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Ucrania divide a América Latina y la UE y complica una asociación estratégica

América Latina y la UE quieren profundizar de nuevo sus relaciones. En julio se celebrará en Bruselas una cumbre UE-CELAC, la primera desde 2015, y está previsto que se concluyan los acuerdos pendientes, como el de la UE con el Mercosur. En este marco, políticos europeos, como recientemente el Canciller alemán Olaf Scholz, han viajado a América Latina para explorar cómo profundizar en las relaciones birregionales.

No cabe duda de que el valor estratégico de América Latina y el Caribe ha aumentado para la Unión Europea desde la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022. Políticamente, los gobiernos de ALC son importantes a la hora de votar resoluciones sobre Rusia en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Económicamente, América Latina cuenta con materias primas como el gas natural y el petróleo que Rusia suministra a la UE y materias primas estratégicamente importantes ya son importadas de América Latina como el litio. Debido a sus condiciones climáticas y geográficas, se considera que América Latina tiene un gran potencial para producir y exportar hidrógeno verde a precios competitivos entre las distintas regiones del mundo. Y Europa será, a futuro, uno de los mayores mercados para el hidrógeno verde.

En la primera Cumbre América Latina-Europa, celebrada en Río de Janeiro en 1999, se anunció el objetivo de desarrollar una «asociación estratégica». Desde entonces, el término ha aparecido una y otra vez en declaraciones oficiales y, más recientemente, el alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, llegó a hablar de una «alianza estratégica» en relación al acuerdo de asociación UE-Mercosur pendiente de firmar.

Hay coincidencias políticas y económicas, pero la pregunta es ¿hay suficientes intereses comunes para una asociación estratégica? Las reuniones preparativas de la cumbre UE-CELAC y, más recientemente, las conversaciones del Canciller Scholz en Argentina y Brasil han demostrado que hay un elefante, o sería mejor decir, un oso en el salón que Latinoamérica querría pasar por alto o, al menos, evitar mencionar.  

La guerra en Ucrania divide la UE y América Latina. Lo que desde una perspectiva latinoamericana parece una cuestión de elección- cómo posicionarse en el conflicto de Ucrania frente a Rusia-, para Europa es una cuestión de necesidad, a saber, defenderse de una auténtica amenaza militar y de un ataque a los valores europeos fundamentales. 

Es sintomático que el comunicado de prensa conjunto de la III Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores CELAC-UE de fines octubre de 2022 en Buenos Aires evitó nombrar y condenar a Rusia, como esperaban los gobiernos europeos. Al menos, los gobiernos participantes pudieron reafirmar su apoyo a los objetivos y principios consagrados en la Carta de la ONU de defender la igualdad soberana de todos los Estados y respetar su integridad territorial e independencia política. En el contexto de esta afirmación, el comportamiento de los países latinoamericanos es aún menos comprensible

Además, desde un punto de vista europeo, resulta extraño que una región que siempre ha denunciado el imperialismo que emana de Estados Unidos, y con razón, elude hoy condenar como imperialismo una guerra para restaurar un imperio y someter y, si es necesario, asimilar por la fuerza a otros pueblos.

Las declaraciones de algunos gobiernos latinoamericanos son recibidas con incomprensión en Europa como la declaración de Lula sobre el conflicto de Ucrania al afirmar que ”dos no pelean si uno no quiere”, que es como culpar a alguien por ser golpeado en la cabeza por una persona que ha entrado a la fuerza en su casa. Con el telón de fondo de las imágenes que vemos a diario en Europa de atrocidades bélicas, ataques a civiles y refugiados llegando de Ucrania, estas declaraciones parecen insensibles, cuando no cínicas. Y le han costado simpatías a Lula en Europa, y ponen en duda que este pueda actuar como mediador en el conflicto.

Y luego están los partidarios de un no alineamiento activo. Y aquí se plantea la cuestión de si una política de no alineamiento activo no toma partido indirectamente al poner al agresor en pie de igualdad con la víctima. La cuestión es si, en una guerra en la que el agresor está claramente identificado y se están matando a civiles y cometiendo crímenes de guerra, un gobierno no es también cómplice al no hacer nada. 

Los gobiernos latinoamericanos deberían preguntarse si el mundo sería mejor y si a América Latina le conviene que la UE salga debilitada y Rusia (e indirectamente China) fortalecida del conflicto de Ucrania. Esto supondría también una derrota de los valores que los gobiernos latinoamericanos han defendido hasta ahora en política internacional, como el respeto a la soberanía, la no intervención y la resolución pacífica de conflictos.Un no alineamiento activo sólo tiene sentido si también se definen los valores que uno defiende en política internacional; y en función de estos valores, se decide cuándo tomar partido. A veces, la vieja canción de Pete Seeger «¿De qué lado estás?» también se aplica en la política internacional, especialmente entre supuestos socios estratégicos.


Episodio relacionado de nuestro podcast: 

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Investigador asociado del German Institute for Gobal and Area Studies - GIGA (Hamburgo, Alemania) y del German Council on Foreign Relations (DGAP). Fue Director del Instituto de Estudios Latinoamericanos y Vicepresidente del GIGA.

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