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El desafío de desmontar al Trump colombiano

Al subir al estrado en el hotel Tequendama de Bogotá, el senador Gustavo Petro se veía seguro de sí mismo. Nos recordó a Jean-Luc Mélenchon cuando subió a la tarima para festejar el excelente performance que casi lo lleva a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales francesas. A partir de ahí, la France Insoumise pasó a ser el centro de gravedad de la nueva coalición de izquierda llamada la Nueva Unión Popular, Ecológica y Social. Al Pacto Histórico le cabe ahora pasar también a un papel convocante, pero con la mirada puesta hacia el centro.

En su discurso de la victoria, Gustavo Petro dio varios mensajes que iban en la dirección de convocar a un pacto social más amplio, conjugando dos términos claves: la “justicia social” y la “estabilidad”. Así, el candidato bosquejó una propuesta de inversión social incluyente, basada en una política tributaria redistributiva, que permita mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables, y al mismo tiempo contribuya a la estabilidad y prosperidad económica del país y al conjunto de la sociedad.  

Norberto Bobbio, en Derecha e izquierda, aborda la aún persistente discusión sobre las derechas e izquierdas en la política, e introduce el concepto del “tercero incluyente”. Lo describe como una alternativa que va “más allá de los dos opuestos (derecha e izquierda), englobándolos en una síntesis superior”. En la Colombia polarizada, ese “tercero incluyente” puede y debe serlo Gustavo Petro.

No son pocos los analistas que consideran que ganaron dos candidatos “antisistema”, lo cual conspira contra la idea de que Gustavo Petro sea visto como un actor articulador. Si bien Petro es un actor “no tradicional”, conoce y tiene experiencia en el manejo del “sistema” político colombiano. Nada más el hecho de haber sido constituyente y su consecuente apego a la Constitución de 1991 dan una fuerte señal de su compromiso con el marco institucional del país.

Petro ha sido senador, concejal y alcalde de la capital. Pero, además, su partido político, el Pacto Histórico, tendrá una bancada importante en la próxima legislatura. Es decir, su discurso de “tercero incluyente” se complementa con el conocimiento, la experiencia y el peso político como para llegar a convertir las alternativas en consensos políticos. Esto lo diferencia profundamente de su oponente que no tiene ni discurso, ni presencia política, ni experiencia, ni conocimiento.

Existen, no obstante, ciertos desafíos. El Pacto Histórico se construyó con una fuerte base en los movimientos sociales. Estos conforman la plataforma que lo sostiene en última instancia. Por ende, su llamado a la justicia social no puede ser menoscabado ni puesto en duda por los seguidores. No olvidemos que uno de los significados del fenómeno Petro como alternativa es el desplazamiento de la seguridad como tema central, marca distintiva del uribismo, a la priorización de la inclusión social, sobre todo de los jóvenes, como legado de las protestas sociales. Pero dicho desplazamiento no tiene por qué estar en riña con el país del sector privado, el mercado y el emprendimiento.

En teoría, este desafío no debería ser tan difícil de superar si no fuese por la confusión, los prejuicios y las malas intenciones. La cuestión es insistir en que Petro no representa una “izquierda radical”. Es el contexto político-social del país y la región lo que lo hace “radical”. Tal como lo ha dicho el candidato en varias entrevistas, en un contexto como el europeo es probable que sus propuestas se enmarcaran dentro del arco social demócrata o hasta de un tipo de liberalismo progresista. Y en esa línea, el candidato ha repetido que no va a “expropiar”.

Al contrario de los intentos fracasados de la coalición de centro, que quisieron atraer a la izquierda y a la derecha a una nueva propuesta, a Petro le toca jalar al centro y a la derecha hacia una comprensión más acabada de los desafíos que enfrenta el país, y desde una perspectiva progresista. El tema es desmontar un estado de negación, en el que los sectores favorecidos por las fuerzas políticas tradicionales no internalizan el hecho de que Colombia debe reducir los niveles de desigualdad, que no puede seguir con el mismo modelo extractivista y que no puede seguir ignorando su pluralidad. Construir un país sin sectores de la población invisibles, «los nadie”, como los ha denominado la candidata a vicepresidenta Francia Márquez.

Sin duda, el más obvio e inmediato desafío que tiene Petro es que se enfrenta a un contrincante distinto. Petro se preparó para competir con “Duque 2”, pero surgió un Bolsonaro-Trump versión colombiana, que se desplazó de Facebook y Twitter a TikTok, y que tiene dos puntales muy conocidos en la región: el discurso de la anticorrupción y el de la antipolítica. El primero es sumamente atendible y, sin duda, una prioridad para hacer el cambio.

El segundo es más complicado. Petro ha logrado captar la ira de la gente con respecto a las élites políticas, y parte de su éxito estriba en haber tenido la capacidad de ocupar ese espacio diferenciador. La derecha va a intentar arrebatarle ese posicionamiento optando por el candidato del llamado “populismo de derecha” que vende la ilusión del cambio. El factor central va a ser el comunicacional y, desde un punto de vista racional, el candidato Hernández es efectivamente “un salto al vacío”. Sin embargo, el uribismo, los partidos tradicionales y  sectores del empresariado lo apoyarán aun sabiendo que pondrá en peligro la institucionalidad democrática.  

En este poco tiempo Petro debe seguir insistiendo en que es el que representa el verdadero cambio y quien ofrece un real compromiso con la institucionalidad, resaltando, a su vez, su experiencia en el manejo del sistema, pero acompañado por  una ingeniosa y picante estrategia de comunicación en las redes para desbaratar al Trump colombiano.


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Cientista político, profesor del Programa de FLACSO en Paraguay y consultor en planificación estratégica. Fue director regional para A. Latina y el Caribe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Magister en Ciencias Políticas por FLACSO–México.

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