La visita del Presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva a China ha suscitado gran interés en varias regiones del mundo, y no es casualidad. Desde hace algún tiempo, China es el mayor socio comercial de Brasil y de varios países latinoamericanos y, por esta razón, es natural esperar que esta asociación económica conduzca a estrechar los lazos culturales, políticos y diplomáticos entre los países y regiones en un futuro próximo.
Además, especialistas y estudios recientes señalan una marcada brecha entre la importancia de las relaciones y asociaciones económicas entre los dos países y el fortalecimiento de los lazos políticos y diplomáticos entre ellos, brecha que, en el caso brasileño, se vio acentuada por algunas iniciativas y declaraciones equivocadas de administraciones recientes.
Tal vez, aún más importante que esos lazos económicos entre ambos países, en el contexto actual, sea destacar que ambas naciones comparten una herencia común y una tradición de respeto a la soberanía nacional de los pueblos, con predominio de soluciones pacíficas y diplomáticas a los problemas internacionales, en detrimento del intervencionismo militar y de la mentalidad de «guerra fría» de algunos países que, aún hoy, y con medios de destrucción cada vez más sofisticados, insisten en estimular las tensiones y la posibilidad de enfrentamientos armados en todo el mundo.
Esta vocación por el desarrollo pacífico y el compromiso con el multilateralismo en las relaciones internacionales se vio reforzada por el reciente nombramiento de la ex presidenta de Brasil Dilma Rousseff al frente del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), la institución financiera de los BRICS, un acontecimiento de la mayor importancia en un momento en que la economía mundial atraviesa fuertes incertidumbres y turbulencias en el período post-pandémico.
En este contexto, la integración económica entre países, especialmente del sur global, se torna aún más relevante y estratégica, exigiendo la creación de mecanismos financieros y monetarios que hagan esta interacción aún más rápida y ventajosa para las partes interesadas, dentro de los principios de relaciones win-win que han guiado los intercambios comerciales chinos con otras regiones del globo en los últimos años.
En definitiva, parece prometedor para los intereses nacionales brasileños que se produzca una integración cada vez más acelerada con China, a través de proyectos de infraestructuras, la lucha contra las desigualdades sociales y la creación de mecanismos financieros que hagan que estos intercambios sean aún más intensos y beneficiosos para ambos países.
Además, en un mundo cada vez más multipolar, es fundamental que las negociaciones de paz predominen por sobre el estímulo de un clima de beligerancia y las iniciativas de países que, con el pretexto de «defender la democracia», sólo provocan un aumento de la inestabilidad política, con la expansión de alianzas y bases militares, así como inversiones en tecnologías de bajo retorno social y bajo potencial de creación de externalidades positivas para inversiones capaces de estimular un desarrollo económico más inclusivo y con respeto al medio ambiente.
Por esta razón, los desafíos para una mayor integración entre Brasil, China y el Sur global no deben ser subestimados en ningún momento. Las fuerzas opuestas a la consolidación de un mayor multilateralismo a escala internacional tenderán a utilizar todos los medios para obstruir dicha integración, sin excluir el aumento progresivo del clima de beligerancia y la intensificación de las inversiones en bases militares y equipos bélicos en todo el mundo.
Por lo tanto, una agenda que fortalezca el multilateralismo, debe buscar el diálogo con todas las fuerzas interesadas en la pacificación. En este sentido, fueron muy positivas las agendas tratadas en la visita del Presidente Lula, que contemplaron diversos temas de interés de la comunidad empresarial y de ambas poblaciónes, con la perspectiva de firmar diversos acuerdos comerciales que abarquen una amplia agenda, incluyendo la intensificación del comercio, inversiones en infraestructura y proyectos ambientales, proyectos de reindustrialización, energías limpias y renovables, cambio climático, entre otros temas contemplados por la amplia agenda de negociación entre los dos países
Esta agenda no será fácil de implementar, y requerirá un fuerte esfuerzo de planificación y articulación conjunta entre Brasil y China, además de la superación de los obstáculos que seguramente se interpondrán en el camino de una relación más estrecha entre ellos.
Por último, cabe señalar que, lejos de un «choque de civilizaciones», lo que presenciamos hoy en el mundo es la confrontación entre dos perspectivas distintas que se perfilan para el futuro de la humanidad, perspectivas que atraviesan las diferentes regiones y países de un mundo cada vez más globalizado e integrado económicamente.
En este contexto, la profundización del diálogo y de las relaciones entre Brasil y China puede contribuir al establecimiento de un clima de paz y a una mayor integración económica entre países y pueblos soberanos. Las dificultades a las que hay que hacer frente no deben subestimarse, sino que, por el contrario, deben servir de estímulo para los desafíos que vienen por delante.*
* Este texto fue publicado originalmente en la web de REDCAEM
Autor
Profesor de la Univ. Federal de Paraná (Brasil), becario de productividad en investigación CNPq y doctor en Desarrollo Económico de la Univ. Estatal de Campinas (Unicamp). Miembro de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (Redcaem).