La polarización de los resultados electorales del domingo pasado en Colombia han determinado que en la segunda vuelta se enfrenten los dos candidatos que representan los extremos del espectro político. Un panorama nada raro en la región, pero que bajo los parámetros conservadores colombianos representa una excepción.
La “década dorada” latinoamericana, como se suele llamar al primer decenio del siglo XXI, sacó a 70 millones de personas de la pobreza gracias al boom económico impulsado por la demanda de materias primas y la implementación de políticas redistributivas. Pero este período no afectó a todos los latinoamericanos por igual.
El 1º de enero Islandia se convirtió en el primer país del mundo en garantizar por ley la igualdad retributiva entre hombres y mujeres. De esta manera, el país nórdico pone sobre la mesa el debate sobre igualdad salarial, impulsando así el reclamo a otros derechos como el matrimonio igualitario o la despenalización del aborto.
Que somos la región más desigual del mundo ya es un tópico. El dato no tan difundido, es la enorme disparidad iones al interior de los países latinoamericanos. Como ejemplo, el departamento de Chocó, —el más pobre de Colombia— tardaría 200 años en alcanzar los niveles de renta per cápita de Bogotá.
La participación de las iglesias evangélicas o neopentecostales en la política latinoamericana crece día a día y alimenta las facciones políticas de la ultraderecha para impulsar su agenda conservadora. Ya sea a través de candidatos propios o apoyando líderes afines, definen elecciones y presiona en la toma de decisiones.
En las últimas décadas, el peso de China en la expansión de la economía mundial no ha parado de crecer, y se ha acentuado tras la crisis financiera mundial. Mientras que en el año 2000 el representaba cerca del 3,6% del PIB mundial, en 2016 su participación ascendió al 15% del total.
Este año se cumplen 20 años de la primer victoria de Hugo Chávez y el inicio de un ciclo de gobiernos de izquierda que se extendió a gran parte de la región. Durante dos décadas se instauraron en varios países, gobiernos que abarcaron todo el espectro de la izquierda, desde la centroizquierda moderada a regímenes neopopulistas.
El domingo 19 de noviembre fueron las elecciones presidenciales en Chile y nuevamente la abstención ganó la carrera electoral. Del total de personas con derecho al voto solamente asistió a las urnas el 46,8%, casi tres puntos menos que la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2013.
El proceso soberanista catalán mantiene conmocionada a la opinión pública internacional que se hamaca entre partidarios o detractores. Y en América Latina, la región del mundo más desacostumbrada a conflictos separatistas, el simple hecho de imaginar a la Madre Patria fracturada nos da vértigo.
La emigración de paraguayos y bolivianos a Argentina, de haitianos a República Dominicana o nicaragüenses a Costa Rica es parte de un fenómeno en ascenso. En los últimos 10 años, según la OIM, han cambiado sus patrones de migración. Los latinoamericanos nos movernos cada vez más dentro de la región.