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Política medioambiental y soberanía en Brasil

En el siglo XXI, el medio ambiente y el cambio climático se han convertido en prioridades de la agenda mundial, pero a medida que aumenta el interés por la crisis ecológica, también crece la preocupación por la enajenación de la soberanía nacional en zonas como el Amazonas y la consolidación de un derecho de injerencia ecológica en aquellos países que no protegen los bienes medioambientales de importancia internacional. Por estas razones, cabe preguntarse: ¿cómo pone en riesgo la política medioambiental global la soberanía de Brasil?

Hans Morgenthau es uno de los principales teóricos de las Relaciones Internacionales. De familia judía, emigró de la Alemania nazi a Estados Unidos, donde trabajó como académico y pensador orgánico, contribuyendo a la definición de los rumbos de la política exterior estadounidense y al establecimiento de la corriente de pensamiento que llegó a conocerse como Realismo Clásico. Cuando Morgenthau escribió sus principales obras, los debates sobre el cambio climático no tenían el peso que tienen hoy en la política mundial. Sin embargo, si utilizamos sus enseñanzas para pensar en la actualidad, la conclusión es clara: la política medioambiental de Brasil puede poner en riesgo la soberanía nacional.

El concepto de poder nacional es uno de los pilares del legado de Morgenthau. Para el autor, el poder no se limita a la capacidad militar, sino que incluye una serie de elementos materiales e ideológicos que permiten al Estado seguir funcionando y desarrollándose de forma autónoma y segura. Por lo tanto, además de la fuerza militar, las fuentes de poder son la geografía, la posesión de recursos naturales, el potencial agrícola e industrial y la población. También entra en el cálculo la percepción que tienen otros actores internacionales en relación con su poder, lo que lleva a Morgenthau a concluir que una política de prestigio puede impulsar la inserción de un país en el juego internacional entre naciones.

A partir de estas enseñanzas, podemos argumentar que Brasil viene adoptando una política que disminuye su poder en el ámbito internacional, lo que deja al país en una posición desfavorable en el juego político entre naciones y, por lo tanto, disminuye su capacidad de disuadir las amenazas externas. Si los recursos naturales son elementos de poder, una política medioambiental laxa pone en peligro la reserva brasileña de agua potable, un recurso esencial para todos los seres vivos y que está en progresiva escasez en el mundo.

Además, el agua es esencial para la producción de alimentos, que es una fuente de poder enumerada por Morgenthau, ya que un Estado que no puede garantizar la alimentación y la supervivencia de su población es más vulnerable a las agresiones externas. Por último, el cambio climático pone en riesgo la riqueza biológica de Brasil, que es un recurso potencial cada vez más relevante con la revolución genética.

Si miramos a través de la lente del prestigio internacional como fuente de poder, la política brasileña también está deteriorando la soberanía brasileña. Un país organizado, con instituciones fuertes y políticas públicas que den resultados, transmite la imagen de un Estado fuerte, facilitando la disuasión de intereses oscuros que puedan perjudicar la soberanía y los intereses nacionales. Con el aumento de la deforestación ilegal, la minería depredadora, los asesinatos de activistas medioambientales, las talas de árboles y el avance de grupos criminales como el Primeiro Comando da Capital (PCC) en la región amazónica, la imagen que transmite Brasil al mundo es la de un país incapaz de aplicar el Estado de Derecho y políticas públicas eficaces. Con ello, la percepción que tendrán otros actores internacionales al mirar al país es de fragilidad.

Actualmente, las reglas y normas internacionales sobre el cambio climático son favorables a Brasil y a otros países del Sur. La consolidación del principio de lectura histórica, que atribuye una mayor responsabilidad en el cambio climático a los países más industrializados; la supresión (aunque sea temporal) del debate sobre la internacionalización de las florestas; y el derecho al desarrollo sostenible son ejemplos de ello. La diplomacia brasileña, junto con otros países, ha sido muy hábil en la defensa de los intereses nacionales en las negociaciones en los foros internacionales.

Cuando Brasil abandona esta postura negociadora y adopta otra más reacia a cualquier tipo de concesión, a largo plazo, reduce su capacidad de actuación. El país pierde oportunidades de opinar e influir en los debates. Las decisiones se tomarán con o sin la participación de Brasil, generando normas potencialmente contrarias a los intereses nacionales, lo que inevitablemente restringirá la soberanía del país.

La combinación distópica de una postura diplomática que aísla a Brasil de las negociaciones internacionales con una política medioambiental insuficiente para combatir eficazmente los desafíos de la protección de los biomas del país y de sus poblaciones es un grave riesgo para la soberanía de Brasil. La tradición brasileña siempre refuerza la importancia de los principios establecidos en las relaciones internacionales, así como el valor del derecho internacional y el multilateralismo. Es una postura que históricamente ha dado sus frutos para el país, ya que no le sobra poder en comparación con las potencias mundiales.

Morgenthau reconoce que el derecho internacional y la moral son factores que limitan los abusos de los Estados cuando utilizan la fuerza en el escenario internacional para conseguir sus objetivos. Sin embargo, el autor también señala que estos factores limitantes son específicos de su época y, por tanto, pueden variar. A lo largo del siglo XX, surgió y se consolidó la idea de que la comunidad internacional tiene la responsabilidad de proteger a las personas y a las poblaciones en peligro si los Estados no cumplen con sus obligaciones.

Este entendimiento es una respuesta a las graves violaciones de los derechos humanos que se han observado, siendo el genocidio de Ruanda el caso más simbólico. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que decidan que los Estados que no luchan contra los delitos medioambientales en sus territorios también requieren una respuesta de la comunidad internacional?

La COP27 es una señal de que Brasil debe cambiar su posición en las negociaciones internacionales. Sin embargo, un cambio de rumbo en el ámbito diplomático es insuficiente si no va acompañado de resultados concretos en el ámbito interno. Mientras los actores brasileños no tengan esta conciencia en el ámbito interno, la política medioambiental puede seguir siendo un riesgo para su propia soberanía. En otras palabras, el deber de todo patriota es cuidar el medio ambiente para proteger a su país.

Autor

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Profesor de Rel. Internacionales en el Postgrado en Ciencias Militares, Escuela del Estado Mayor del Ejército. Coord. del Lab. de Análisis Político Mundial - LABMUNDO. Doctor en Política y Estudios Internacionales por la Univ. de Birmingham.

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