Durante el debate transmitido en vivo entre los candidatos a la alcaldía de la ciudad más grande de América Latina, São Paulo, el 15 de septiembre, el nivel de brutalidad se mantuvo al nivel de los anteriores, pero, esa noche, un hecho surrealista marcó las elecciones: el candidato José Luiz Datena, del PSDB (uno de los partidos más tradicionales de Brasil) atacó con una silla a Pablo Marçal, del PRTB. Para el espectador atento, el shock no fue tan grande –y lamentable– teniendo en cuenta las provocaciones de Marçal. De hecho, pocos días después, el 23 de septiembre, el mismo Marçal fue expulsado de otro debate que culminó con la agresión física, de uno de sus asesores al publicista del actual alcalde de São Paulo, Ricardo Nunes (MDB).
Para comprender el «fenómeno Marçal» recurrimos al italiano Giuliano Da Empoli. En su libro “Ingenieros del caos”, el autor narra la fábrica y el modus operandi que dio origen a peces gordos como Pablo Marçal, que ingresaron al sistema político con el claro objetivo de cambiar sus bases y los engranajes democráticos de poder. Podría tratarse de otra distopía al estilo Orwell, sin embargo, lo más aterrador es que se trata de acontecimientos que suceden en todo el mundo.
Latinos en común
La campaña electoral del ex coach Pablo Marçal comparte muchos de los elementos que convirtieron a Javier Milei en presidente de Argentina. Discursos en contra del Estado y antipolítica, fuertes estrategias de comunicación digital y la falta de escrúpulos a la hora de ofender con brutalidad, sin preocupación por decir tonterías, parecer incoherente o desagradar a una parte del electorado, por el solo hecho de atraer la atención.
El Salvador también tiene su ejemplo: Nayib Bukele, presidente, narrado por el propio Marçal como un “chico joven” y “de las redes sociales”, pero que carga con acusaciones de violaciones de derechos humanos por la implementación de políticas de seguridad pública guiadas por el resurgimiento del punitivismo y que se acerca a un estado de excepción.
Todos estos personajes tienen la misma educación, con pequeñas distinciones en la implementación, posiblemente vinculadas a aspectos generacionales o regionales específicos.
Todos operan con una estrategia basada en tres pilares: inflamar resentimientos y pasiones; abusar de la comunicación digital, utilizando cortes, distorsiones y manipulaciones de los hechos, aprovechándose de vacíos legales; y la crítica vacía de la política, con mucha radicalidad y poca proposición fáctica. En otras palabras, estos actores políticos utilizan causas socioeconómicas evidentes para, a partir de una comunicación digital masiva y recortando hechos, crear teorías que sustenten sus visiones del mundo: las llamadas narrativas; de hecho, distorsiones convenientes de la realidad. Esta lógica pretende imponer el caos en el sistema democrático y ganar poder.
Recordemos que Bolsonaro había abierto el camino en 2018, pero él mismo intentó amoldarse a la vieja política y se vio obligado a dejar de lado su –ilegítima– posición de antisistema. Este movimiento de “centrismo” del bolsonarismo, que se traduce en el tímido apoyo a la reelección del actual alcalde, Ricardo Nunes (MDB) –a través de la coalición con el partido de Bolsonaro (PL)–, dejó huérfanos del ex-líder-rebelde, y Marçal supo explorar esta parte del electorado.
Del mito al fenómeno
Nuestro nuevo ingeniero del caos ha estado replicando técnicas probadas, posicionándose como el nuevo retador del sistema político-electoral brasileño. Blanco de enfrentamientos en el Tribunal Electoral –que generaron algunos rumores–, acumula polémicas y llama la atención en los informativos.
Esta visibilidad, basada en “habla mal, pero habla de mí”, le permitió hacerse más conocido entre el electorado y acumular el 20% de la intención de voto, oscilando entre los tres mejor situados en la disputa. Además, se posicionó fácilmente como el candidato más seguido en las redes.
De mito a fenómeno, asistimos ahora a la nueva temporada, a lo Black Mirror, en plena carrera electoral por la alcaldía del principal centro económico del país. ¿Propuestas? ¿Números? ¿Datos técnicos sobre la ciudad? No. Marçal dice tonterías y presenta en extractos lo que los algoritmos piden, exigen y comprometen. De esta manera, no siempre es posible mantener la coherencia. Pero no importa, después de todo, la avalancha de información sirve para desviar la atención y moldear hábilmente la percepción del público al que pretende llegar.
Armado con su fortuna –obtenida a través de una trayectoria muy controvertida– y capital digital, el entonces candidato intentó alquilar un partido (PRTB – Partido Renovador Trabalhista Brasileiro), de poca relevancia hasta entonces en el escenario político nacional, para institucionalizar su emprendimiento.
El estilo provocativo y combativo forma parte del carácter “naturalmente populista” destacado por Da Empoli y, para diferenciarse de otros competidores, Marçal fusiona rasgos de superioridad arrogante con “gente como nosotros”. Por un lado, se proclama como un empresario exitoso y destaca sus activos multimillonarios, por otro lado, es un símbolo del ciudadano trabajador común y corriente que aspira a la prosperidad económica. Su traje típico sintetiza esta oposición: el uso de un traje y una gorra con su logo.
El ex coach toca heridas latentes en la sociedad, especialmente en aquellos que no se ven representados, que no creen en la política, pero que anhelan y esperan, hundidos en sus duras realidades, el milagroso cambio de vida. Y es a través de la vinculación de su imagen al simbolismo de la prosperidad que ha encontrado la fuerza para crecer. No sorprende que su apoyo esté más concentrado entre los jóvenes de las periferias, los que tienen educación secundaria completa, los informales y los evangélicos, segmentos que disputa tanto con la izquierda como con la derecha.
Las consecuencias para la democracia
Este caótico personaje ha estado cometiendo los actos más grotescos y sin escrúpulos, y aún se están computando los daños. Los lamentables episodios recientes de agresión marcan el colofón de esta temporada liderada por Marçal. Ninguna agresión física debería justificarse, pero lo cierto es que Marçal creó su trama y ha sabido dictar o intervenir en el guión, incluso más que sus oponentes.
Aunque existe escepticismo sobre el crecimiento de Marçal, principalmente por las las campañas de los dos candidatos más competitivos en la disputa, Ricardo Nunes y Guilherme Boulos (PSOL, apoyado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva), el mayor deterioro ha sido para la democracia.
Asistimos a los efectos del choque entre los métodos de la llamada economía digital, que no está obligada a seguir regulaciones ni directrices, y la práctica política tradicional, respaldada por reglas que no parecen tener en cuenta las nuevas condiciones sociales y dinámicas. Es un doble juego entre lagunas regulatorias y oportunismo frente a lo obsoleto.
El resultado que hay que temer no es la victoria de Marçal como alcalde de São Paulo –las cifras recientes muestran una pérdida de fuerza y que está estabilizado en el tercer lugar–, sino su capacidad para reproducir seguidores y otorgarles escaños en la Legislatura.
Quizás sea un error subestimar su peligroso ascenso. Los augurios no parecen ser buenos y esto debería servirnos de advertencia. Es la triste constatación de que nuestras instituciones, una vez más, están atrasadas respecto a nuestros tiempos. Y hacer la vista gorda ante la enorme fisura abierta en el orden político, que es la salida más fácil, pero también la más problemática, puede generar mayores daños en el futuro.
Autor
Abogada, asistente de investigación y estudiante de maestría en Políticas Públicas del INSPER. Investigación sobre los sistemas electorales latinoamericanos, la representación de intereses y el sistema político-presupuestario brasileño.