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La polarización del espectro político en Colombia

La polarización de los resultados electorales del domingo pasado en Colombia han determinado que en la segunda vuelta del 17 de junio se enfrenten los dos candidatos que representan los extremos del espectro político. Por un lado el candidato de la ultra derecha y delfín del ex presidente Uribe, Iván Duque, y por otro el candidato de izquierda, ex alcalde de Bogotá y ex guerrillero de la desmovilizada M19, Gustavo Petro. Un panorama nada raro en la región, pero que bajo los parámetros conservadores colombianos representa una excepción.

Históricamente la política colombiana ha estado dominada por dos partidos, —liberal y conservador— representantes ambos de la elite que a lo largo de la “democracia” más duradera de la región se han repartido el poder. En este marco, la izquierda se vio históricamente desplazada del mapa político y a diferencia del resto de los países de la región, Colombia no conoció ni revoluciones ni gobiernos populares. A partir del “Bogotazo” en 1948, tras el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán que se perfilaba a la presidencia, la idea de “izquierda” quedó monopolizada por el surgimiento de las diferentes guerrillas que con los años se convirtieron en organizaciones criminales. Por ello en Colombia, el simple hecho que un candidato de izquierda alcance la segunda vuelta, demuestra que el país está transitando hacia una nueva realidad política.

Caído el tabú, la izquierda, que antes con suerte podía alcanzar una alcaldía, hoy se enfrenta cara a cara con el candidato de las “buenas familias”.

Sin embargo, en el país de los buenos modales donde los reclamos sociales son cosa de radicales, los cambios políticos se viven en cámara lenta. Durante la primera década y media del siglo XXI, cuando la izquierda se extendía por todo Sudamérica, en Colombia un presidente de derecha se dedicaba en cuerpo y alma a desarticular a las FARC. Y finalmente en el año 2016, cuando en el resto del continente las guerrillas se encontraban hacía décadas en los libros de historia, el presidente Santos y el líder guerrillero Timochenko firmaron la paz. Caído el tabú, la izquierda, que antes con suerte podía alcanzar una alcaldía, hoy se enfrenta cara a cara con el candidato de las “buenas familias”.

Este nuevo contexto ha polarizado a la sociedad colombiana, y a pesar de la pasividad electoral que caracteriza al país cafetero, la participación del pasado domingo fue de más del 53%, alcanzando un nuevo record. En el primer lugar y con una diferencia que difícilmente podrá ser superada, se posicionó Iván Duque del Centro Democrático, con el 39% de los votos. Gustavo Petro, el ex alcalde de Bogotá, obtuvo el 25% de los votos, y muy cerca de él quedó Sergio Fajardo, representante del centro político colombiano. Germán Vargas Lleras, candidato de Cambio Radical y exvicepresidente de Santos, obtuvo apenas el 7% y Humberto de la Calle, el negociador del proceso de paz se quedó con un 2%.

Con estos resultados, si bien los votos del centro jugarán un papel fundamental, la campaña se polarizará aún más. Y el Acuerdo de Paz, el manejo económico y sobre todo el miedo a la izquierda, serán los principales ejes de discusión. “Toda esta campaña ha girado en torno al miedo que produce que alguien de izquierda entre al poder y directamente relacionado con que nos convirtamos en Venezuela”, explicaba el politólogo Nicolás Díaz-Cruz, en declaraciones a BBC Mundo.

Por ello, Petro, quien atrajo a gran parte de los jóvenes y las clases populares gracias al descontento social y a un discurso antiestablishment, deberá moderar sus propuestas más radicales y garantizar la estabilidad económica para distanciarse de las posiciones que puedan asemejarle al régimen del país vecino. El ex alcalde de Bogotá probablemente también deberá profundizar su narrativa elocuente en defensa de las clases más bajas y las minorías, y se contendrá de discursos improvisados que en el pasado le llevaron a afirmaciones incoherentes.

Iván Duque por su parte, el joven burócrata del partido del ex presidente Álvaro Uribe, pudo capitalizar el éxito cosechado en el plebiscito con su oposición al Acuerdo de Paz. Para consolidar la ventaja en segunda vuelta, Duque deberá aclarar las modificaciones que busca implementar al Acuerdo de Paz, el cual según ha afirmado, no tiene intención de “hacer trizas”. Pero sobre todo, tendrá que calibrar milimétricamente la distancia que tomará de su padrino y dueño de sus votos, para atraer apoyos del centro, sin llegar a incomodarle. El resto probablemente será un despliegue de advertencias temerarias en contra de su contrincante “castrochavista”.

Los resultados del pasado domingo garantizan una polarización aún mayor de la campaña de cara a la segunda vuelta de las primera elecciones en 50 años sin la sombra de la guerrilla. El Acuerdos de Paz que puso fin al conflicto con las FARC es fundamental para Colombia, pero es solo un paso más en el largo camino hacia una sociedad menos violenta y desigual. Por ello, la radicalización entorno a la campaña electoral, más que un agravamiento de la confrontación social, debe ser entendida como la consecuencia de la profundización democrática de una sociedad históricamente fraccionada.

Foto de Globovisión en Trend hype / CC BY-NC

Autor

jeronimogiorgi@hotmail.com | Otros artículos del autor

Periodista, Máster en Periodismo de la Universidad de Barcelona y en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Complutense de Madrid.

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