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La inminente derrota de Bolsonaro

El proceso electoral brasileño podría llegar a su fin en la primera vuelta de este domingo con una probable derrota de Jair Bolsonaro. En este contexto, hay que estar alerta por posibles situaciones imprevisibles que puedan afectar los resultados de la elección.

Según el comportamiento político, el elector decide su voto con base en diferentes estímulos, como la afinidad ideológica que es parte de la socialización política. Otros electores hacen proyecciones con base en la viabilidad de las promesas de los candidatos, mientras que otros tienden a evaluar la gestión del Gobierno.

A lo largo del gobierno de Bolsonaro se materializó una visión arcaica, proveniente del campo militar y con inclinaciones autoritarias. Se trata de una visión influenciada por el pensador alemán Carl Schmitt, en la que la política se basa en la diferencia entre amigo-enemigo, aquel que es distinto y que debe ser combatido y rechazado. En este caso, los comunistas.

A esa visión de naturaleza binaria, confluyen grupos ultraliberales y grupos religiosos conservadores que diferencian a los buenos de los malos; donde los malos son todos aquellos que desean “destruir” una visión bíblica de la familia, con la “ideología de género” o una educación sexual que desmonta su visión idílica, desconectada de la realidad.

Sobre esos términos, Bolsonaro dividió el país. Su agenda ideológica no se tradujo en bienestar para los brasileños, su discurso fue una apología a la violencia que bien podía afectar desde la autoestima de los grupos más desfavorecidos del país hasta la violencia directa hacia estos. Así, el retroceso de políticas de combate al racismo y la violencia contra la mujer empoderó a sujetos que se han considerado históricamente con poder y pueden actuar de forma impune por su condición social, de género o de raza. Con Bolsonaro, se actuó deliberadamente desde el Gobierno para desarticular cualquier acción que protegiese estos segmentos.

Puede que la gestión de la pandemia de la COVID-19 haya sido el inicio de la debacle del bolsonarismo. Si bien es difícil calcular el número de vidas que se perdieron por la visión negacionista de Bolsonaro, lo cierto es que este intentó impedir la producción de vacunas. Así, ante la absoluta indiferencia frente a cientos de miles de muertos, el Gobierno continuó, de forma sistemática y deliberada, incentivando el contagio por medio de la ausencia de prevención.

La mayor evidencia de desarticulación en el ámbito estatal fue la desprotección a los pueblos indígenas y las políticas del medio ambiente. Le siguió la deliberada ausencia de fiscalización a la deforestación y a la tala ilegal de madera, el incentivo a la explotación ilegal de oro que multiplicó la contaminación de los ríos, la liberalización del uso de pesticidas prohibidos en muchos países y el incentivo a la invasión de tierras indígenas para vincularlas a la agroexportación.

La gestión económica es otro aspecto que tiene una repercusión negativa en el apoyo al presidente. La reforma de la previdencia aprobada en el primer año del Gobierno afectó a todos, pero, en especial, a las clases medias. Por otro lado, el consumo se vio afectado debido a la desvalorización de la moneda y a una alta inflación que convirtió a Brasil en el cuarto país con el mayor índice inflacionario entre las principales economías del mundo.

El mal manejo de la política de combustibles elevó durante varios meses el precio de las cestas básicas. En Brasil, más de 125 millones de personas tienen alguna vulnerabilidad en lo referente a seguridad alimentaria. En ese contexto, Bolsonaro debió proveer recursos para la sobrevivencia de los segmentos más vulnerables, y la tentativa de utilizar su propia derrota como un triunfo político no le favoreció en el apoyo electoral.

Otras variables como el debilitamiento del antipetismo también le han jugado en contra. La condena del exjuez Sergio Moro (asumió como ministro de Bolsonaro tras condenar a Luiz Inácio Lula da Silva e impedirle que fuera candidato a la presidencia en 2018) por el Supremo Tribunal Federal al dictaminar que las decisiones del exjuez fueron parcializadas, fue uno de los acontecimientos más impactantes. Esto le devolvió al expresidente Lula la condición de inocencia.

En los dos últimos meses, la credibilidad del presidente también perdió fuerza tras desvelarse una antigua y larga trama de corrupción que involucra a la familia con la compra de 101 inmuebles. La mitad de estas casas y departamentos fue obtenida con dinero en efectivo, lo que puso en duda el origen del dinero y una evidente intencionalidad de evadir la fiscalización.

Este contexto explica la tendencia hacia una derrota del presidente Bolsonaro. Ya sea en la primera o en la segunda vuelta. De hecho, ante este previsible resultado, hace meses que Bolsonaro activó el discurso del “fraude” que busca desconocer el proceso electoral. A esa idea se vincula la frustración de los electores de extrema derecha que vienen desplegando aleatoriamente la violencia (inclusive con la muerte de adversarios) en varios puntos del país.

Frente a esta situación, y dada la frustración e inclinación autoritaria de Bolsonaro, hay que tener en cuenta la posibilidad de acciones deliberadas de la extrema derecha para afectar los resultados tras la elección. Brasil y su democracia se enfrentan a un gran desafío.

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Cientista Político. Profesor e investigador asociado de la Universidad Federal de Goiás (Brasil). Doctor en Sociología por la Univ. de Brasilia (UnB). Postdoctorado en la Univ. de LUISS (Italia). Especializado en estudios comparados sobre América Latina.

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