Muchos pensaban que el contundente resultado de aprobación (78,27%) en el plebiscito de octubre de 2020 aseguraba el éxito del plebiscito de salida. Otros más críticos creyeron que, debido a la mala elaboración de todo el proceso, se terminaría construyendo una Constitución tipo “árbol de Navidad”, llena de derechos y gestos para todas las sensibilidades presentes en el ambiente, que harían casi imposible rechazarla. También algunos señalaron que sería muy difícil que alguien se atreviera a elaborar y desplegar la bandera intelectual del rechazo.
Sin embargo, los resultados de las diferentes encuestas de las últimas semanas muestran un aumento considerable del rechazo, incluso superando a la aprobación en algunas, a lo que se suman las manifestaciones de desencanto y preocupación en medios de comunicación y redes sociales. Por lo tanto, los auspiciosos pronósticos iniciales se deben poner, al menos, en entredicho.
Ante las percepciones que deambulan, y aplicando la clásica teoría prospectiva de Kahneman y Tversky, que explica cómo las personas toman decisiones entre alternativas que comprenden riesgos, me atrevo a sugerir que, en lo que respecta al debate de la Convención Constitucional (CC), se ha instalado en la opinión pública una aversión a la derrota.
La teoría propone que las personas bajo riesgo tienden a decidir tomando en cuenta opciones que den mayor certeza (“efecto certidumbre”) ante las potenciales ganancias. En la toma de decisiones, la aversión a las pérdidas es más fuerte que las eventuales ganancias. A juicio de Kahneman y Tversky, solo cuando observamos que todas nuestras opciones son malas estamos dispuestos a asumir posibles riesgos para lograr ciertos beneficios. Claro está que la definición de las ganancias o pérdidas está determinada por un punto de referencia que corresponde al lugar donde se encuentra, en este caso, el elector al votar.
De ahí que el contundente 78% a favor de la aprobación en 2020 puede ser entendido como una decisión en el marco de que todas las opciones eran malas. Seguir con la misma Constitución era continuar con el país en crisis. No olvidemos la caótica situación en que se encontraba Chile cuando se realizó el plebiscito.
Si bien la opción de la aprobación podía ser considerada riesgosa, en ese momento se levantaba como una salida prometedora. Un optimismo similar se pudo observar en el éxito de la popular “lista del pueblo” y los independientes en la elección de los constituyentes. Esto se explicaría por el incumplimiento de las expectativas por parte de la elite gobernante tradicional, lo cual dio paso a la ira y la frustración, y a perseguir alternativas políticas arriesgadas y rupturistas.
Pero ahora el escenario es distinto. Existen dos opciones: una que establece certezas (la Constitución de 2005) y otra que promete mejoras, pero también riesgos (la propuesta que está redactando la CC). El factor del contexto desempeña un papel clave en la toma de decisiones al transformar el punto de referencia y que se denomina “efecto marco”.
Lo que hemos visto hasta ahora, desde la instalación de la CC hasta sus resultados en las comisiones y en el pleno, ha significado para muchos una gran sensación de pérdida. La primera fue que las actuaciones de la CC, individuales o colectivas, no contribuyeron a responder a una de sus principales expectativas: disminuir el ambiente polarizado que se había instalado en el país.
La arriesgada apuesta de muchos era sanear al país luego del plebiscito de 2020, pero a la luz de los hechos no surtió efecto. Una serie de eventos desafortunados alimentaron esa percepción. De ahí en adelante hay varias declaraciones y acciones de muchos de sus miembros que operaron en dirección contraria a la apuesta que hizo el país. Sin embargo, este desencanto no necesariamente determinará una posición respecto al voto, puede ser un condimento, pero no necesariamente la justificación última.
Existen diferentes percepciones con respecto al plebiscito de salida que incidirían al votar. Se debe tener en consideración que cada individuo o grupo sentó un conjunto de expectativas en el trabajo de la CC. Además, vale la pena subrayar que los atajos cognitivos son importantes en esta teoría, los votantes nunca manejarán todo el articulado en todo su detalle y adoptarán una posición con base en los temas que les interesan.
Existen al menos tres posturas que pueden llevar a tomar la posición de rechazar el borrador de la Constitución y claramente puede existir una combinación de estas categorías. Primero, estarán los que observen de manera holística el borrador de la Constitución y que planteen que en este no se construyó “la casa de todos”. Este conjunto de individuos optará por mantener lo existente, aunque no le guste plenamente.
En segundo lugar, están los que vieron el proceso constituyente como una forma de poner sus temas de interés y utilizaron con entusiasmo los mecanismos de participación abiertos por la CC. No obstante, sus objetivos tal vez fueron desechados o, peor aún, la propia propuesta constitucional podría significarles más bien una amenaza. A modo de ejemplo, se pueden sentir identificados los padres de colegios subvencionados, los que defienden la propiedad individual de los ahorros previsionales, los grupos de defensa de las tradiciones rurales, los grupos que defienden la autonomía del banco central, los académicos, etc.
En definitiva, las expectativas creadas en el proceso de participación podrían terminar en la percepción de una fuerte pérdida. Pensémoslo de esta forma: ¿cuántas de las 77 iniciativas populares que alcanzaron las 15.000 firmas para ingresar a la CC, sin contar las que no pudieron acceder (2.496 publicadas), serán acogidas por el nuevo texto?
Tercero, podríamos identificar los temerosos y escépticos ante el ánimo y fuerzas que imperan dentro de la CC. Para estos, la acción más conveniente será el rechazo porque las mejoras que promete la CC no son comparables con las pérdidas. Aquí podemos mencionar a los diferentes grupos religiosos y su rechazo al aborto en defensa de sus creencias, los defensores de la idea de nación y su rechazo a la plurinacionalidad, los abogados y sus reticencias al nuevo sistema de justicia, etc.
Así pues, la decisión de las personas estará muy relacionada con su punto de referencia, y claramente el efecto marco será determinante en la definición de pérdida o ganancia. Será importante, también, la situación económica que se vislumbre y la debilidad o fortaleza del Gobierno. En otras palabras, ¿los beneficios que prometerá la nueva Constitución serán capaces de compensar la incertidumbre que abre y la percepción de pérdida?
A esto se debe agregar la posición más reformista de algunos sobre el hecho de que no será la Constitución de Pinochet (1980) la que regirá en caso de que triunfe el rechazo, sino la de Ricardo Lagos (2005), y para ello ya se están barajando posibles planes B (“efecto certidumbre”).
Episodio relacionado de nuestro podcast: