierno ecuatoriano. Parece que aún no se entiende la famosa frase de Carville ni se ha revisado la segunda parte de la misma estrategia que llevó a Clinton a la presidencia: “no te olvides del sistema de salud”, mostrando así que más allá de las ideologías, del debate del tamaño del Estado, de la discusión democracia vs autoritarismo o incluso de las “estrategias deslumbrantes de comunicación”, lo que le importa al ciudadano es como el Estado resuelve sus problemas del día a día.

Si el gobierno ecuatoriano no lo entiende, vale la pena recordarle el adagio popular: “cuando veas las barbas de tu vecino recortar, pon las tuyas a remojar”. Dicho de otra forma, cuando veas que tu pueblo te ha dejado de respaldar, gobierno, es hora de gestionar.

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Doctorando en la Universidad de Salamanca (España). Máster en Relaciones Internacionales por el Instituto de Altos Estudios Nacionales (Ecuador) y en Ciencia Política por la Univ. de Salamanca.

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